Debe
haber mucho nerviosismo en Miraflores con relación a los
resultados de la experticia que presentará mañana la
INTERPOL sobre los documentos encontrados en el computador
de Raúl Reyes, porque si no el presidente
Chávez-presintiendo lo peor- no se hubiera lanzado a
descalificar en el “Aló Presidente” del domingo al cuerpo
policial y a su homólogo colombiano, Álvaro Uribe, en los
mismos términos que hizo célebres antes del abrazo de los
dos jefes de Estado en la reunión del Grupo de Río en
Santo Domingo.
Ruptura abrupta de una suerte de armisticio no negociado
ni firmado, pero posible y esperado y que se pensó sería
la plataforma para que las relaciones colombo-venezolanas
volvieran al nivel que por 8 años hizo de los dos países
los mejores socios comerciales de América del Sur.
Por lo menos, así lo pensó Chávez, quien después de
amenazar con cruzar la frontera para darle una elección al
antioqueño y a su Ejército, dio tal frenazo que dejó en la
estacada a los presidentes de Ecuador, Rafael Correa y de
Nicaragua, Daniel Ortega, para ofrecerse acto seguido a
ponerle fin a los estropicios que el mismo había
propiciado.
Uribe, de su lado, se mantuvo más escéptico, más distante,
y sin negarse a avalar los acuerdos que habían surgido de
la alocada cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo, se
dirigió más bien a comprobar cuán seria era la promesa de
los 3 socialistas que de repente cambiaron de opinión y se
convirtieron en campeones de la paz.
No se equivocó, por cuanto Correa, que ya había hecho una
primera vez de títere de Chávez, no quiso hacerlo una
segunda, y persistió en criticar y enfrentar a Uribe en la
idea de presentarlo como agresor y culpable de que las
FARC tuvieran un campamento en territorio ecuatoriano.
Lo que siguió después es que, tanto el gobierno
colombiano, como sus aliados internacionales, presionaron
a Chávez para que por lo menos hiciera callar a su pupilo,
pero al no lograrlo, el presionado terminó siendo él.
Pero lo peor es que, de la impotencia del líder máximo de
la revolución continental y mundial, surgió la sospecha de
que pudiera estar de acuerdo con Correa para mantener una
suerte de pistola apuntando a la cabeza del antioqueño,
siendo que, de lo que realmente se trata es que el
desprestigio de Chávez por bravucón se ha elevado a tales
niveles que ya ni un jefe de estado insuficiente mental
como Correa le para.
Y es aquí donde el comandante-presidente empezó a recibir
la presión del computador de Reyes, pues se piensa que
siendo el único socialista y revolucionario que tiene que
dar cuenta por los documentos que de manera tan explícita
lo involucran en las actividades terroristas de las FARC,
haría un esfuerzo extra para que tanto Correa, como
Ortega, honren los acuerdos que firmaron, primero en Santo
Domingo y después en la reunión de cancilleres de la OEA
en Washington.
Y si no, Chávez se verá transitando a partir de mañana por
el calvario de que ya no son solo investigaciones
periodísticas, ni informes de inteligencia, los que hablan
de su cercanía y colaboración con un grupo terrorista como
las FARC, sino también una autoridad internacional
dependiente de la ONU, con los recursos, experiencias y
mecanismos necesarios para pronunciarse, más allá de toda
duda razonable, sobre la autenticidad de los documentos
encontrados en el computador de Reyes.
Y después del pronunciamiento de mañana, no quedaría sino
esperar que los organismos multilaterales en las
instancias que tienen que ver con la defensa de los
derechos humanos, actúen y actuar en este caso es, primer
lugar, pedirle cuentas a Chávez de por qué llegó tan lejos
en sus relaciones con una organización acusada de la
comisión de crímenes contra la humanidad.
De modo que tuvo razón Chávez en su pataletera del domingo
contra la INTERPOL y Uribe, pues del resultado de las
experticias que el cuerpo policial presentará mañana, va a
depender que empiece a tratárselo o no como el jefe de un
estado forajido.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |