Para terminar de dejar claro
que su posición contra Chávez traza su política hacía el
modelo de dictadura que se disfraza de democracia para
concluir entronizando regímenes totalitarios del signo
stalinista y castrista, Barack Omaba, acaba de invitar a
Lula da Silva a la Casa Blanca llamándolo, de paso, a
unírsele en una agenda común sobre problemas bilaterales y
de la región.
Iniciativa que al venir precedida de la calificación de
Chávez por Omaba como “una fuerza negativa para el
progreso de la democracia en el hemisferio”, comporta el
elemento rector para establecer de hacia donde se dirigirá
la diplomacia del presidente demócrata con relación a
Chávez y sus aliados, y cuán diferente será en lo que
atañe a los países adscriptos al llamado “socialismo
democrático” en el continente.
Tendríamos que recordar de igual manera la forma
especialmente cruda y directa como se refirió a Chávez y
su autocracia, el recién nombrado Subsecretario de Estado,
James Steinberg, en una audiencia en el Senado para
ratificar su nombramiento, calificándolos como “un
gobierno que sigue políticas que no corresponden a los
intereses de su pueblo y de la región” y que ha convertido
a Venezuela “ por su geografía, la corrupción galopante,
el débil sistema judicial y la ausencia de cooperación
internacional en la lucha antidroga, en uno de los
principales países de tránsito de drogas en el
hemisferio”.
Sobre el Brasil de Lula, el México de Calderón y el Chile
de Bachelet, por el contrario, Obama no ha hecho más que
resaltar sus éxitos en la lucha contra la pobreza, y a
favor de la democracia, la libertad y los derechos
humanos, mientras destacada el liderazgo que por fuerza
tienen que asumir en los asuntos del subcontinente.
En la conversación telefónica que sostuvo el lunes con
Lula, por ejemplo, no solo lo invitó a llevar una posición
común a la próxima reunión del G-20 que tendrá lugar en
Londres en abril, sino también en las reuniones de la
Ronda de Doha, así como en temas referentes al cambio
climático, las relaciones de ambos países con África, la
crisis energética y la crisis de la economía mundial.
De modo que tiene razón el analista político, Andrés
Openheimer, cuando escribía el domingo en “El Nuevo Herald”:
”¡Pobre Hugo Chávez! Tras contemplar las primeras medidas
tomadas por el presidente estadounidense Barack Obama, el
líder populista venezolano y sus discípulos en
Latinoamérica deben estar pensando: Con George Bush
estábamos mejor”.
Y la razón reside en que Obama, tanto o mejor que Bush, ha
calado en la verdadera naturaleza, esencia y sentido de la
presunta “revolución” y del más presunto aún “socialismo”
chavistas, que no son otros que servir de trampolín para
que “Su Majestad Hugo I“ herede la presidencia de
Venezuela de por vida, tenga el derecho de nombrar
herederos e instaure la primera monarquía americana
después de la expulsión de los colonialistas ingleses y
españoles.
De ahí que en su discurso de toma de posesión, la única
referencia que hizo Obama a América latina se refirió al
atajo de intolerancia y de reelección indefinida que han
tomado algunos gobiernos autoritarios, dejando la
advertencia de que, si no cambian en sus propósitos,
tendrán que habérselas con su administración.
“Aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción,
el engaño, y la represión a la disidencia, tenéis que
saber que estáis en el lado equivocado de la Historia;
pero os tenderemos la mano, si estáis dispuesto abrir el
puño”.
Señalamiento tanto más importante, cuanto que se trata del
puño que ha mandado a “echarle gas del bueno a los
estudiantes”, a perseguir a los opositores donde estén y
donde se metan y ha convocado un referendo
inconstitucional, antidemocrático y al margen de la ley en
el empeño de salir después con el engaño de que fue electo
monarca por decisión de las mayorías.
O lo que es lo mismo: nada que no haya hecho Chávez antes,
nada que no hicieran sus maestros Stalin, Hitler,
Mussolini, Mao y Fidel Castro.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |