No encuentra Chávez que
argumento inventar para convencer a sus seguidores de que
sigue siendo un “duro de matar” en las urnas, y que
cualquier cosa podría pasar el 23 de noviembre próximo,
menos que los resultados determinen que la oposición pasa
a recuperar más de la mitad de las gobernaciones y
alcaldías del país.
Uno de los más socorridos que le he escuchado en los
últimos días, por cierto, son unos pronósticos que llama
“matemáticos” y que más o menos rezan así: “Fíjense
ustedes” dice y saca un papel “hagan esta cuenta que es
muy sencilla y notarán que no podemos perder: en las
elecciones a gobernadores pasadas, nuestro candidato sacó
aquí 320 mil votos y el de la oposición 399 mil, o sea que
el nuestro perdió por 79 mil votos… por solo 79 mil. Ahora
bien, cómo al día de hoy el PSUV tiene 600 mil inscritos
en el Estado, se cae de maduro que si el candidato de la
posición saca la misma cantidad de votos o menos que en
las elecciones pasadas (cuestión muy difícil que no suceda
porque ya están muy desgastados), entonces nosotros
barremos con 201 mil votos, que es el resultado de restar
399 mil de 600 mil”.
Y los asistentes desde luego -pero sobre todo los
ministros, el candidato a gobernador y su comando de
campaña, y los 200 guardaespaldas que lo siguen por todas
partes- prorrumpen en un estruendoso aplauso, lanzan vivas
y hurras ensordecedores, hacen resonar bombos y canciones
de Alí Primera y lo que segundos antes era un auditorio
atento a los números de tan docto profesor, se convierte
en un atajaperros, en un zafarrancho difícil de siluetar y
discernir.
Si Chávez y sus salas situacionales, ministros y
candidatos a gobernadores y alcaldes, seguidores y
guardaespaldas, sin embargo, manejaran un poco más de
información se enterarían, que no se trata de un argumento
original en absoluto, pues al primero que se lo oí fue al
caudillo y candidato presidencial adeco en las elecciones
del 98, Luis Alfaro Ucero, quien trató de convencerme a mi
y a otros periodistas en una rueda de prensa, que su
candidatura era un tiro al piso, porque según cifras del
Consejo Supremo Electoral ( el CNE de la época) los
inscritos en el total de los partidos que apoyaban a los
otros candidatos, a Irene Sáez, Salas Romer y Chávez no
alcanzaban los 3 millones y medio de militantes, mientras
que AD contaba con casi 4 millones y medio de militantes
recensados y confesos que incuestionablemente votarían por
él.
Y me acuerdo que Alfaro hace 11 años, como Chávez el
jueves en Maracaibo, sacaba un papelito y hablaba de las
decenas de comités regionales que tenía AD en todo el
país, y de los cientos de distritales, y de los miles de
municipales, y de los cientos de miles de comités de
bases, y de los 4 millones y medio de votos, y siempre muy
serio y diciendo que no había nada que discutir ni que
dudar, “porque se trataba de simples matemáticas”.
En otras palabras, que los últimos caudillos nacionales,
Alfaro Ucero y Chávez Frías, dieron síntomas con una
distancia de 11 años de la misma enfermedad, del síndrome
que se conoce en psiquiatría como confusión y
trastocamiento de la realidad, pero uno por senil y otro
por adolescente tardío, al pensar contra la experiencia
que los asuntos humanos, y en especial los políticos, son
estáticos y no profundamente dinámicos, inestables e
imprevisibles (como sucedió con los 3 millones de
militantes inscritos en el PSUV que se abstuvieron en el
referendo de diciembre pasado y fueron decisivos para que
Chávez lo perdiera) y sujetos a los avatares,
circunstancias y vendavales a que, por lo general, somete
un ambiente hostil a individuos que tienen escasas
posibilidades de influir en su curso y destino.
Sobre todo, si se las han con gobiernos autoritarios y
caudillos mesiánicos, fundamentalistas y dogmáticos que
creen que las cosas no están mal porque están mal, sino
porque los ciudadanos piensan que están mal y lo que
procede es hacerles un permanente lavado de cerebro, vía
cadenas radiales y televisivas, para que comiencen a
pensar y sentir lo contrario, y si no, no queda más
remedio que aplicarles la fuerza.
Tarea ciclópea que tiene que dirigirse fundamentalmente a
los 5 millones de inscritos en el PSUV, que, como los
cuatro millones y medio de adecos en 1998, no tienen
ninguna razón para sentirse orgullosos de portar el carnet
de militantes del partido oficial, llevan 10 años
sometidos a la atroz sospecha de que están equivocados
pero sin poder manifestarlo, que han sido objeto de la
burla más sangrienta que ha sufrido colectivo político
alguno de la historia del país, y vagan como fantasmas por
ciudades, pueblos y campos inundados de basura, huyendo
del hampa, comprando velas o lámparas a gas para paliar el
próximo apagón, o buscando en bodegas, abastos y mercados
el último artículo en desaparecer de la cesta básica.
Revolucionarios inscritos en el PSUV que si están
preocupados de algo, es de despertar de la pesadilla, de
escapar de una situación límite donde, aparte de la
escasez de alimentos y servicios con la que sobreviven, la
vida misma está en peligro, ya que de cualquier plomazón,
de cualquier ajuste de cuentas, secuestro o atraco puede
salir la bala asesina que se las arrebate.
Los 6 jóvenes de la población de Sanare que fueron sacados
el miércoles de sus casas por miembros de los cuerpos
policiales de Lara para ser ajusticiados en Chabasquén en
el estado Portuguesa, son la última prueba de ello, como
antes lo habían sido los tres hermanos Fadoul asesinados
después de ser secuestrados en Caracas por una banda donde
participaban miembros de la PM, y los que mueren los fines
de semana en el Área Metropolitana, o en los estados
Miranda, Aragua, Carabobo, Zulia, Táchira, Bolívar,
Anzoátegui según la llamada revolución se ha adentrado por
el horror de permitir que la ley del hampa sea la única
que impere en el país.
Pero me quedaría corto si no citara que el
desabastecimiento de alimentos, que como el de la luz
eléctrica, hasta hace poco se le podía poner el
calificativo de eventual, vuela a hacerse crónico y que la
Asamblea Nacional se prepara a discutir dos proyectos de
leyes donde se reglamentan la libreta de racionamiento y
los programas para que lo apagones no sucedan de corrido,
sino en períodos que den la impresión de que la luz
eléctrica aun existe.
De modo que hambre, oscuridad y hampa incontrolada e
impune, son las señales de que el síndrome de Chávez que
consiste en olvidarse de que los males existen y pueden
ser sustituidos por bravatas y malas matemáticas, no podrá
ser remediado sino con una estrepitosa derrota electoral
que lo deje a medio camino y lo convenza de que nació para
cualquier cosa, menos para presidir un país complejo como
Venezuela, o dirigir una revolución que es otro fenómeno
complejo que solo puede mantenerse con líderes que se
toman medianamente en serio a ellos mismos y a los demás.
Porque, a fin de cuentas, de eso es de lo que se trata: la
adolescencia tardía, como la senilidad, no permite a sus
víctimas escapar de sus minúsculos egos, orbitar una y
otra vez por ellos, sin permitirle asomarse al vasto mundo
que titila a un paso de sus trayectorias.
Una derrota más catastrófica a la sufrida el 2 de
diciembre pasado, es la que espera a Chávez el 23 de
noviembre próximo y él la extrapola con unas matemáticas
alfaristas, que de igual manera que pusieron fin a los
días políticos del caudillo monaguense, lo harán también
con el barinés.
Porque hay que ver lo que significa estar sosteniendo a
troche y moche y contra las evidencias, a candidatos
bacalaos como Mario Silva en Carabobo, William Lara en
Guárico, Wilmar Castro Soteldo en Portuguesa y en
circunstancias que los candidatos de la disidencia
chavista que son, por cierto, los líderes de sus regiones
y ganaron las elecciones primarias, están punteando en las
encuestas o cuentan con números que duplican a los
oficialistas y están mejor colocados para darle la pelea a
la oposición.
O sea que Chávez hoy, como Alfaro con los adecos del 98,
está invitando a sus seguidores a la derrota, a
prepararlos para que el 23 de noviembre próximo tengan que
irse del gobierno, pasar a la oposición y prepararse a
cruzar el desierto de un gobierno que perdió todas sus
oportunidades y no le queda sino recibir la extremaunción
para morir para la política en el 1012…o quizá antes.