Hacemos
un alto en el análisis crítico de la coyuntura política para
reflexionar brevemente sobre circunstancias de la vida que
condicionan, para bien o para mal, la existencia misma. El
domingo 11 de mayo, Día de la Madre, significó demasiado
para todo ser humano. Para quienes tenemos la fortuna de que
aún esté viva y para quienes lamentablemente ya no la tienen
físicamente al lado. En nuestra sociedad la mujer ha sido y
seguirá siéndolo siempre, la columna vertebral de la familia
asumiendo muchas veces hasta el rol paterno y la obligación
de trabajar para contribuir económicamente a la cobertura de
las necesidades básicas de la casa. Además de ello, entre
ricos y también entre los menos favorecidos es maestra por
excelencia, educadora primaria de los hijos y responsable de
la integridad familiar.
Podría emborronar muchas
cuartillas de reconocimiento a las mujeres de nuestra
familia. A todas ellas. Excelentes esposas, mejores madres,
insignes abuelas y hasta bisabuelas algunas, buenas hijas y
hermanas ejemplares. Pero, entre todas ellas quiero destacar
a una muy especial. Se trata de la mía. Ese día de las
madres cumplimos coincidencialmente cuarenta años de
casados. Se dice fácil, sin embargo una emoción especial me
acompaña. Han sido cuatro décadas de unidad inquebrantable
en los que esta mujer parió seis hijos, tres varones y tres
hembras, que ya nos han dado diez nietos más otro que está
en camino.
Lo hizo sin dejar de trabajar ni
un día y asumiendo estoicamente, a mi lado, las
incertidumbres siempre riesgosas del combate político. Todos
juntos conocimos bien las honduras y el sabor de las
derrotas, único camino posible para poder desenvolverse
dignamente en las alturas que tampoco han sido extrañas para
nosotros. Confieso que gracias al amor y la devoción de ella
sobre nuestro hogar, me considero un hombre bastante
realizado en la vida. Quizás sea exagerado llamarlo
felicidad, porque aún falta mucho por hacer en este país
insólito, dominado por el temor al futuro en el que
pareciera que la inteligencia está enferma y la verdad
escondida. El fortalecimiento de la familia y la siembra de
principios y valores éticos y morales en las nuevas
generaciones es tarea inaplazable.
Finalmente, el mismo día se
cumplieron los primeros tres años de la fundación de ALIANZA
POPULAR, movimiento plural de acción política que tengo la
responsabilidad de presidir. Hemos sido consecuentes con los
propósitos fundacionales, fieles a los principios
fundamentales del estado democrático, insobornables
opositores al régimen de Hugo Chávez, intransigentes con la
corrupción abierta y encubierta tanto del gobierno como de
otros sectores de la vida nacional y hemos enfrentado la
politiquería de quincalla baratera de este tiempo. Seguimos
convencidos que el problema de Venezuela es existencial, de
principios que desaparecen en un país en liquidación. El
concurso de nuestros modestos esfuerzos y recursos son para
que esto dure lo menos posible.
oalvarez@telcel.net.ve