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El acelerón de Chávez y la crisis económica mundial
por Manuel Malaver
domingo, 8 marzo 2009


No hay dudas que la prisa de Chávez por copar espacios clave de la economía que aún mantiene el sector privado en Venezuela, está relacionada con la ola de estatizaciones que permisa la profunda crisis que hoy sacude el sistema de economía de mercado que se pensó inexpugnable después de la caída del Muro de Berlín y el colapso del socialismo stalinista y real.

O sea, que lo que hace un año parecía tan imposible, como inadmisible -aun cuando los primeros nubarrones del sacudón lo anunciaban profundo e incontrolable-, que el estado se lanzara a controlar áreas económicas que hasta hace casi dos décadas le estaban vedadas, ahora luce, no solo necesario, sino plausible.

Y ésta parece ser la señal que esperaban los líderes del neopopulismo latinoamericano y mundial para disponerse a llevar a cabo una resurrección de las miasmas del socialismo real que, de tan pútridas, aun continúan camuflándose con perfumes, afeites y disfraces de última generación.

Claro que, como es usual entre los seguidores de las ideologías dogmáticas reacias a hacer las correctas lecturas de la realidad y la historia -y frente a las cuales neopopulistas como Chávez resultaron tan obtusos como sus antecesores stalinistas-, procediendo por reducciones, asimilando la recesión económica actual a aquellas crisis cíclicas profetizadas por Marx, y después de una de las cuales, no quedaba sino instaurar el socialismo y establecer el reino de Dios en la tierra, sin darse cuenta que en absoluto se trata de una crisis sistémica, terminal y estructural, y que, tal como puede percibirse por el fin último de las políticas que se están implementando a nivel global, la crisis no llega para acabar con el capitalismo, sino para fortalecerlo.

Es, sin duda, lo que palpita en las profesiones de fe en el capitalismo y el mercado con que el conjunto de los líderes mundiales, presidentes y primeros ministros como Barack Obama, Nicolás Sarkozy, Ángela Merkel, Gordon Brown, José Luis Rodríguez Zapatero, Silvio Berlusconi, Taro Aso, Ju Xintao y Manmohan Singh (para solo hablar de unos pocos entre los más importantes), hacen preceder los programas de rescate que se implementan en los 5 continentes y que revelan que, si existe un paradigma imbatible en la configuración del mundo que vivimos, es que el capitalismo y la democracia renovados llegaron para quedarse.

Pero es que ni siquiera entre los siempre despistados líderes de América latina, entre jefes de estado como Felipe Calderón, Álvaro Uribe, Alan García, Michele Bachelet, Cristina Kirchner y Lula da Silva ( y ahora sí hablamos de los presidentes de países con significación en la economía mundial), se piensa que la crisis sucede para otra cosa que no sea restaurar y renovar al pujante mercado global que significó en el último quinquenio el primer crecimiento sostenido que conoció la región en 30 años, y que llevó a las materias primas del subcontinente, de la mano del éxito de economías capitalistas como las de China e India, a promover un nuevo mapa en la política y la economía del siglo XXI.

Pero hay algo más significativo y trascendente en este primer vistazo a la economía que está dibujando la recesión, y aun la posible depresión: y es que, en absoluto, está suscitándose en medio de una crisis política y social como la que durante los años 30 del siglo pasado hizo presumir con altos márgenes de probabilidad que el fin del capitalismo y la democracia estaban cerca.

Y a ello contribuyó, antes que nada, que el sistema totalitario impuesto por la utopía marxista en la URSS estaba aun joven, crudo, tierno y en espera de que demostrara que contenía la fórmula para desplazar al capitalismo democrático y convertirse en el paraíso sin clases, injusticia, desigualdad y pobreza crecientes y eternos que lo hacía preferible a cualquier otro sistema.

Hoy no existen la URSS, ni el comunismo que después de 70 años en los cuales arrastró bajó su órbita a países que llegaron a constituir un tercio de la población mundial, pero para establecer un infierno de miseria, desigualdad, injusticia y violaciones gigantescas de los derechos humanos que se cree, con razón, es la época más precaria, frustrante, sangrienta e inhumana vivida por la humanidad en sus 5 mil años de historia.

