Sobre la
unidad y
el
unanimismo por
Oswaldo
Alvarez
Paz
lunes, 10
noviembre
2008
Nada más sincero y útil que el
anhelo de unidad que se respira en todo el país frente a los
arrebatos de locura del régimen. Debemos reconocer la
seriedad de los esfuerzos realizados por la dirección
política y social de la oposición. Se han concretado
acuerdos difíciles pero necesarios en la inmensa mayoría de
las circunscripciones electorales del país. Sin embargo, el
juego insólito de los personalismos, de las ambiciones
desmedidas, de la miopía o de los oportunismos que tocan
intereses mercantiles de terceros ha dificultado la unidad
en unas cuantos, muy pocos pero emblemáticos, municipios y
estados. Los protagonistas están en la mira escrutadoras de
una nación que no les perdonará jamás haber facilitado el
camino a la barbarie oficialista, si llegaran a concretarse
victorias en sitios imposibles para ellos.
Decimos esto habiendo sostenido que unidad no es
necesariamente unanimidad. La oposición venezolana es hija
legítima del pluralismo democrático consolidado en medio
siglo como toda una cultura ante los fenómenos de la
política y de la vida. Cuesta mucho hacer igual lo que es
diferente por naturaleza. Pero en luchas como la que se
libra es necesario alcanzar el mayor grado de consenso
posible con relación a las cosas que de verdad importan. La
unidad puede funcionar siendo dinámica y diferenciada cuando
los objetivos están claros y el enfoque sobre la naturaleza
del problema es compartido. Esta es la situación actual.
Presumo que toda la oposición trabaja para que este régimen
dure lo menos posible y, de alguna manera, todos los
sectores que en la nación lo adversan se preparan para
contribuir en el renacimiento democrático a que aspiramos.
La cuenta regresiva empezó. Un presidente elegido
constitucionalmente para un período de cinco años sin
reelección, lleva diez en el ejercicio del cargo gracias al
disimulo y a la mentira, a la corrupción facilitada por el
dinero negro y otras actividades ilícitas, a la destrucción
de la democracia desde la democracia misma y a la
liquidación del estado de derecho mediante la manipulación
de la legalidad y la ausencia de controles administrativos y
judiciales. Con todo el poder del estado en sus manos está
enfrentado a la nación que debería representar. La nación
como entidad sociológica no es otra cosa que la gente. Harta
y fatigada, decepcionada y resuelta a liberarse de lo actual
se prepara para la batalla del próximo 23 de noviembre.
Conocemos los peligros, las maniobras fraudulentas y las
complicidades de las autoridades electorales. Sabemos lo que
hacen y lo que harán para controlar espacios geopolíticos
claves como Zulia y Táchira, por ejemplo. El mapa de riesgo
electoral elaborado por la organización ESDATA, analizado a
fondo en El Nacional del domingo, ofrece material
indispensable para la victoria. Todos a votar el 23N. El
gobierno puede precipitar su caída desconociendo la voluntad
general.