Cómo
el triunfo del referendo autonómico del departamento de
Santa Cruz en Bolivia fue, al igual que la victoria del NO
el 2 de diciembre en Venezuela, contra el intento de
imponerles a bolivianos y venezolanos constituciones
centralistas, estatistas, cuadillistas y militaristas,
entonces puede decirse que tienen el mismo significado,
que están inscritos en la tendencia mundial de más y más
libertad, más y más democracia, y más y derechos para las
periferias, las minorías y las regiones.
O sea, para los “diferentes” que no hacen parte del
establecimiento sea político, económico, racial y
religioso, y tratan de protegerse de los centros como vía
para mantenerse unidos al llamado estado nacional.
Son ideas y consignas que, por cierto, hicieron suyas y
vociferaron los neopopulistas cuando eran minorías
políticas y buscaban apoyo entre el pobres y excluidos en
su cruzada contra la democracia y el estado de derecho,
pero que una vez llegados al poder, y convertidos en los
nuevos centros, echaron por la borda y desacreditan como
artilugios de la oligarquía para alimentar la explotación
y dominación de los pobres.
Hugo Chávez y Evo Morales, llegaron, en efecto, al poder
colgados de tan atractivos y democráticos argumentos
logrando, por tanto, en los primeros años de su gobierno,
un amplio e irrestricto apoyo popular, únicamente que en
la medida que fueron entrando en confianza, que se
sintieron fuertes e indesafiables, se voltearon contra los
excluidos, contra las minorías y regiones y han querido
someterlas a despotismos tan excluyentes, como rupestres.
Es lo que también podríamos llamar la guerra chavista-moralista
contra la descentralización, contra el proceso
intrínsecamente democrático de darle poder a los menos, a
los más débiles, a los marginados para que decidan su
propios asuntos, armen sus políticas regionales y locales,
y puedan decidir en cada momento sobre qué les conviene y
no les conviene.
Pero sobre todo, que puedan elegir sus propios liderazgos,
educar y formar aquellos ciudadanos para ponerse al frente
de sus asuntos y proyectarse para aspirar a las altas
funciones nacionales.
Y eso es todo de lo que no quieren oír hablar los
caudillejos altiplánico y llanero, empeñados en el
imposible de que los pueblos bolivianos y venezolanos
renuncien a la libertad y la democracia y las cambien por
unas supuestas ventajas económicas y sociales que les
reportará el socialismo.
Como si no fuera cierto que en la medida que Bolivia y
Venezuela se han cercado a los conatos de Chávez y Morales
de insertarlas en tan anacrónico despropósito, se han
hundido más en la pobreza y exhiben la condición de
tierras dejadas de la mano de Dios, infestadas de miseria,
injusticia, desigualdad, corrupción e inseguridad.
Entre tanto, los caudillejos solo trabajan en sus
ilusiones de poder personal, en ver como logran que los
pueblos a través de seudas constituciones los sacralicen
como presidentes vitalicios, que arrasen con la
independencia de los poderes, transformen al estado en un
dios dador de lo máximo y lo mínimo y sus majestades
puedan como Fidel Castro y Kim Il Sung elegir a sus
sucesores.
Contra tal retroceso, que no es otra cosa que absolutismo
monárquico pero con socialismo, se han alzado los pueblos
de Bolivia el 4 de mayo, y de Venezuela el 2 de diciembre
pasados, y se seguirán alzando en todas las oportunidades
en que, en uso de las libertades democráticas que
sobreviven en uno y otro país, vayan a las urnas a decirle
No al socialismo, al autocratismo, al estatismo y
militarismo que son los resultados más resaltantes y
aberrantes de las revoluciones presentadas como las
últimas tablas de salvación de los pobres.
En el caso de Venezuela con variantes endógenas como una
ola de corruptelas y nepotismo sin parangón en la historia
republicana del país, y que nos colocan en la pista de
cómo a través de un orden dinástico puro y simple, ya el
país de Bolívar tiene los apellidos de quienes lo
gobernarán en los próximos 200 años.
En el caso de Bolivia, con un regreso al peor racismo que
es el que disfraza de etnicidad, y trata de rescatar el
“Ana Karina Rote… itoto manto” del imperialismo de los
indios Caribes tan caro a Chávez: “Solo los Caribes son
hombres, y los demás son sus esclavos”.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |