Es, desde luego, la sorpresa
que menos se esperaba, Hugo Chávez, desde que hace 10 años
inició el proceso de alzarse con todo el poder en
Venezuela: dirigirse una noche en cadena de radio y
televisión a los venezolanos para anunciarles que les
aplicará un paquete de medidas económicas neoliberales del
mismo signo del que en su momento implementaron Carlos
Andrés Pérez y Rafael Caldera por recomendación del odiado
y satanizado Fondo Monetario Internacional, FMI.
El vilipendiado “paquetazo”, en fin, que tanto contribuyó
al comienzo de su carrera política, a su continuidad,
vigencia y éxito final, y cuya condena no ha dejado de
proferir un solo día desde que fue electo presidente de la
República, como si se tratara de un artículo de fe tan
abominado como aquel “vade retro Satanás” de las iglesias
cristianas.
Y que hubiera evitado de no estar contaminado de
imprevisión, voluntarismo e ingenuidad marxistoides por
los cuatro costados, o de enterarse sin prejuicios que los
ciclos de alza y caída de los precios de los hidrocarburos
hacen parte intrínseca de la naturaleza del negocio y es
de pulperos ahorrar cuando los precios se van por la nubes
para proveerse de fondos, de modo que al regresar las
bajas, el país pueda contar con los recursos suficientes
para no caerse a pedazos… como se está cayendo.
Chávez, por el contrario, la cogió por convencer a sus
seguidores y a los “santos inocentes” que dentro y fuera
del país se sienten inclinados a creerle sus desplantes,
mitos y leyendas, pero sobre todo, a sí mismo, que los
precios del crudo habían subido por el solo influjo y
poder de sus políticas, que antes de su mandato el
petróleo se regalaba a gobiernos neoliberales,
capitalistas e imperialistas y que llegaba una “época
dorada” en que la OPEP, y los países productores
independientes, pasaban a manejar los mercados y los
precios subirían hasta colocarse a mediados del año en
curso en 400 dólares el barril.
Aunque son sucesos lo suficientemente recientes y frescos
como para que se hayan olvidado, no está de más recordar
por lo que tenía de patético, retro y conmocional a aquel
jeque tropical y malhumorado, intolerante e imperturbable
que se paseaba por el mundo en un avión privado que era
envidia de ricos y famosos de todos los pelajes,
amenazando imperios, apuntando regiones, y sembrando el
pánico entre países ricos o pobres que sentían que si no
complacían a aquel Hitler de bolsillo, a aquel Fidel
Castro en miniatura, podían quedarse sin luz.
Y regalando, desde cantidades ingentes de petrodólares,
hasta complejos habitacionales y fábricas enteras, pasando
por bonos basura de la deuda de países insolventes,
refinerías, oleoductos y gasoductos, gasolina y gas barato
para ciudades, barrios y comunidades , stadiums y clubes
de fútbol o béisbol, escuelas de samba o de salsa, y de
todo cuanto se le podía pedir a un supercaudillo populista
y salvador de la humanidad que, además, estaba interesado
en crear una alianza de gobiernos, países y estados para
derrotar al capitalismo, al imperialismo y a los Estados
Unidos.
Pero eso en cuanto a países que, si bien contaban con
gobiernos que se podían decir cercanos a Chávez no
formaran parte del círculo de sus aliados más íntimos,
pues si se trataba de petrodictadores como el expresidente
y actual primer ministro de Rusia, Vladimir Putin y el
presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, puede decirse que
Chávez les abrió la cueva de Alí Babá, comprándole al
primero hasta 10 mil millones de dólares en equipos y
armas de guerra desactualizados y obsoletos, y al segundo,
comprándole fábricas de automóviles y tractores que todo
el mundo sabe son de tecnología inglesa y francesa, porque
Irán no está en capacidad de producir ni un alfiler.
Y todo sin que coloquemos en la lista a los países que
podríamos catalogar como “beneficiarios privilegiados”, ya
que, adhiriéndose al modelo político, económico y social
de Chávez, integran la élite de los llamados “países
hermanos” que, por ser tales, dispusieron sin restricción
al acceso de la mina de los petrodólares venezolanos.
Una élite donde están la Cuba de los hermanos Castro, la
Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa y la
Nicaragua de Daniel Ortega, países que prácticamente han
suspendido su producción interior, no pagan sus deudas y
entran en default, se separan del comercio global y
desafían a la comunidad internacional contando con el
apoyo de papá Chávez.
En otras palabras: que hemos hecho el listado de las
facturas por donde se fugó la más grande riqueza de que ha
disfrutado país latinoamericano alguno en los 200 años de
historia republicana del continente, algo que es difícil
creer se vivió aún en el México o el Perú vireynal, pero
que terminó en el mismo resultado, puesto que pronto
Caracas, Maracaibo, Maturín y Puerto Ordaz empezarán a
verse dentro de poco como el Guanajuato, la Lima o la
Potosí del siglo XXI.
Y lo más grave: mientras Venezuela era empujada a un
retroceso histórico, político, económico y social que ha
significado la destrucción de su infraestructura física,
el deterioro de los servicios públicos hasta niveles que
los hacen prácticamente inexistentes, la destrucción del
aparato productivo interno que nos hace dependientes del
80 por ciento de los bienes de consumo masivo en el país
que deben ser importados, y un endeudamiento interno y
externo que comprometen los futuros ingresos del país
hasta por 10 generaciones.
Y a consecuencia de ello, caída dramática de todos los
índices de desarrollo humano, aumento de la pobreza, del
desempleo, la inseguridad jurídica, la deserción escolar,
la corrupción, el desabasteciendo, la inflación, el
regreso de enfermedades endémicas que se creían
desaparecidas, y de una espiral de violencia social y
política que ha convertido a Venezuela en una tierra de
nadie donde mandan el pistoletazo, el atraco, los
secuestros y los ajustes de cuentas y sin que haya
posibilidad ni oportunidad de escapar a semejantes
flagelos.
Y ese es el país al que Chávez anunció ayer en la noche un
paquete de ajuste de medidas económicas, un instrumento u
hoja de ruta hacia un mayor deterioro, un aumento
exponencial de la pobreza, miseria y desigualdad, y al que
muy en su estilo de adolescente tardío populista, tramposo
y prestigitador no quiere llamar “paquete”, ni
“neoliberal”, como si fuera posible escamotear los
agravios de toda política económica restrictiva con
palabras más palabras menos, o diciendo sencillamente que
no existen.
Y frente al cual, ya está carcomido de miedo, presa de
pánico, sumido en el terror, la incertidumbre y la
insanidad como que debe tener frescas en la piel las
llamas con que el pueblo de Caracas respondió al paquetazo
de Carlos Andrés Pérez en el 89, los brasileños a la
política de Fernando Color de Melo en diciembre del 92,
los mexicanos votando por Vicente Fox y contra el
candidato del PRI en julio del 2000 y los argentinos
forzando a la salida del gobierno del Fernando de la Rúa
en diciembre del 2001.
Ruptura que es exactamente el borde del abismo en que se
ha situado Chávez, puesto que ya será imposible
disfrazarle al pueblo la catástrofe hacia donde se le ha
llevado, así como fijarle nuevos plazos a una recuperación
económica que debió ser el lograda hace cinco años.
Y esa es la Venezuela que volvió a la realidad hoy, a
horas del anuncio del paquetazo, sin mucho tiempo para
explicarse ni justificar las razones por las que se le ha
mentido vilmente y seguro que decidida a ponerle fin a la
estafa con la que unos seudos revolucionarios la han
desvalijado como una pandilla de asaltantes cualquiera.