La
palabra mutación es sinónimo de mudanza y de cambio. Mutación
se define como ³Acción y efecto de mudar o mudarse² (DRAE). En realidad, lo es
del verbo mutar, que significa mudar. De hecho mutar y
mudar son la misma palabra, pues ambas, además de tener igual significado,
derivan del verbo latino mutare, sólo que mutar llega al
Castellano por vía culta, y mudar por vía popular.
De mutación el DRAE registra seis acepciones. La primera, que arriba
vimos, es de tipo general, se refiere a toda clase de cambios. La 2ª se refiere
al teatro. La 3ª se aplica a ciertos cambios estacionales en el año. La 4ª y la
5ª corresponden al ámbito de la Biología, y más específicamente a la Genética, y
la 6ª a ciertos cambios fonéticos del lenguaje.
Como se ve, ninguna de estas acepciones se refiere específicamente al aspecto
moral, a los cambios que se producen en algunos espíritus, de tal naturaleza y
magnitud que bien encajan dentro de la idea de mutación, y que podrían
ampararse en la definición genérica de la primera acepción, mientras la Real
Academia le dedica una acepción específica, tal como la importancia de ese tipo
de conducta merece. En cambio, de mudanza, definida como ³Acción y efecto
de mudar o mudarse², el DRAE sí incluye una acepción referente a los
cambios psíquicos o morales de las personas: ³|| 3. Inconstancia o variedad de
los afectos o de los dictámenes².
Desde luego que todo ser humano sufre mutaciones a lo largo de su vida,
sometido como está a la dialéctica que todo lo abarca. Unos son cambios físicos,
propios del crecimiento corporal y del envejecimiento constante, amén de los
motivados por factores individuales, como el ejercicio físico, el tipo de
alimentación y las enfermedades, incluyendo dentro de este renglón las
mutilaciones producidas por intervenciones quirúrgicas. Otros son cambios
espirituales o psicológicos, generados por el estudio y la adquisición de nuevos
conocimientos, las actitudes religiosas, la maduración natural y la experiencia
acumulada a medida que se avanza en edad, etc.
Todo ello puede considerarse como un cambio o mutación normal. Pero hay
otras mutaciones del mismo género psicológico, también individuales, que
alcanzan tal carácter y magnitud, que asombran a las demás personas, y hay
quienes llegan a preguntarse si aquel sujeto que ha cambiado tanto es el
mismo que antes conocieron. Incluso se plantea la duda sobre si el de ahora es
el auténtico, en quien antes subyacía, como agazapado, lo que ahora se descubre
como aparentemente nuevo, y en consecuencia no habría habido propiamente un
cambio, sino la liberación del espíritu verdadero, que permanecía como
prisionero de las conveniencias circunstanciales. Y vemos cómo antiguos
torturados se mudan en torturadores; y paladines contra la corrupción se
transforman en corruptos y corruptores; y campeones de la dignidad y el decoro
se convierten en abyectos aduladores de los poderosos; y austeros magistrados y
defensores del Derecho y la Justicia se desdoblan en prevaricadores,
sepultureros de su propio pasado.
Hay, en fin, mutaciones positivas, normales y hasta hermosas. En su
preciosa comedia Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores
Federico García Lorca incluye un bello romance, que extraído del texto se ha
divulgado con el título de Romance de la rosa mudable, en el cual se
describe una rosa que cambia de color a lo largo del día, del rojo mañanero al
blanco del anochecer. Aquí lo transcribo para regalar su belleza a mis amables
lectores: ³Cuando se abre en la mañana / roja como sangre está: / el rocío no la
toca / porque se teme quemar. / Abierta en el mediodía / es dura como el coral,
/ el Sol se asoma a los vidrios / para verla relumbrar. / Cuando en las ramas
empiezan / los pájaros a cantar / y se desmaya la tarde / en las violetas del
mar, / se pone blanca, con blanco / de una mejilla de sal; / y cuando toca la
noche / blanco cuerno de metal / y las estrellas avanzan / mientras los aires se
van, / en la raya de lo oscuro / se comienza a deshojar².
En contraposición a la belleza de la rosa mudable de Federico, hay
mutaciones que producen diversas reacciones: asombro, estupor, indignación,
asco, y hasta lástima y tristeza. O todas a la vez.
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