Chávez planteó elecciones
limpias, abiertas y las ha ganado.
Chávez no ha llegado al
poder por otro camino que por las urnas.
La descalificación de esto
no me parece el camino correcto.
Joan Manuel Serrat
Rueda de Prensa / Festival de Viña del Mar
¿Quién que haya tenido sueños
no te conoce? ¿Quién a quien le hayan dolido los dolores
ajenos no cantó alguna vez alguna de tus canciones? ¿Quién
que haya tenido en su cabecera los libros de García Lorca,
Machado o Miguel Hernández, no terminó tarareando tus
melodías?
Tú y tu música acompañan a uno en los campos de batalla, en
el quehacer cotidiano, en el afán por aprender, en la
lección que damos, que quiere estar llena de tu humildad y
tu don, de tu capacidad para ser, ante todo, expresión del
hombre sencillo, trashumante, aventurero, soñador y creador.
Una vez, en una entrevista contaste que, cuando aún eras
pequeño, le preguntaste a tu madre, con la idea de aclarar
aquello de que si eras de España o de Cataluña, ¿y tú de
dónde eres? ‘Yo soy de donde comen mis hijos’, respondió. Y
tú añadiste: yo no he encontrado una definición de patria
mejor en ningún lado. Y tenías razón. Esa respuesta, grabada
en tu memoria, fue clave y señal de tu decir, de tu mensaje,
del contenido de tus cantares.
Sobre ello escribí (http://historiactual.blogspot.com/2006/04/joan-manuel-serrat.html)
para que quien te escuchara o tarareara tus melodías,
supiera que más que una distracción se trataba de asumir un
compromiso, de adoptar una posición, de militar en la
esperanza de un mundo a la medida del hombre.
Hoy he leído tu carta a los palestinos de la franja de Gaza
donde de nuevo utilizas el amor como el instrumento
fundamental para la convivencia entre los seres. Y describes
tus empeños y tus afanes por lograr esa reunificación de los
hermanos, dondequiera que estén, y que están en todo sitio
donde nace un hijo.
Pero a la vez, Joan Manuel, no puedo entender que hayas
escrito, para ayudar a legitimar a quien se reconoce como
presidente de una parte de los venezolanos: los llamados
revolucionarios. Y, espero, Joan Manuel, que no me etiquetes
sin escucharme, porque no pertenezco a bando alguno y mi
causa, como la de León Felipe es la causa del hombre, y por
ahora la de la miseria del hombre.
No pertenezco a fanatismo alguno ni de esos que tildan de
derecha o de izquierda. No practico ninguna forma de
violencia, porque creo que hay que luchar contra ella. Por
eso pienso en el poder de tus canciones, en el vigor de la
música, en los lazos que se pueden establecer entre todas
las latitudes de este planeta, si tan solo supiéramos
escuchar al otro que somos.
De modo que con el planteamiento que ahora te hago sólo
quiero señalarte que, como tú bien sabes, todas las cosas
tienen su como uno las ve y el cómo a uno se las enseñan.
Se promueve odio y demarcación, se levanta fronteras y se
dispara a mansalva, y todo aquello que lo quiere justificar
se vuelve mentira. Y todos callan.
Y quiero decirte, Joan Manuel, que aquí en este expaís, como
lo hemos bautizado, no hay legitimación alguna, a no ser la
que le han dado los factores de oposición, más preocupados
por conseguir espacios de poder, que por el colectivo que
desvanece, desfallece y se extingue en esta sucesión de
horror en que se nos ha convertido la vida.
No hay legitimación alguna en esos votos. Hay un fraude
gigantesco, que se acomete no sólo desde las urnas, sino en
cada una de las estaciones de la vida en las que ese jefe de
todas las cosas tiene un dominio y control totales.
El voto es hoy su arma principal, su instrumento de guerra.
Cuando no le sirva, cuando no lo pueda controlar, lo dejará
a un lado y continuará su escalada de violencia, destrucción
y exterminio, en aras de levantar un poder omnímodo,
caudillista, personalista, autoritario y de firme
inspiración totalitaria y fascista.
Ese señor no puede entrar en el reino de tus libertades, así
no te den visa para entrar, así te presionen, como muchas
veces lo habrán hecho por tantas causas que has mantenido.
Este señor a quien has llamado legítimo es el resultado de
un gran vacío. Un impostor, de los mayores, que se recubre
de las virtudes y capacidades que le son ajenas y con una
legitimación y un voto democrático, que no es tal, porque
aquí están montadas unas maquinarias –que no urnas- que
cumplen con los programas establecidos por el fraude-engaño
que se le aplica al colectivo, para convertirse en una de
las formas más despreciables de la violencia que conocemos.
Un señor que promueve y expande el odio no puede ser
considerado como un demócrata. Democrático es el colectivo,
que no entiende de trampas y va mansamente, dirigido por
caudillos de todo tipo, incluyendo el mediático, a colocar
su voto, creyendo que así ejerce una voluntad que se le
tuerce y descompone apenas se pronuncia.
Este señor que tú ayudas a legitimar avala el asesinato y la
destrucción con sus políticas. Es un populista y un
convicto y confeso hacedor de miserias, mentiras y
sufrimientos.
No te unas al grupo de los convencidos de sus bondades.
Porque no las hay. No ha tenido límites ni en su codicia, ni
en su perversidad.
Tú que conoces de guerras, que has visto a hermanos matarse
entre sí, podrías ver cómo en este ex-país se ha fomentado,
nutrido y estimulado una polarización que sólo puede
conducir a los términos de una guerra civil o a la más
prolongada y profunda represión.
No te dejes confundir, tú que has sido voz y alerta, que tu
canto ha sido mensaje y liberación, que tu verso ha
traspasado los estancos del odio, de las diferencias, para
juntar a contrarios bajo el mismo manto de un canto de amor.
No te prestes a los oficios de quienes tienen el poder para
amasar logros, fortunas y satisfacciones personales a costa
del dolor, sufrimiento y masacre de un colectivo que te
quiere, que ama tus canciones, que valora tus posturas, que
te ve como un fabricante de sueños y futuros.
A orillas de ese mediterráneo donde te sientas a meditar,
esas aguas te dirán la verdad. Habla con las arenas, con las
olas, con la sal que se deposita en su fondo, y pregúntales
si en verdad la historia y la desesperanza no son las
mismas.
Nos han usurpado todo pero nos queda la canción. La canción
de Whitman, la de León Felipe que algún día resonará a lo
alto de la colina, la que regresará en el corcel del viento,
la que entona Walterio para anunciar la llegada del tiempo
de un hombre maravilloso, único y creador.
Estamos aún en los tiempos de las tinieblas, las tristezas,
las certezas terribles y para combatir seguimos teniendo
sólo la canción para empuñar. No la hagas disonar, no te
distraigas con cuestiones accesorias y periféricas. Sigue
adelante sumando voces para el coro que requerimos para
cambiar este devastado y terrible mundo en el cual se nos
desalienta hasta el alma.
merysananes@gmail.com