Finalmente
las cartas están sobre la mesa. Quien quiera ver que vea. El
que no quiera enterarse, pues que no lo haga. Tendrá que
asumir responsabilidades terribles ante la historia.
Terminará siendo víctima de cuanto pretende ignorar. Hugo
Chávez Frías, presidente de Venezuela, tiene una
personalidad narcisista y si se quiere, podemos aceptar que
sea un psicópata. Presenta serias desequilibrios de
conducta, pero no está loco. Es perfectamente consciente de
cuanto dice y de lo que hace. Sus pretensiones
revolucionarias son reales y su precoz megalomanía se
corresponde con la visión de liderazgo que de sí mismo
alimenta a dedicación exclusiva. La política expansionista
que adelanta en el continente y en el mundo está
ideologizada. Es marxista, leninista y castrista impulsada
por un temperamento fascista que, careciendo de formación
humanista, de principios y valores fundamentales cae en la
mayor amoralidad y pragmatismo posibles. En su empeño no ha
vacilado en utilizar todos los recursos a su alcance dentro
y fuera de la ley. Dinero limpio y negro, fuerzas armadas
regulares e irregulares, agentes del orden y al hampa
politizada a su servicio. Compra amistades y alianzas dentro
y fuera del país, en gobiernos y oposiciones que terminan
siendo cómplices de sus propósitos y busca, además, liquidar
todo cuanto pueda oponerse exitosamente a su proyecto.
Hugo Chávez, ha pedido
reconocimiento de estatus beligerante para las fuerzas
armadas revolucionarias de Colombia, FARC, las ha calificado
de bolivarianas que ejercen soberanía en territorios
completos de ese país. Niega que sean terrositas y
narcotraficantes, asumiendo públicamente la responsabilidad
de proclamarse aliado. Es decir, él es de ellos por lo que
cuentan con él para demoler al estado colombiano. No ha
ahorrado insultos y calumnias contra la institucionalidad
democrática y el gobierno de ese país. Ha puesto en manos de
las FARC la seguridad integral de Venezuela. Ramón Rodríguez
Chacín es el nuevo Ministro del Poder Popular para las
Relaciones Interiores y Justicia. Es decir, para el manejo
de las policías, los servicios de inteligencia y órganos
importantísimos de la administración de justicia.
Ojala y se levanten voces
decentes a decirme que exagero o que estoy equivocado. Si
los hechos me contradicen seré el primero en rectificar. El
drama de Venezuela y Colombia trasciende lo económico, lo
social y lo político desde una perspectiva rutinariamente
diplomática o partidista. En esta coyuntura todos tenemos la
obligación de intervenir. La imparcialidad es,
frecuentemente, el disfraz tramposo de la cobardía y de los
oportunismos. Este régimen merece ser abolido sin trámites.
¿Podremos lograrlo? Claro que sí. Ejercitemos la razón ante
la realidad. Lo primero es entender y una vez que se ha
entendido hay que hacer. Hagamos valer la relación que debe
existir entre el objetivo existencial de cada uno y los
actos para alcanzarlos.
oalvarez@telcel.net.ve