No es que me guste comparar a nadie con Herodes, aquel rey
mítico a efectos de la eficacia literaria del Nuevo
Testamento acusado de un crimen que históricamente no pudo
cometer, como fue la matanza de los “santos inocentes”, de
los niños menores de un año entre los que sospechaba se
encontraba el recién nacido Mesías que, según los
profetas, venía a destronarlo y redimir al pueblo de
Israel.
Suceso que no por irreal e imposible ha dejado de
perturbarme desde mi más lejana infancia, y que he
terminado asociando, no con matanzas ni persecuciones de
niños inocentes o culpables, sino con todo personaje o
acontecimiento que se presenta al filo de las fiestas
decembrinas para estropear la que sin duda es la fecha más
trascendente de la cristiandad.
Pavosidad que, por cierto, se cuidan de acometer aun los
herejes más siniestros de las épocas más siniestras, como
que es una costumbre universalmente aceptada, la de
respetar la serenidad y goce de los fieles de una de las
religiones más fundamentales del planeta, haciendo un alto
en guerras, batallas, y conflictos políticos para que los
seguidores de Jesús puedan celebrar su nacimiento.
El presidente de Venezuela, por el contrario, el católico
practicante, Hugo Chávez, lector de la Biblia y al parecer
devoto de las enseñanzas de Jesús, lleva 20 de los 31 días
del mes de diciembre, imponiéndole a sus correligionarios,
los 28 millones de cristianos venezolanos, una agenda
política referida a sus deseos de ser ungido como
presidente vitalicio del país, en la cual, por supuesto,
no hace un alto en la guerra política que lleva 10 años
atragantándole a nacionales y extranjeros, sino que la
agudiza, la incrementa, la condimenta y aspira a que sea
el único tema de que nos ocupemos en estas fiestas
decembrinas.
Una hemorragia de cadenas de radio y televisión que pueden
durar entre 6, 7 u 8 horas diarias, mitines, marchas y
caravanas que estallan a cualquier hora del día y de la
noche, y ridiculeces espantables por lo fraudulentas e
inútiles, como son las recogederas de firmas, y como
nunca, gritos, insultos, procacidades y agresiones.
Pero lo peor es ver cómo, no ya los militantes y cuadros
del partido oficial que actúan en razón de que cobran por
su trabajo, sino las instituciones y poderes públicos que
de alguna manera deberían distanciarse de tamaña
ilegalidad, de tan truculenta farsa, participan en ella,
la celebran y se declaran dispuestos a llevar hasta sus
últimas consecuencia el boicot a la celebración de la
navidad venezolana del 2008, mientras afilan brazos,
manos, garras, pezuñas para firmar lo que el Herodes
tropical disponga.
Lo vimos, para no ir muy lejos, en el show que se celebró
en la Asamblea Nacional el jueves pasado, con la
“discusión” que debía aprobar la convocatoria a la
enmienda constitucional propuesta por Chávez, mientras se
presentaban unos cajones con unas firmas, que no es solo
que eran inútiles e ilegales, sino que, no podían haberse
recogido ni en el tiempo, ni en la cantidad que alegaban
sus factores.
Se podía ver en las imágenes de televisión, cómo cajas que
debían pesar decenas de kilos, si contenían las firmas que
decían contener, eran arrastradas con el dedo meñique de
una sola mano, o cómo muchas otras estaban vacías y o solo
presentaban planillas firmadas y con los datos del
firmante en la superficie.
O sea, que más al fondo, no había nada.
Ni hablar de los discursos de los oradores que apoyaron la
propuesta presidencial, auténtica antología de
rastacuerismo, sumisión y mediocridad, en la que unos
señores que se proclaman revolucionarios, sostenían a pie
seguido que estaban dispuestos a morir, sin dudar ni
preguntar por qué, si se los pedía el comandante en jefe,
el caudillo supremo, el líder máximo de la revolución
continental y mundial.
Jura absolutamente increíble, por lo demás, ya que se
trata de unos burócratas sin ninguna clase de experiencias
en sacrificios ni dificultades, hijos de los altos precios
del petróleo de todas las épocas e incapaces de arriesgar
el pellejo por algo que no sea pasarlo bien y no darse
malas pulgas porque Chávez pretenda ungirse como dictador,
y aún como monarca, de la república que pronto no será
bolivariana, sino chavista.
Y lo digo porque, si hay un legislador, pensador, político
y militar enemigo de la reelección continua, y de cuantas
veces quiera elegirse el presidente autoritario, ese fue
el Libertador, Simón Bolívar, quien, en el discurso del
Congreso de Angostura dejó para la historia una de las
frases más hermosas, democráticas, civilistas y
republicanas que conozca:
“La continuación de la autoridad en un mismo individuo
frecuentemente ha sido el término de los gobiernos
democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en
los gobiernos populares, porque nada es tan peligroso como
dejar permanecer en un mismo ciudadano largo tiempo el
poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se
acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y
la tiranía. Un justo celo es la garantía de la libertad
republicana, y nuestros ciudadanos deben temer con sobrada
justicia que el mismo magistrado que los ha gobernado
mucho tiempo, los mande perpetuamente”.
Pero no son minucias que alteren la sed de poder del
presidente Chávez, ni al jalabolismo de los diputados,
magistrados, y funcionarios que están decididos a
saciársela, aún a costa de traicionar uno de los
principios mas sagrados establecidos en el pensamiento de
un constitucionalista, de un revolucionario y patriota que
luchó como nadie contra la opresión, la tiranía y el poder
absoluto.
Y ante semejante traición al ideario y la práctica
política del Padre de la Patria por los mismos hombres y
mujeres que alegaban eran sus mejores y primeros cultores,
ante el espectáculo del jueves pasado en la Asamblea
Nacional donde se extremaron todas las ridiculeces, los
absurdos y teatralidades, donde se burló cruelmente a la
constitución, la civilidad y la ciudadanía ¿cómo pueden
los venezolanos celebrar la navidad del 2008 en paz,
serenos, con la mejor disposición para dar y recibir, para
devotar los valores de una religión campeona en el mundo
en la defensa de los derechos de los pobres, los humildes,
los menos favorecidos y objetos de todas las violencias,
atropellos y humillaciones?
¿No podía Chávez dejarnos construir nuestros nacimientos,
adornar nuestros árboles de navidad tranquilos, escuchar
nuestra música religiosa decembrina que es tan alegre,
estimulante y recuperadora, disfrutar de las hallacas y el
pan de jamón y de los abrazos conque celebramos el ser
venezolanos y estar unidos en una misma religión, lengua,
cultura, raza y territorio?
No, era imposible, porque Chávez está impaciente y está
impaciente porque el 2009 es el fin de la fantasía que le
permitió, teniendo precios altísimos del petróleo, pagar
una clientela nacional e internacional que lo sigue en sus
delirios y desvaríos, en sus despropósitos, en la mentira
de que es un líder respetado y temido por la trascendencia
de sus hechos y la profundidad de sus ideas.
También de que está haciendo una revolución y ha retomado
la bandera de los redentores para hacerla realidad en
siglo XXI
Pobre Chávez, no sabe que todo se lo debe a la riqueza que
despilfarró por el mundo para granjearse una admiración
que es uno de los disimulos más monstruosos de la historia
contemporánea y al cual no quiere enfrentarse…a menos que
los venezolanos lo elijan presidente vitalicio…Algo es
algo.