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Acosta Carlez eructa de nuevo…
pero contra Chávez
por Manuel Malaver  
domingo, 29 junio 2008


Es como para creer en esas señales ocultas y misteriosas que el orden o desorden de las cosas se permite a veces segregar y da lugar a tanto discurso sobre la ley metafísica de causa y efecto que algunos hinduizantes despachan como ley del karma y otros, más cristianos, como de reciprocidad: pero sin duda que Chávez jamás esperó que el general y gobernador de Carabobo, Acosta Carlez, le eructara en su propia cara, mientras lo llamaba “padre” y se preparaba a lanzar su candidatura para la reelección en noviembre próximo.

Decisión que explica porque si uno visita, o pasa por la capital de Carabobo, o cualquiera otra de sus ciudades o pueblos importantes en uno de estos días, encuentra que los afiches, pintas y pancartas del comandante-presidente han desaparecido de calles y avenidas como por encanto, mientras carreteras y autopistas son tomadas por manifestantes iracundos, revolucionarios y socialistas, que protestan por la inseguridad, la falta de viviendas, la corrupción, el desabastecimiento, la inflación y piden a gritos que Chávez sea desalojado del poder cuanto antes, de una vez por todas y por la forma que sea.

O sea, que la guerra civil entre chavistas y acostistas por el poder en el estado Carabobo ha sido declarada, que ya conoce sus primeros expulsados, traidores y renegados, y es posible que, antes de que se decida en noviembre, llegue a males mayores como el cese de Acosta Carlez en sus funciones, su enjuiciamiento y reducción a un oscuro calabozo en la cárcel de Tocuyito.

De modo que la tan cacareada guerra civil anunciada por Chávez entre la revolución y la contrarrevolución, entre el socialismo y el capitalismo, entre los proletarios y los bugueses, no empezó por otra causa que no fuera el reparto del botín de un pequeño estado del centro del país, y no tiene otros protagonistas que el comandante-presidente y el general que ascendió vertiginosamente en lo político y militar porque tuvo el arrojo, emprendió la audacia, perpetró la hazaña, de eructar estentóreamente, y con orgullo, ante las cámaras de televisión del país y del extranjero.

Lo manifestó el propio Chávez, quien jamás se cansó de alabarlo y celebrarlo en reuniones, desfiles y manifestaciones revolucionarias, llegando al extremo de ascenderlo y promoverlo como gobernador de Carabobo en premio al cinismo, la desvergüenza y la mala educación de haberla emprendido a “eructazos” contra el Manual de Urbanidad de Manuel Antonio Carreño.

Pero no fue solo por el eructo que resultó premiado, sino que Chávez jamás olvidó que esa mañana, Acosta Carlez, allanó una embotelladora de refrescos, una bomba de gasolina, diversos expendios como abastos y bodegas, y dirigió personalmente a un grupo de guardias nacionales en la represión salvaje a una manifestación de mujeres indefensas que protestaban contra las tropelías que desde hacía tiempo ejecutaba en Valencia el entonces jefe del Core 2 de la GN.

De modo que promover a Acosta Carlez como gobernador de Carabobo, resultó también en un castigo adicional al eructo y a la represión que dirigió en persona contra los obreros y mujeres de esa entidad, y buscaba cobrarle a los valencianos y carabobeños su apoyo multitudinario al paro petrolero de diciembre del 2002, y el comportarse, desde siempre, como unos de los grandes bastiones de la oposición constitucional y democrática.

Ello explica, igualmente, que durante los 4 años que Acosta Carlez operó como gobernador de la entidad, se le permitió y estimuló a expoliar inmisericordemente los recursos que pertenecen a todos los carabobeños, a asociarse con bandas de narcotraficantes y casineros que cuentan con el apoyo y protección de los cuerpos de seguridad regionales, a organizar pandillas en la Policía de Carabobo especializadas en el secuestro de ciudadanos, el sicariato y los ajuste de cuentas, y a prohijar, a través de proyectos de construcción de viviendas, negocios aduaneros, y el cobro de comisiones ilícitas, a una burguesía roja local que pasa como de las más aprovechadas entre las secciones que forman la llamada boliburguesía.

Situación y escándalos que ruedan desde hace meses por la opinión pública, pero no por iniciativa de políticos y comunicadores identificados con la oposición, sino de los mismos chavistas exaliados y excompinches de Acosta Carlez, que descubrieron de repente se trata de un forajido de altísima peligrosidad que merece figurar en la lista “de extraditables” del presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez.

No se crea, sin embargo, que tal ofensiva obedezca a algún propósito de enmienda, de aplicar la ley a un corrupto y contribuir a que la paz, la decencia y buena educación regresen al Estado Carabobo, sino a que simplemente se le está cobrando a Acosta Carlez lo que era imposible esperar de él durante los días del eructo y de la represión de trabajadores y mujeres indefensas, como es negarse a permitir que Chávez le nombre un sucesor a la gobernación del estado, que es, además, su archi enemigo político y militar.

Nos referimos al jefe de la guarnición de Valencia, general del Ejército, Clíver Alcalá Cordones, que ha resultado ahora el favorecido por Chávez para optar a la gobernación de Carabobo en las elecciones de noviembre, y en circunstancias en que el comandante-presidente decidió que Acosta Carlez puede darse por bien pagado y no puede aspirar a otra cosa que a un retiro honroso y bien remunerado.

Propuesta que ha sido rechazada con indignación por el general Eructo y alegando que, ¿cómo es eso que si Chávez pretendió, y aun pretende, ser presidente vitalicio de Venezuela, si entregó, de paso, el estado Barinas en comodato y disfrute de por vida a sus padres y hermanos, él, que salvó la Quinta República y la Revolución con un eructo, no puede aspirar a gobernar a Carabobo hasta que la muerte los separe y legarlo a sus padres, hermanos, esposas, hijos y nietos?

Y por ahí se rompieron las hostilidades, que ya van por el nombramiento, vía elecciones primarias, de un nuevo candidato que no es el general Alcalá Cordones, sino uno peor, el conductor del programa de televisión “La Hojilla”, Mario Silva, quien tiene la misión de mantenerse lo más bajo posible en las encuestas para justificar en cuestión de semanas que se le debe nombrar un sustituto y el cual no será otro que el mismísimo general, Clíver Alcalá Cordones.

Hombre de armas, al que no se le conoce siquiera un eructo como el de Acosta Carlez, pero que es muy eficiente defendiendo a su jefe en los cuarteles, desplazando a la tropa a cuanta manifestación, huelga o motín pongan en peligro al régimen y riendo a carcajadas, celebrando y participando en cuanto chiste malo se le ocurra a Chávez, como fueron los actos de celebración del 187 aniversario de la batalla de Carabobo, precisamente en el campo donde se selló la independencia del país.

Pero al que hay que donarle un estado como regalo por los favores recibidos, al que hay que constituir en un nuevo general Eructo, al que también habrá que devaluar y perseguir cuando se descubra que aprovechó sus cuatros años en el poder, no para hacer la revolución, sino para fortalecer una posición política, económica y militar a la cual resultará imposible renunciar.

Pero todo ello si, como algunos optimistas presumen y desean, la guerra entre el héroe del Museo Militar y el general Eructo no concluye en una confrontación armada donde los generales gordos del general Rangel Briceño, se enfrenten a los más gordos aun generales de Acosta Carlez y todo su resuelva en el descubrimiento de un nuevo método de hacer dieta que comienza con una revolución y termina cuando los revolucionarios de desgarran en los campos de batalla para rebajar unos cuantos kilos.

 
 

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