Puede asegurarse que si a la
agudización del desequilibrio psíquico que experimentó
Chávez después de haber perdido Caracas y 7 de los
principales estados del país en las elecciones regionales
del 23 de noviembre pasado, se le agrega ahora la
estrepitosa derrota que sufrirá el día de febrero que se
convoque el próximo referendo, entonces Venezuela pasará a
ser gobernada, no por un jefe de estado con serios
quebrantos de salud mental, sino por uno al que, simple y
llanamente, se le evaporó la razón.
Desajuste que, por cierto, no es la primera vez que sucede
en la historia, como puede documentarse en una
investigación clásica de mediados de los 70, “Aquellos
enfermos que nos gobernaron”, de Pierre Accoce y Pierre
Rentchnick, pero que sí ofrece la primera oportunidad en
que el paciente puede ser observado, examinado, auscultado
y diagnosticado por expertos de la opinión pública
nacional e internacional.
Y es que, aparte del síndrome en sí, que no puede ser más
grave y peligroso, Chávez padece de una incurable manía
exhibicionista que lo lleva a no desperdiciar momento ni
ocasión, teatro ni circo, para gritarle a Venezuela y al
mundo que está perdiendo, que ya perdió la cabeza, y no
precisamente “por tu amor”, como canta el imprescindible,
José Luís Rodríguez.
Y aquí, precisamente, es donde concluye revelándonos su
hipocresía, su doblez, su ilimitada capacidad para la
trampa y el disimulo, pues si se tratara de continuar
dándole los beneficios que dice a diario le ha
suministrado su gobierno a los pobres, no tendría empacho
en admitir que tal misión puede ser asumida por sucesores,
por líderes mejor preparados, entrenados y experimentados
que él para cumplirla.
Sencillamente porque, después de 10 años al frente de la
Primera Magistratura, tendría que ser natural que alguien
de sus equipos, alguna figura de entre quienes lo han
acompañado y seguido en tantos avatares, haya acumulado
las credenciales para aspirar a ser su relevo.
Y Chávez la generosidad, la solidaridad, la confianza y la
humildad para entender que no hay mayor satisfacción que
sentir que no se ha sembrado en vano, que el mensaje fue
comprendido, como indican los Evangelios, y no hay una,
sino cientos, miles de manos para tomar la bandera, la
palabra y seguir adelante
Pero no es este el detalle del que quieren oír hablar los
redentores, los salvadores, los revolucionarios, los
Stalin, los Mao, los Castro, los Kim Jong-il, los Mugabe,
los Chávez, los cuales prefieren el castigo de envejecer
atrozmente ante las cámaras, de ir deshaciéndose,
despaturrándose en años, eventos, cambios, barajos,
certezas y espejismos, antes que abandonar el coroto.
Para prueba viviente, o semiviviente, Fidel Castro, con 50
años de gobierno a cuestas, glorias, condenas, apoyos,
rechazos, bendiciones, maldiciones, aplausos, abucheos,
con todo lo que un ser humano normal debe cansarse de
sentir y vivir, pero que él no se quiere perder hasta el
último suspiro.
¿Y no estamos hablando del Chávez del 2021, del 2030, o
del 2035? ¿No estamos hablando de reservarle a los
venezolanos del futuro un espectáculo intragable como el
que viven los cubanos de hoy día, con un anciano que le
traspasa el poder a otro anciano, y este a otro y aquel a
otro también, porque todos quieren mandar hasta en sus
lechos de muerte, convirtiendo a la necesaria renovación
de generaciones e ideas que impone la evolución social, en
una mueca mortuoria y luctuosa de la que solo puede quedar
la máxima amargura, la máxima frustración?
¿Se imaginan al Chávez de hoy pero con 80 años sobre las
espaldas, sin sus vanaglorias pasadas, maltratado y
abusado por el tiempo, pero arengando a las masas, y
gritando que necesita más y más períodos para continuar,
para consolidar la revolución?
Pues no, no, no y definitivamente no. Somos un país joven
y de jóvenes, y si los adláteres y súbditos del futuro
monarca quieren hipotecar lo que les queda de vida, y la
de sus hijos y nietos, será siempre la elección personal
de una minoría sumisa y esclava que sobrevivió al
feudalismo y a las monarquías absolutas, pero a la cual no
está permitido clavarle a Venezuela la estaca de Drácula
en el corazón.
Por todo eso estoy convencido de que Chávez será derrotado
el febrero próximo y si elige gobernar los 3 años que le
quedan en la presidencia desde un manicomio y no desde
Miraflores…eso es cosa de él.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |