Negar-como ya lo hace Chávez-
que la oposición democrática continuó en la ruta de
arrebatarle las mayorías electorales a la revolución
colectivista y neototalitaria, es tan ingenuo como suponer
que la caída de los precios del crudo no va afectar a la
economía y el gobierno puede seguir su escandaloso nivel
de gastos como si no hubiera pasado nada.
Chávez, en efecto, no cuenta a partir del domingo con la
mayoría de electores de lo que se ha dado en llamar el
“corredor electoral” (Área metropolitana de Caracas, más
los Estados Miranda, Aragua, Carabobo, Lara y Zulia), que
concentra el 46 de la población total del país, los
grandes distritos industriales, comerciales y financieros,
las más importantes instituciones universitarias y centros
de investigación, así como las sedes principales de la
iglesia católica, la FAN y de gremios empresariales y
sindicales.
O sea, “el corazón de Venezuela”, de la vanguardia
científica y tecnológica en todas sus expresiones, la que
palpita con las últimas novedades en electrónica y
tecnologías de la información, y puede con toda propiedad
decir que representa nuestra vitrina de exposición en la
civilización del siglo XXI.
En otras palabras, que el chavismo como fenómeno político,
no solo se vuelve minoría, sino que se ruraliza, pasando a
ocupar en el marco de la sociedad postindustrial, el lugar
que en una sociedad en movimiento hacia el futuro, los
desfases reservan a los sectores más inerciales, a
aquellos con más tendencias estatistas y paternalistas,
como que, su atraso con relación al desarrollo, los
convierte en víctimas fáciles del centralismo, el
autoritarismo y el caudillismo.
Lo cual no quiere decir que no se trata de una Venezuela
sacudida por las pugnas entre la premodernidad y la
modernidad, el mercantilismo y el capitalismo, el
populismo y la economía de mercado, como se reveló en el
hecho de que en los 17 estados en que ganó el chavismo,
por lo menos en 6 lo hizo con márgenes de 3,4 y 5 puntos y
hubo tres entidades regionales, Barinas, Guárico y
Bolívar, en los cuales ganó porque la oposición concurrió
a las elecciones con 2 y hasta 3 candidatos.
De modo que, ni siquiera en los estados donde el chavismo
dio muestras de supervivencia puede asegurarse que
encontró la clave para permanecer y adelantar políticas
que lo regresen al centro político y electoral del país,
ya que, al tratarse de una periferia sometida a los
fracasos de la política estatal, pasará a sumarse al
torrente opositor que clama por el fin del actual estado
de cosas.
Será una explosión de la cual pueden encontrarse síntomas
según un se asoma a las protestas que se suceden a diario
en las capitales y ciudades importantes del interior, con
sus cortes de ruta, su enfrentamientos con la burocracia
estatal y contra las cuales siempre llueven quejas de que
traicionan las promesas oficiales y violan los derechos
humanos.
Y que, si determinaron la presencia de los más pobres en
las calles en los años en que el ciclo alcista de los
precios del crudos significó que el estado venezolano
dispusiera de la riqueza más cuantiosa y creciente que ha
conocido en toda su historia, ahora cuando los precios se
desplomaron en 6 meses, de los 125 dólares en que
estuvieron a mediados de julio, a los 44 en que estaban
ayer, no es difícil establecer que el infierno para Chávez
el próximo año será un país en revuelta permanente y sin
posibilidades de encontrar respuestas de parte del
gobierno.
En definitiva, una consecuencia de la sordera y la ceguera
más agudas que ha padecido gobierno alguno en Venezuela en
los últimos años, enfermo, además, del peor mal que puede
sufrir gobierno alguno, y que no es otro que una
ideologización extrema a nombre de la cual se soslaya
cualquier realidad, cualquier urgencia, necesidad y clamor
si no contribuye a que el caudillo, el comandante en jefe,
el máximo líder, concentre la mayor cantidad de poder y en
el mayor tiempo posible.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |