Hasta
que se sacó de la manga la decisión de inhabilitar a
cientos de venezolanos que desean participar en las
elecciones para alcaldes y gobernadores de noviembre
próximo, Clodosvaldo Russián, tenía asegurado un lugar en
la historia como el Contralor más silencioso, inútil y
anónimo de cuantos ha conocido la República desde que se
fundó la institución por allá en 1938.
Y miren si ha tenido ocasión, no de callar sino de gritar,
no de actuar sino de sobreactuar, no de perderse en
naderías sino de hacerse sentir en los innúmeros casos en
que los venezolanos han sorprendido con las manos en la
masa a miles de funcionarios que continúan entrándole a
los dineros públicos como si se tratase de un botín.
Russián, por el contrario, no se ha dado por aludido y si
lo ha hecho es para despachar los expedientes con
recomendaciones más, recomendaciones menos, que más
parecen dirigidas a adolescentes que llegan tarde a sus
hogares, que a presuntos delincuentes que deberían ser
investigados e imputados hasta que no se demuestre lo
contrario.
Eso sí, no se trate de funcionarios electivos
identificados con los partidos de oposición, porque
llegado a estos casos, Russián, les puede acumular hasta
10 expedientes, y entre citas y citas a su kafkiana
Contraloría, es posible que el imputado queme su período
para al final ser objeto de sanciones menores.
El problema es que algunos de esos expedientes pueden
quedar “vivos”, no cerrados, a disposición de autoridades
ejecutivas que en cualquier momento necesiten hacer uso de
tales dispositivos, bien sea para ajustes de cuentas,
continuar dándole vueltas al trajín de las citas y
declaraciones, o simplemente para sacar de juego a
candidatos opositores con opción de ganarle elecciones a
los candidatos del gobierno.
Schock electrocutante que despierta al contralor de su
sueño, de su modorra, quietud y anonimia, pues en lo que
espabila un cura loco, comienza a hacerse sentir en
programas de radio y televisión, en entrevistas y
declaraciones de prensa, en charlas, seminarios y eventos
políticos donde pretende justificar que a ciudadanos, por
el solo hecho de oponerse al gobierno, se les atropellen
sus derechos constitucionales.
El tema actual de las “inhabilitaciones” es un ejemplo
palmario de ello, asomado e implementado por Russián, no
solo con terquedad, sino con saña, pues más allá de
pretender darle carta de legalidad a una flagrante
violación de la Constitución, también busca saciar
reconcomios y venganzas subalternas aplicadas a supuestos
enemigos.
A este respecto, nada más característico que la
persecución de que es objeto el actual alcalde de Chacao,
y candidato a alcalde de la Alcaldía Mayor, Leopoldo
López, quien, aparte de estar punteando las encuestas para
ganar en las elecciones de noviembre, denunció hace un par
de años que Russián incurría en la violación de la ley de
la Contraloría, pues cobraba un sueldo como Contralor,
mientras se beneficiaba de los ingresos que le procuraba
su jubilación en otra institución del estado.
Señalamiento que fue despachado con agilidad y destreza
por el Poder Moral, la Asamblea Nacional y el propio
Contralor, Russián, pues las primeras instituciones ni
siquiera le pidieron explicaciones y, en cuanto a él, se
autosancionó con unas palmaditas en el hombro que más o
menos querían decir: “Los espero en la bajadita”..
Y el momento llegó con ocasión de las elecciones de
noviembre, ya que Russián, no solo se bate por defender lo
indefendible, sino que parece haber descubierto que la
Contraloría existe, que el mismo existe y su misión como
revolucionario y militante del partido del gobierno más
corrupto de la historia del país, es acabar con la
institución que fundó en 1938 el general, López Contreras.
Y debe ser por eso que Russián rompió el silencio, decidió
trabajar y salir del anonimato, aunque fuera para sacarle
el juguito a sus 15 minutos de fama.
* |
Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |