Colombia
acaba de dar otra prueba de la fortaleza de su
institucionalidad democrática. Convertida desde hace tiempo
en el muro de contención más serio y firme a los propósitos
expansionistas de Hugo Chávez en el continente, peón
fundamental del tablero internacional castro-comunista, su
gobierno paró en seco el avance impulsado desde Venezuela y
desenmascaró, una vez más, al narcoterrorismo de las FARC y
a quien pareciera despuntar como uno de sus líderes y
voceros fundamentales. Las FARC y Chávez recibieron un duro
golpe. La clarísima intención desestabilizadora en contra
del Presidente Álvaro Uribe busca derrocarlo o construir una
fuerza política-electoral que comprenda desde la extrema
izquierda que se mueve en democracia hasta las propias FARC
hacia el 2010, quedó en situación muy comprometida con el
ridículo fracaso de la operación Enmanuel. Lo sucedido es un
claro mensaje a propios y extraños. El mundo libre y los
auténticos demócratas de nuestros países tenemos la
obligación de cerrar filas al lado de Colombia y su
gobierno, responsable y apto en la defensa de la libertad.
Solo fanáticos irracionales o
mercenarios interesados, sea cual sea su nivel y
calificación, podrán justificar o defender a un régimen que,
como el de Chávez, se desmorona progresivamente. Queda claro
que Venezuela esta siendo destruida por la venalidad y
mediocridad que la gobierna en nombre de un proyecto
revolucionario que el pueblo ha rechazado de hecho y de
derecho. Los resultados del 2D-07, el fracaso de la
intervención en el conflicto colombiano y los recientes
cambios en los equipos superiores del gobierno, han
despertado serios temores en lo que hasta ahora ha sido su
entorno sobre los juicios que se le vienen encima a esta
izquierda estéril e inmoral, protagonista del más terrible
fracaso de que tenga memoria el continente americano.
Se trata de los bárbaros más
caros de la historia. En menos de una década empantanaron la
vida pública, desprestigiaron a la izquierda decente y
democrática, embarcaron a los más pobres traicionando la fe
de sus más humildes seguidores y despedazaron la
institucionalidad republicana. En estas condiciones será
imposible alcanzar la paz y la reconciliación anheladas por
la inmensa mayoría. El régimen, al elegir el terrorismo, el
odio y la muerte en lugar del diálogo y la vida, es el
obstáculo mayor para alcanzar esos objetivos. El pueblo
venezolano, pacífico y cívico, ejercerá su derecho a la
legítima defensa. Nadie podrá censurarlo. Esta es la tarea
que nos convoca al comienzo del año. Mario Vargas Llosa
decía en alguna oportunidad que “no es nada fácil combatir
desde el realismo y el pragmatismo que caracteriza a la
sociedad democrática, a creyentes inflexibles dispuestos a
destruirla”. Estoy seguro que Venezuela saldrá de esta
pesadilla este año y junto a Colombia será faro orientador
de la libertad y la democracia. Todos estamos convocados a
este esfuerzo histórico e inaplazable.
oalvarez@telcel.net.ve