Y como para demostrarlo y no se olvide, aun sobreviven regímenes totalitarios y comunistas en Cuba y Corea del Norte con su desgarradora exposición de miseria, deterioro económico, humano y social y en tal grado de retroceso histórico y político que sus gobiernos no han tenido empacho en convertirse en monarquías con herencia familiar y dinástica.

De ahí que, la actual crisis económica se sucede ayuna de protestas con contenido político, de la formación de movimientos sociales y partidos que aspiren y planteen que la economía de mercado pueda ser sustituida por un sistema que, como el retro socialismo, renuncia al mercado porque no tiene economía.

Todo lo contrario, la crisis está sucediendo para comprobar la vigencia y vitalidad del capitalismo y la democracia, para que todo el mundo admita que, si bien se necesitan reformas no es para entronizar de nuevo la estatocracia y el colectivismo, sino para que la sociedad civil y el individuo limpien los establos que, de permanecer fuera de control de la sociedad y el estado de derecho, pueden conducir a la pérdida de la libertad.

Para todo el mundo, menos para Hugo Chávez, el teniente coronel venezolano que lleva 10 años construyéndose una torre de marfil en la cual permanece herméticamente encerrado y al abrigo de las señales que le gritan que el comunismo es tan inviable como injusto, tan criminal como inútil, que desapareció hace 15 años, que Stalin, Mao, Kim Il Sung, Pol Pot, Castro y el Che murieron para siempre y son inclonables y que cualquier conato por replicar los regímenes en que sobrevivieron en medio de fracasos y crímenes sin fin, es la vía para destruirse a si mismo y al país que, por el solo hecho de haberlo tolerado, no evitará sufrir un trauma difícil de superar y sanar.

Y no importa que lleve 10 años ejecutando trapacerías, fraguando espejismos y patentando engaños que sorprendentemente siguen encontrando incautos que caen en sus redes, e incluso fabricándose una historia pret-a-porte en la que pareciera que su carrera es arrolladora e indetenible, porque más allá de las ficciones lo que va quedando es un hegemón tercermundista que hace temblar por las tinieblas que rodean sus ambiciones y propósitos.

Detengámonos a este respecto en la forma en que Chávez está manipulando la crisis que sacude al sistema capitalista mundial, que no es que esté diciendo, al igual que el resto de los líderes mundiales, que contiene los gérmenes tras los cuales sigue la revolución colectivista y totalitaria, pero sí aprovechando la brecha que surge a raíz del colapso momentáneo y pasajero de la economía libre, para radicalizar su programa de control férreo de la economía privada venezolana, de acosarla hasta que ya no le quede aliento para batallar y sobrevivir y a la vuelta de un año o quizá meses, el arroz y la harina , el aceite y la cerveza, el trigo y la pasta, el maíz y la arepa tengan un solo sembrador, un solo cosechador, un solo almacenador, un solo distribuidor, un solo vendedor y hasta un solo consumidor: Hugo Chávez.

Y por ahí seguiría hacia la banca, las automotrices, las procesadoras, las metalmecánicas, textileras, constructoras, alumínicas y de todas las líneas de producción y ensamblaje que nos hicieron pensar un día éramos una economía mixta diversificada, en auge y en capacidad de colocarnos en sitiales privilegiados de la economía mundial.

La gran pregunta es: ¿Está la sociedad civil venezolana con sus partidos, gremios, sindicatos, instituciones, credos, ONG, obreros, estudiantes y profesionales en capacidad de contener la ola colectivista y totalitaria, de repeler la más grande ofensiva que hemos conocido en los últimos 50 años contra la democracia y la libertad, de obligar a Chávez y a sus seguidores a respetar la constitución y las características plurales de nuestra sociedad para que retroceda y la lucha política se regularice como en cualquier país democrático y civilizado?

Evidentemente que sí, aunque sería ingenuino no admitir que en los últimos meses Chávez ha avanzado más en sus propósitos y que de no contenerlo ahora, puede ser que nos devuelva una Venezuela agónica, destruida, desgarrada y de difícil, sino imposible, reconstrucción.

Como la Rusia que dejó el comunismo y la Cuba y Corea del Norte que sobrevivirán a los hermanos Castro y a Kim Jong-il, como los países que victimas de terremotos, tsunami, deslaves y explosiones volcánicas ven que con el arrase de su medio natural también se va parte de su espíritu, de su alma.

 
 

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