Los
responsables del régimen venezolano tendrán que responder
por muchas cosas. Entre ellas destacan tanto la politización
del hampa como la carta de nacionalidad extendida a las más
perversas estructuras del crimen organizado. Gracias a lo
primero hay más muertos y heridos que en países en guerra o
confrontaciones violentas como Irak o Colombia para no ir
tan lejos y, como consecuencia de lo segundo, las
organizaciones vinculadas al terrorismo y al narcotráfico
actúan libremente asomando vinculaciones con el alto
gobierno e incluso, con determinados estratos militares y
policiales que tendrían la obligación de prevenir y reprimir
sus acciones.
El hecho cierto es que además de
tener un pésimo gobierno, malo en todos los campos de su
competencia sin excepciones ni atenuantes, el ciudadano
común está condenado a vivir en medio de la inseguridad, el
terror derivado de la violencia física e institucional y la
incertidumbre existencial derivada del estilo y la retórica
del presidente y sus corifeos. Venezuela no continuará
demasiado tiempo más en esta situación. Ninguna sociedad
medianamente respetable puede tolerar la perversa
irresponsabilidad de alguien con graves desviaciones de
conducta que asume conscientemente su condición cocalera y
asoma sin esguinces su verdadera vocación guerrera y
terrorista. Aliado de criminales de diverso pelaje no debe
continuar en el ejercicio de la primera magistratura.
Venezuela ha sido víctima de un
golpe de estado de ejecución progresiva. El estado de
derecho desapareció gracias a la manipulación abierta de la
legalidad. Es decir, un caso impresionante de destrucción de
la democracia desde la democracia misma, quedando reducidos
al máximo los espacios para la vigencia de los principios
fundamentales y los derechos de la persona humana. Hugo
Chávez fue elegido en 1998 para un ejercicio presidencial de
cinco años. Ya está en el décimo, le faltan otros cinco e
insiste en la pretensión de quedarse por el resto de su vida
o hasta que le de la gana. Tanto lo de la presidencia
vitalicia como el esquema socialista que ha pretendido
imponer recibieron el rechazo probado de cerca del 80% de la
población electoral. En definitiva se trató de una
manifestación de voluntad hacia él como Jefe del Estado,
contra su proyecto y un llamado del pueblo a las verdaderas
fuerzas motrices de la nación para que se decidan a impulsar
el cambio radical que el país necesita y el mundo entero
empieza a pedir a gritos.
No puede seguir la confusión
entre democracia y elecciones. Mucho menos cuando dejan
tanto que desear con relación a transparencia y condiciones
mínimas. Esperar cinco años más hará irreversible el actual
proceso de destrucción. La vigente Constitución ofrece
diversos caminos para garantizar la legítima defensa de la
nación frente al bárbaro más caro de la historia. El primer
paso para el cambio es tomar la decisión de impulsarlo a
todo riesgo.
oalvarez@telcel.net.ve