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Gobierno y oposición frente al 2009
por Manuel Malaver  
domingo, 1 marzo 2009


Negar que con el millón de votos de ventaja que obtuvo sobre la oposición en el referendo del 15-F, el gobierno acumula un capital político sólido para cruzar el desierto de la crisis económica que se avecina, es tan ingenuo como afirmar que, por eso mismo, puede continuar dilapidando recursos y oportunidades, olvidado de las grandes urgencias nacionales y colgado de la ilusión de una revolución que, tanto dentro como puertas afuera, luce tan inviable, como inapetecible.

Mensaje que es estrictamente igual al emanado del mecanismo de copiosas elecciones y referendos con que la autocracia plebiscitaria chavista se ha parapeteado en el poder, pero que ahora, a 10 años de su inicio y con los males nacionales tiñéndose de presagios apocalípticos, podría ser el último cheque en blanco que el electorado pone en manos del caudillo redentor.

Máxime cuando la oposición democrática ha venido creciendo en proporción directa a la frustración que elección tras elección manifiestan crecientes sectores populares contra los resultados de las políticas seudobolivarianas y seudos revolucionarias, lo cual la convierte en una tendencia en auge difícil de contener y derrotar, amenazando, de paso, con pasar a ser mayoría nacional tan pronto terminen de agotarse las expectativas con relación a Chávez y su proyecto.

No es una ilusión, ya que, si contando con el apoyo de mayorías que a veces llegaron a rozar el 80 por ciento, un estado fuerte donde la independencia de los poderes desapareció al otro día de hacerse Chávez con todo el poder y un ingreso petrolero producto del ya finalizado ciclo alcista de los precios del crudo que llegó a totalizar en los últimos 4 años la bicoca de 850 mil millones de dólares, los males nacionales no se corrigieron sino que aumentaron ¿qué cabe esperar ahora cuando la urgencia de enfrentar la crisis encuentra al gobierno exhausto, desvalijado y con el status de pobre de solemnidad?.

En otras palabras: que si bien los resultados del 15-F pueden portar la clave para que el chavismo recupere el paraíso cuando, no solo crecía, sino que agotaba más y más las opciones de la oposición, también puede ser la puerta de ingreso al infierno en que se desplome de manera definitiva y no le quede otro alternativa que sobrevivir como minoría y ante el acoso de todo un país que le contará los años, meses, semanas, días, horas y segundos que le restan en el poder.

A este respecto es indefectible que el gran reto de Chávez en el 2009 será habérselas con los desequilibrios que rondan sobre las cuentas fiscales las cuales, como consecuencia de la caída de los precios del petróleo estaban significando para fines de la semana en curso una reducción de entre el 65 y 75 por ciento del ingreso fiscal petrolero, que representa una merma de 10.000 a 15.000 para un presupuesto que se había elaborado contemplando ingresos de 39.000 millones de dólares.

O sea que, hablando en criollo, cristiano o lenguaje coloquial, a Chávez se le apagó el motor financiero, se le agotó la chequera, se le secó la botija, ya que, si como se presume, no existen los fondos de reserva para compensar la caída de los ingresos, entonces sería inevitable que aplique una terapia de shock como la que tantas veces le criticó al FMI y al Banco Mundial.

Hablamos, desde luego, de una drástica reducción del gasto público, de una devaluación severa del bolívar, o de un aumento en las tasas impositivas al par que se crean nuevos impuestos, medidas que por más que se controlen sus efectos con relación a las políticas sociales, el poder adquisitivo y la oferta de bienes y servicios para los más pobres, siempre son las horcas caudinas en que terminan las fantasías de los redentores.

Y por una razón muy sencilla: en cualquier economía toda política restrictiva, ya se refiera al gasto, la circulación monetaria, el poder adquisitivo, o la oferta de bienes y servicios, siempre termina golpeando con preferencia a los más pobres, a los más vulnerables, pues cuentan con menores coberturas a la hora de escapar al desempleo, la inflación o el desabastecimiento.

De modo que, cualquier sea la receta adoptada por Chávez, ya sea que se refiera a un laissez faire (no pararle a la crisis), o a una mini terapia de shock, es evidente que tendrá que enfrentar otra vez a los sectores populares cuyo bienestar lleva 10 años diciendo son la preocupación fundamental de su gobierno, pero que tan pronto gana o pierde elecciones, pasa a ignorar porque su preocupación no son los pobres reales y concretos, sino la entidad metafísica, abstracta o maniquea que conviene halagar para darle un matiz redentor a la revolución.

Y en una espiral de afectos y desafectos, de olvidos y desolvidos, cada vez más cerca del punto de quiebre, de un límite a partir del cual no hay más allá y lo que queda es una ruptura traumática que liquida cualquier reconciliación futura entre los agentes o factores.

Rompimiento que tendría que ser la gran oportunidad de la oposición, pero eso sí, si se mantiene viva, vigente, solvente y presta a jugarse las cartas definitivas para poner fin a la autocracia.

Para ello es imprescindible, antes que nada, acercarse a los sectores que por ser los más pobres, desprotegidos y vulnerables de la población, tienden a ser los más golpeados por las engañifas del populismo y los caudillos redentores, por cuanto, sin recursos para escapar a los embates de las injusticias y la desigualdad, son especialmente propensos a echar mano a cualquier tabla de salvación.

Un atajo por el que siempre terminan, tanto más pobres, como convertidos en súbditos de una monarquía totalitaria que a través de sus carencias los unce a una perspectiva de miseria, vasallaje y esclavitud.

Ejemplos, los de los países que fueron víctimas del llamado “socialismo real”, en los cuales, el empobrecimiento creciente, fue ocasión para que las cadenas de la dictadura afincaran con más rigor en los cuerpos y mentes de los sometidos.

Pero, de igual manera, la oposición democrática venezolana no debe darle más plazos a la tarea de renovar su liderazgo, a la urgencia de que nuevos nombres y nuevas organizaciones pasen ocupar las primeras filas en el ejército que debe rápidamente ponerse en pie para emprender las batallas del futuro.

Y con un mensaje igual de nuevo, fresco y en capacidad de convencer a quienes por haber perdido sintonía con la cultura de la tolerancia, la pluralidad y la diversidad son reacios a admitir que solo la democracia contiene una promesa de rescate, renovación y recuperación del país.

El reto de los retos, en definitiva, pero sin cuyo cumplimiento Venezuela seguirá la dinámica de aquellas sociedades que por darse demasiado tiempo en sacudirse un totalitarismo en ciernes, reacción pero cuando ya no quedaban más salidas.

A este respecto me atrevo a decir que aun estamos a tiempo, pero sin que se me escape que cualquier dilación en la urgencia de poner a Venezuela en pie de lucha, es como un tanto que agregamos en el score de los colectivistas, de los autócratas y los totalitarios.

 
 

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