Hay una diferencia entre el
Chávez que en la campaña presidencial del 98 amenazó con
freírle las cabezas a los adecos, y éste, el presidente
del 2008, que ordena pulverizar a los candidatos a
alcaldes y gobernadores disidentes que decidieron
postularse al margen del úkase presidencial, y es que,
hace 10 años, Chávez era un candidato más, con una derrota
estrepitosa acuesta en su estreno como militar facistoide
y golpista y escasas probabilidades de salir electo; y el
de ahora, el de septiembre, es el presidente que ha
acumulado más poder en la historia de Venezuela después de
Juan Vicente Gómez, y puede hacer realidad, lo que antes,
más que amenaza, pareció una broma.
Para confirmarlo, la horda que encabezada por el
presidente del Consejo Legislativo del Estado Barinas,
Miguel Ángel León, atacó el sábado en la noche la sede de
la alcaldía de la ciudad capital, pintando consignas
contra el alcalde y candidato a la gobernación, Julio
César Reyes, quien había decidido renunciar al chavismo en
protesta por la conversión de la entidad en un feudo y
propiedad tribal de la familia Chávez que lleva un
decenio, expoliándola.
En otras palabras, que antes de tomar la drástica decisión
de separarse del “socialismo del siglo XXI”, Reyes, y el
también disidente y candidato a alcalde de Barinas, Wilmer
Azuaje, se cansaron de denunciar los abusos y tropelías de
la llamada “familia imperial”, que, lejos de ser
investigada por el Chávez presidente y controlada y
limitada en su insaciable acumulación de tierras y
capital, recibió todo el apoyo para que siguiera creciendo
como una hidra letal que engulle cuanto objeto de valor se
le cruza en su camino.
Así, por ejemplo, cuando comenzó el año electoral en
curso, había un Argenis Chávez que aspiraba suceder en la
gobernación al fundador de la dinastía, Hugo de los Reyes
Chávez; otro, Narciso Chávez, que pretendía ser alcalde de
Barinas; y un último, Aníbal Chávez, que era candidato a
reelegirse como alcalde de Barinitas.
Aberración nepótica y escándalo de corrupción sin
precedentes en la historia pasada y reciente del país, que
generó una protesta nacional y obligó a Chávez a moverse
para disolver y dejar sin red ni avío a la que ya era una
pura y simple “Cosa Nostra”.
No se crea que lo hizo, sin embargo, para promover a
algunos de los muchos chavistas barineses que se habían
unido a la protesta y era quienes más abogaban por el
adecentamiento del estado, sino para ungir al mayor de los
hermanos Chávez, Adán, para cedérselo y continuara la
tradición que con tanto esmero había instaurado el padre.
Y esta fue la gota que rebasó el vaso, el motivo para que
Julio César Reyes, y Wilmer Azuaje, se lanzaran como
candidatos a gobernador y alcalde y se pusieran al frente
de los cientos de miles de ciudadanos que claman por el
fin de la dinastía Chávez y se limpien y exorcicen las
tierras por las que alguna vez cabalgó, Ezequiel Zamora.
Por ahora, Chávez, comenzó rebautizando a Julio César
Reyes, como Judas César, no se sabe si en alusión a aquel
Judas que traicionó a Cristo por 30 monedas y después
terminó colgándose de un árbol; o de Julio César, el
fundador del imperio romano que traicionó a la república y
concluyó siendo asesinado en el senado de más de 40
puñaladas.
En todo caso, una clara alusión a la sangre, a la condena,
al castigo, al suicidio, al asesinato, a la suerte que
espera a quienes, atreviéndose a traicionar al dios, al
caudillo, al jefe, al comandante, al omnipotente, no los
puede esperar sino la pena máxima.
Claro, sin olvidar que estamos en Venezuela y en el siglo
XXI, en tiempos en que el padrecito Stalin, el presidente
Mao y el comandante en jefe Fidel, no pueden ser evocados
sino como alegorías, si bien no está demás advertirles a
los disidentes que llegado el caso, cambiando las
condiciones, provocando los instintos feroces, también
pueden terminar como muchos rebeldes que en el pasado se
alzaron contra la autocracia y la tiranía: en el paredón y
gritando…¡Viva Stalin!...perdón, Chávez.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |