“La
soberanía de Chávez no vale medio. Y la de Correa ni una
locha”, escribió Milagros Socorro en El Nacional del pasado
3 de marzo. Agregó, “¿Qué soberanía es esa, que pacta con
delincuentes extranjeros, que les franquea los caminos para
que vengan a secuestrar productores, a asesinar venezolanos
o extranjeros que han escogido este país para darle hijos y
refuerzos, que les destina recursos hurtados al alivio de
las perentorias necesidades nacionales?” Comparto
integralmente el sesudo artículo de Milagros. No ha perdido
actualidad. Recomiendo su lectura.
La Soberanía Nacional envuelve
mucho más que la cuestión territorial. Cuando oímos a Correa
hablar de la “invasión” colombiana a Ecuador, de la
“agresión” a su territorio y de otros asuntos exagerados
estrafalariamente, concluimos que estamos en presencia de
una marioneta de Chávez. Cumpliendo instrucciones prestaba
servicios invalorables a las FARC, hasta que la vigorosa
intervención de las fuerzas militares de Colombia puso punto
final al más importante hombre operativo de esa organización
y desmanteló, de paso, su estable campamento. Las
investigaciones posteriores permitieron establecer la
existencia de otros santuarios y varios laboratorios de
cocaína. Todo ello a escasos metros de la frontera vecina,
en las narices de Correa y de su ministro de seguridad, ante
la creciente indignación de unas fuerzas armadas
ecuatorianas sumidas en un elocuente silencio, pero listas
para cooperar con sus pares del otro lado de la frontera
frente al enemigo común. No hay una clara definición del
gobierno de Correa contra las FARC, el terrorismo, el
narcotráfico o el movimiento ilegal de capitales para
garantizar la operatividad de esos bandidos en su
territorio.
Lo de Chávez es historia
reciente. Convertido en el operador político más importante
de las FARC, se vio obligado a vestirse de cordero en Santo
Domingo, buscar la “reconciliación” con un Uribe crecido por
el reconocimiento universal a su coraje y gallardía y
evadir, por ahora, las enormes responsabilidades personales
que en lo penal y en lo moral se derivan de las evidencias
concretas existentes en su contra. Colaborador del
narcoterrorismo y del lavado de dinero negro destinado a
actividades criminales y desestabilizadoras en distintas
partes del mundo. El desplante guerrerista frente a Colombia
lo dejó desnudo en pelota. La fuerza armada no lo acompañó.
La operación morrocoy que le aplicaron fue lo único exitoso.
Si esa es la verdadera capacidad de movilización ante su
orden imperiosa, que Dios nos coja confesados. En la
reciente Cumbre no se permitió la presentación de recaudos
adicionales, mucho más graves y comprometedores para Chávez.
El mundo los está conociendo. El lo sabe. La verdad tiene su
hora. Llegó para quedarse. Pero recordemos que siempre se
puede estar peor. Solo se toca fondo cuando se eliminan las
causas y se hace bien lo que tiene que hacerse. Este es un
fracaso probado e irreversible.
oalvarez@telcel.net.ve