A la tragedia venezolana de este
tiempo se agrega la que está por venir con motivo de la
enmienda constitucional propuesta por Hugo Chávez para
eternizarse en el poder. Nada, absolutamente nada sano ni
lógico, puede justificar este nuevo fraude constitucional.
Un verdadero golpe de estado en contra de lo poco que de
institucionalidad democrática va quedando. Se trata de un
manoplazo al sagrado principio de la alternabilidad, pieza
fundamental de toda república constituida sobre la base de
la libertad y el pluralismo. Deben ser rechazados con todas
nuestras fuerzas tanto el tema de la reelección indefinida,
el camino escogido inconstitucionalmente, como el
irresponsable protagonista de esta nueva iniciativa
contraria al interés nacional.
Todos, demócratas y chavistas, incluidos los babosos
alabarderos que en el mundo oficial apoyan los impropios de
Chávez, sabemos que lo que decimos es rigurosamente cierto.
Las cosas está muy mal en Venezuela y no hay nada que
indique que puedan mejorar. Mientras este régimen exista,
sencillamente iremos para peor. Esta realidad plantea al
liderazgo democrático el reto existencial más trascendente
de la historia contemporánea. No se trata simplemente de
votar a favor o en contra de una propuesta ilegal e
ilegítima, ni siquiera a estas alturas de discutir si es
buena o mala. Lo que debemos discutir es el camino para
despejar, de una vez y para siempre, los peligros
adicionales que asoma la profundización de esta tragedia.
Hugo Chávez ha sido un pésimo presidente. Ineficiente en
grado superlativo, corrompido hasta en el uso del lenguaje y
altamente corruptor en todos los aspectos materiales y
éticos. Calificar de mediocre su gestión sería demasiado
generoso y contrario a la realidad que tenemos a la vista.
Sin embargo, usando y abusando del poder concentrado que
tiene se presenta como el mesías que llevará al país a la
felicidad suprema mediante una revolución permanente,
autoritaria, totalitaria, militarizada y socializante a la
cubana con esquemas y dogmas probadamente fracasados en
todas partes. Como el proceso es permanente, su presencia en
la presidencia sería indispensable. Se trata de una nueva
versión, corregida y devaluada del “gendarme necesario”,
nefasta figura que en el decir de José Rodriguez Iturbe
enlaza todas las tragedias de la patria. Según él, en
reciente discurso en homenaje a Mario Briceño Iragorry, se
trata de jirones del ayer con disfraces del mañana.
Fue elegido constitucionalmente en 1998 para un período de
cinco años sin reelección inmediata. Lleva diez en el poder,
tres elecciones presidenciales, un referéndum revocatorio y
dos constitucionales. Fraudes, trampas, manipulaciones de
todo tipo, abusos de poder, violencia física e institucional
más el uso y abuso del dinero negro en perjuicio de la
nación lo han hecho posible. El dilema es demasiado serio.
Venezuela o él. Ya basta. ¡No más Chávez!
oalvarez@telcel.net.ve