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El olvidado de Pekín 2008
por Manuel Malaver  
miércoles, 13 agosto 2008


Anótenlo: Chávez no fue a la inauguración de los “Juegos Olímpicos de Beijing 2008” porque no lo invitaron y no lo invitaron porque los líderes chinos están hartos de este revolucionario sesentoso que cada vez que se da una vuelta por la Gran Muralla se deshace en elogios a Mao Tse Tung y a la revolución socialista que durante casi tres décadas convirtió a China en uno de los países con mayores índices de pobreza, desigualdad e injusticias sociales del mundo.

Cháchara que está bien se pasara por alto cuando Chávez aparecía en Beijing prometiendo el oro y el moro, diciendo mentiras como aquella de que tenía la clave para solucionar los problemas energéticos de Asia y el globo y no ahora que ya se sabe que Venezuela dispone de reservas de crudo mayormente pesadas y que solo con enormes inversiones podrían ser rentables para cualquier país que no sea Estados Unidos, que ya las hizo.

La otra cuestión es que invitados por Chávez a invertir en gas, petróleo, minas y obras de infraestructura, los chinos se han tropezado con la gigantesca corrupción, la ausencia de reglas de juego y el burocratismo elefantiásico que campean en la revolución bolivariana, y que volatizan y transforman en activos de la boliburguesía chavista toda inversión que se proponga ayudar al pueblo venezolano, mientras mejoran las cuentas internacionales de China.

Porque algo que se niega aceptar el anacrónico y nostálgico comandante-presidente de Venezuela, es que en el país de Deng Tsiao Ping prospera un agresivo, frenético y salvaje capitalismo que es el responsable de que China crezca a tasas sostenidas de más de 10 por ciento desde hace 20 años, que se haya convertido en la segunda economía del mundo, amenace con desplazar a Japón como la referencia cultural y de desarrollo humano de Asia y reduzca a ritmo acelerado los pavorosos índices de pobreza y desigualdad que le dejó el socialismo.

Para demostrarlo la magnífica inauguración de los “Juegos Olímpicos Beijing 2008” con la exhibición de la revolución urbana más audaz y vanguardista que haya experimentado cualquiera de las capitales del mundo en los últimos 50 años, el liderazgo en las tecnologías de punta que hasta hace muy poco parecían ser monopolio exclusivo de Estados Unidos y un puñado de países de Asia Oriental y la revelación del pueblo chino como uno de los que más avanza en su empeño de probar que las leyes del mercado no son incompatibles con una reducción dramática de las injusticias, la pobreza y la desigualdad.

Y con poca o ninguna identidad con los profetas que andan por el mundo reivindicando, aconsejando y financiando recetas como las que promovió Mao Tse Tung, con el resultado de que uno de los pueblos mejor dotados de Asia y el mundo tuvo que empezar de cero, echar a la basura una utopía tan inviable como inútil y aprender de países como los que hoy son sus principales aliados, Estados Unidos y Japón, para tratar de recuperar el tiempo perdido.

También fue la causa de hambrunas, como aquella que a comienzos de los 60 desencadenó el llamado “ Gran Salto Adelante” y de las masivas violaciones de los derechos humanos que siguieron a la “Gran Revolución Cultural Proletaria”.

Y de las cuales no se salvaron los actuales líderes de China, o sus parientes más cercanos, pues no había forma de protegerse de un mesianismo totalitario que llevó a extremos su empeño en demostrar que los dogmas de la utopía marxista son viables.

De modo que, olvido total para el pichón de dictador venezolano y rechazo para una estafa ideológica que ya el pueblo chino y sus líderes saben muy bien que lo único que deja son secuelas de sufrimiento, hambrunas, desigualdad y atropellos sin fin para quienes en defensa de su dignidad se niegan a aceptar que el bienestar sea incompatible con la libertad, la democracia y el estado de derecho.      

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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