No fue una sorpresa, sino una
rutina, que la Ley de Educación (LOE) fuera aprobada en
vacaciones y entre gallos y medianoche, y discutida en un
clima de violencia que arrojó 12 periodistas heridos por
el simple “delito” de salir a manifestar contra un
artículo de la ley (el 50) que consideran vulnera sus
derechos y garantías constitucionales.
O sea, que la ley comenzó dándole continuidad a una
disposición no escrita, genérica, holista y de obligatorio
cumplimiento para cualquiera que, sintiéndose comprometido
con el proceso, cree su deber echar mano a objetos
contundentes, bombas lacrimógenas, granadas y armas de
fuego para desalojar de las calles a disidentes,
protestarios y manifestantes.
En este sentido, la agresión a los 12 colegas que salieron
la mañana del jueves de sus puestos de trabajo en el
diario “Ultimas Noticias” a realizar en una esquina
aledaña una sencilla actividad de “volanteo” no pudo ser
más emblemática, pues lanzó a la calle a grupos
previamente organizados, armados para insultar y agredir,
con el sello del fanatismo y la criminalidad en los ojos y
en las manos y dispuestos a cumplir “órdenes arriba” sin
importar los daños y bajas que causaran.
Nada distinto, en general, a lo ocurrido el sábado 3 de
agosto con el cierre de 34 emisoras de radio por una
decisión ilegal y compulsiva del ministro de
Infraestructura, Diosdado Cabello; o el lunes siguiente,
cuando grupos armados dirigidos por Lina Ron en persona
asaltaron las instalaciones de GLOBOVISION disparando y
lanzando granadas; pero que en el caso de los 12 colegas
de “Últimas Noticias”, se planeó para producirles daños
físicos a seres humanos reales y concretos, de carne y
hueso, con nombres y apellidos, como si previamente se les
hubiese hecho seguimiento y se les quisiera aplicar un
escarmiento, y a los cuales, y de acuerdo al lenguaje al
uso de Chávez y “su” revolución, simplemente se trató
“sacar de combate”.
La gran pregunta es: ¿Por qué tanto odio contra los
periodistas y los medios independientes?
¿Por qué, no ya sus permisos (concesiones) se anulan, y
las instalaciones se asaltan y depredan, sino que a los
dueños de medios y periodistas se les inventan causas
judiciales y se les reduce a persecuciones o calabozos
(como son los casos de Guillermo Zuloaga y Gustavo Azócar),
o son agredidos a palo limpio, tal ocurrió hace unas
semanas con Cecilia Caione, y hace unas horas con los
colegas de “Últimas Noticias?
¿Por qué esa incontinencia en un régimen experto en
dobleces y simulaciones, por qué tanta intolerancia frente
a instituciones y ciudadanos cuyas únicas armas son la
palabra escrita, hablada, radiodifundida y la imagen
televisada?
Pues, sencillamente, por miedo, pánico y terror a la
verdad, a la versión real o aproximada del fraude,
mentira, o estafa que, a nombre de una presunta redención
de los pobres, y de lucha por la igualdad, el bienestar y
la justicia social, no ha concluido en otra cosa que no
sea instaurar una dictadura militar decimonónica,
aderezada con los ingredientes del totalitarismo del siglo
XX, excluyente y depredadora y cuyo aliento es promover el
odio y resentimiento social para granjearle apoyos a
Chávez y su régimen de presidencia vitalicia y dinástica.
De modo que, en ese contexto, los comunicadores y los
medios independientes somos un enemigo a vencer y
desaparecer, a ser perseguidos, estigmatizados y
agredidos, hasta que por la fuerza del terror seamos
obligados, o a emigrar del país, o a callarnos,
haciéndonos cómplices, por acción u omisión, de la
autocracia.
De ahí que no sea metafórico, ni retórico, afirmar que,
Chávez, está gritándole a los medios y periodistas
independientes del país, la misma frase que les gritan los
atracadores a sus víctimas cuando los detienen en calles
de barrios y urbanizaciones para despojarlos de sus
bienes: “Cállate o te quiebro”.
Y con el silencio, se inicia, continúa y completa el
atraco: chequeo, registro, despojo y, “si se pone cómico”,
golpes, patadas, o un tiro para intimidar, herir o matar.
Ese, por lo menos, es el sentimiento que cunde en toda
ocasión y lugar donde se reúnen periodistas independientes
en este momento, como me pasó el viernes pasado, cuando
con Roger Santodomingo, Luz Mely Reyes, y José Suárez
Nuñez estuve en el programa “Mesa de Análisis” de Unión
Radio, conducido por, José Gregorio Graterol, quien le
hacía una suplencia a Marta Colomina.
Pero aquí surge la otra pregunta: ¿Por qué, justamente, en
este mediados del 2009 está Chávez interesado en barrer
las calles de ojos, lápices, cámaras y micrófonos
indiscretos, porque no quiere que desde la objetividad, la
imparcialidad y la independencia se cuente la verdad de la
catástrofe que ha significado su gobierno para Venezuela
en términos de resultados de lucha contra la corrupción,
la desigualdad, las injusticias sociales, de bienestar y
de soberanía nacional?
¿Por qué no quiere que se conozca que ahora somos más
dependientes de Estados Unidos en cuanto que es el cliente
que adquiere el 70 por ciento de nuestras exportaciones
petroleras; de Colombia antes, y de Argentina después, que
debe suministrarnos el 50 por ciento de la comida que
necesitamos; de Rusia, cuyo complejo militar industrial
monopoliza la dotación de la FAN; y de Cuba que envía a
granel médicos, burócratas y entrenadores para deportes, l
cuarteles y cuerpos de seguridad que, un país medianamente
serio, se cuidaría de no permitir, ni admitir?
¿Por qué no quiere que se sepa que a 10 años del llamado
gobierno revolucionario las parturientas de las familias
más pobres tienen que dar a luz en las calles porque para
ellas no hay cupos en maternidades, clínicas y hospitales,
como él mismo lo reconoció en su programa “Alo
presidente”, conminado por una invitada que se salió del
guión?
¿Por qué se niega a aceptar que las escuelas primarias se
deterioran a ritmos sin precedentes y sin esperanzas de
recuperación, igual que pasa en la secundaria, en
universidades, y con cuanta instalación tiene que ver con
la formación de una sociedad útil, productiva, creativa,
igualitaria, justa, creativa y diversa?
¿Por qué quiere ocultar que Venezuela es un país en manos
del hampa, donde mueren hasta 200 ciudadanos semanales por
la acción de los criminales, y en el cual los secuestros,
el sicariato, ajustes de cuentas, atracos y terrorismo son
flagelos que mantiene a los venezolanos encerrados en sus
casas, tal si vivieran en plena guerra o sitiados por un
ejército de ocupación?
¿Por qué niega la gigantesca corrupción que encabeza la
nueva élite, la también llamada “burguesía roja”, una
claque de seudo empresarios y funcionarios del alto
gobierno que le han entrado a saco a los dineros públicos
y son detentadores de fortunas que dejan pálidas a las de
los “ricos y famosos” de este y otros continentes.
Bueno, pues simplemente porque ya los 27 millones de
venezolanos, y en especial los pobres, despertaron y están
decididos a poner fin a una satrapía que al igual que
Stalin en Rusia, Mao en China y los hermanos Castro en
Cuba, ha incautado la libertad para que la esclavitud sea
más silenciosa, criminal y letal.