¡“Sabe usted qué es lo que falta
por pasar en este país? ¿Qué debe ocurrir para que nos
sintamos ofendidos?” Así termina el editorial del El Impulso
de Barquisimeto publicado el pasado 14 de los corrientes. Se
trata de un dramático llamado a despertar y reaccionar antes
de que sea demasiado tarde. No es tiempo lo que está
sobrando. Todos sabemos de qué se trata. No hay solución
posible a problema alguno mientras este régimen exista y el
actual Presidente se mantenga. Él nunca fue instrumento para
resolverlos. Progresivamente se convirtió en el problema más
grave que el país tiene que enfrentar. Venezuela se lo está
jugando todo como república independiente y la nación como
sociedad libre.
Seguir confundiendo democracia
con elecciones es caer en la estrategia del régimen al no
distinguir un instrumento del todo. De mucho valor en
condiciones normales, pero desviacionista en circunstancias
como las que vivimos cuando desaparecen valores
fundamentales.
Las actuaciones del régimen
desde diciembre a esta parte, en todos los ámbitos de la
vida nacional, demuestran que el orden constitucional
vigente no puede soportarse a sí mismo. Las instituciones
han sido tomadas por asalto, el principio de la legalidad
destruido y la nación está indefensa sin estado de derecho
ni instrumentos para hacer valer la condición ciudadana. La
Constitución de 1999 no está vigente en la práctica. Sus
normas fundamentales son sustituidas de hecho por las
propuestas constitucionales rechazadas en el referéndum del
pasado 2D-07. Se imponen de manera arbitraria y caprichosa,
pero constante y firmemente impulsadas por el Presidente.
Para gobernar a su aire y tratar de mantener la ilusión
revolucionaria, tiene que apelar a trampas y subterfugios
que lo mantienen al margen del normal funcionamiento de las
instituciones. Nunca tuvimos un gobierno y unas fuerzas
armadas más alejadas de sus obligaciones y deberes
constitucionales. Las consecuencias están a la vista, son
del dominio público, de propios y extraños.
Lamentablemente Venezuela no
tiene ni un buen gobierno ni una buena oposición
alternativa. Mejor dicho, no hay oposición existiendo
millones de opositores que no se identifican con una
dirigencia mediática y exclusivamente electoralista que
arrastra cualquier cantidad de cosas muertas que le quitan
el brío necesario. El país necesita de un gran esfuerzo
creador para levantarse bajo la orientación de una política
que no se deba exclusivamente a los partidismos agudos, ni a
ninguna clase social, orientada únicamente al destino
superior e integrador que necesitamos. Hay reservas humanas
y materiales para hacerlo, para trabajar sin otra mira que
la justicia y la vida en libertad ordenadamente y conforme a
la ley. ¿Cómo hacerlo? Creando conciencia de la necesidad y
convocando con toda seriedad a quienes pueden ponerle punto
final a esto, a atreverse para despejar el camino hacia el
futuro que merecen nuestros hijos.
oalvarez@telcel.net.ve