Impresionante
la manera en que el anhelo de libertad y paz recorre el
mundo. Desde finales del año pasado, ya evidente la derrota
militar de las FARC y la convicción de que jamás podrán
tomar el poder, ni contar con algún respaldo popular
mientras mantengan la lucha armada, el secuestro y el
terrorismo como instrumentos de lucha y la sociedad con el
narcotráfico como mecanismo de financiamiento a sus
actividades, las voces más calificadas del planeta han
exigido la liberación de todos los secuestrados
unilateralmente, la entrega de las armas y, finalmente, que
respalden con su conducta el deseo de incorporarse a la vida
ciudadana incluidas las actividades políticas propias de la
democracia.
Las FARC todavía existen.
Mantienen retenidos a centenares de colombianos y
venezolanos en condiciones infrahumanas. Los utilizan como
escudo protector de aislados campamentos en los que aún
sobreviven algunos jefes. Ojalá no apelen al terrorismo
urbano. De hacerlo el destino seguro de quienes lo orden o
practiquen será la cárcel o el cementerio. Es decir,
terminarían la lucha presos o muertos con la aprobación de
la decencia libertaria que por estos días se expresa en todo
el planeta.
El pasado domingo 20, con motivo
de los 198 años de la independencia de Colombia, hubo
movilizaciones en las capitales de 1.100 municipios de ese
país y en unas 90 ciudades de distintas naciones del mundo,
contra el secuestro y por la libertad y una paz ajustada
sólo a la vigencia plena de los derechos humanos y a las
normas que garantizan ambos valores. Desde jefes de estado
hasta artistas de la mayor calificación en sus respectivas
áreas, tomaron las calles y plazas en todas partes exigiendo
respuesta rápida en la dirección correcta. Los últimos
comunicados de las FARC no han sido satisfactorios. Muy
deficientes, alejados de la esperanza que todos tenemos. Aún
peor que eso, las deplorables actuaciones recientes de la
pandilla delictiva que, al menos en la retórica, suple el
silencio calculado del señor Chávez. Me refiero
específicamente a los señores Correa y Ortega y en grado
lamentable a Evo Morales. Allá en Ecuador estuvo presente
Hugo Chávez, tan cauteloso como regalón, para luego
incorporarse a la comparsa de Ortega en Nicaragua con la
excusa de los 29 años de la revolución sandinista.
Estas reflexiones pretenden
alertar sobre los peligros que aún existen. Es posible que
la lucha esté cambiando de naturaleza y quizás hasta de
protagonistas, pero no ha terminado, ni está definitivamente
ganada. El formidable obstáculo que para la subversión
narcoterrorista ha significado la institucionalidad
democrática de Colombia, sigue siendo un problema grave para
la citada pandilla de gobernantes irregulares e
irresponsables que hemos mencionado. Nuestra obligación,
como verdaderos demócratas del mundo, es defenderla,
fortalecerla y apoyar sin reservas la política de seguridad
que triunfa en el hermano país.
oalvarez@telcel.net.ve