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Henry Falcón le tuerce el brazo a Chávez
por Manuel Malaver  
domingo, 4 mayo 2008


La prisa que se tomó el flamante vicepresidente del PSUV, Aristóbulo Istúriz, para declarar en la manifestación del Primero de Mayo, que “Henry Falcón no había sido expulsado del partido de gobierno, y que el general Muller Rojas no quiso decir que estaba expulsado cuando dijo que estaba expulsado”, es indicativa de lo que sucede en los partidos oficiales cuando los líderes reales se alzan contra los burócratas y estos no tienen más camino que rendirse o hundirse en el ridículo.

Bajada de pantalones propiciada en este caso por la impotencia, ya que ni el centro ni en la periferia de la llamada revolución, existe ya la fuerza física ni la autoridad moral para imponer decisiones militaristas y sostenerlas a troche y moche, exponiéndose, tanto a la burla, como a un desacato que no tardará en ser imitado.

De modo que lo mejor es dejar otra vez en ridículo al desvencijado general Muller Rojas, y a las más desvencijadas aun autoridades del PSUV en el estado del Tamunangue y del Golpe Tocuyano, tratando a toda costa de salvar la poca autoridad que le queda al comandante-presidente después del fracaso de una de las órdenes más autoritarias e ingenuas que se le conoce.

Nos referimos a la terquedad de prohibirle a los líderes regionales del cuasi partido oficial de lanzar sus candidaturas para las elecciones de alcaldes y gobernadores de noviembre próximo a menos que contaran con su “autorización”, sin duda que tras la avilantez de que los electos no fueran sino los dirigentes más grises, nulos, silenciosos y destacados en el arte de doblarse, jalar y lamer.

Lo que ha provocado, por el contrario, es que en todos los estados y municipios donde existen líderes con luz propia y que se han ganado sus liderazgos trabajando y encarando los problemas de los más pobres y excluidos, le han pintado la que te conté y siguen con sus planes de ser candidatos sin que nada ni nadie los perturbe.

Porque es que, ni Hugo Chávez con los 35 mil millones de dólares en reservas internacionales del país que acumula en su chequera personal, ni Istúriz con su diploma de “más votado” en las recientes elecciones que seleccionó los nombres para que Chávez designara los directivos del PSUV, ni Muller Rojas con su largo currículo de gobernador de un estado durante la Cuarta, que saltó de militar retirado a activo en tiempos de la Quinta, disponen ya del millón de votos que serán depositados en un 70 por ciento por los larenses para elegir a Henry Falcón como gobernador del Estado.

Y en circunstancias de que se trata de un electorado que hasta poco tiempo sufragó por los candidatos chavistas, como lo revelan los casos del propio Falcón y del gobernador Luis Reyes Reyes, pero convencido ahora que su última apuesta por la revolución que se convirtió en satrapía, es jugárselas por estos disidentes que han tenido el coraje de decirle NO a la autocracia, pero sin renunciar a sus ideales de lucha y trabajo a favor de los más pobres y excluidos.

A este respecto no puede negarse que el programa de Henry Falcón resultó eficaz, circunscribiéndolo a trabajar por sus electores, a construir viviendas, escuelas, hospitales y carreteras, a mejorar la seguridad y recoger la basura, mientras Chávez, Istúriz y Muller perdían 9 años hablando como unos loros, predicando la vieja nueva del socialismo y extraviados en simplezas como la crisis inevitable del capitalismo, la derrota inminente del imperialismo y de los Estados Unidos y la salvación de la humanidad.

Eso sí, dándose la gran vida, con Chávez instalado en el avión privado más lujoso y caro que conoce la historia de la aeronáutica civil (unos 60 millones de dólares) para surcar los cielos del planeta y mientras en palacios, castillos y casas de gobierno le preparan fastuosas recepciones; Istúriz como titular del despacho ministerial de Educación, Cultura y Deporte donde se dedicó a cualquier cosa, menos a elevar el nivel de los alumnos y a mejorar las instalaciones escolares y sin dejar nada notable que no fuera la exquisitez progringa de hacerse llamar “afrodescendiente” y no “el negro Aristóbulo” que es como cariñosamente lo conoce todo el país; y Muller en las de siempre, en su papel de rebelde sin causa que le saca el jugo a todos los gobiernos y sistemas, conspira contra unos y defiende a otros, pero lo más apartado posible del clima de los barrios, cerros y fábricas que, al parecer, le produce alergia.

Aislados, en definitiva, de los problemas que agobian a las dos terceras partes de un país que ve estupefacto cómo los gigantescos recursos provenientes del ciclo alcista de los precios del petróleo que se catapultaron en el último mes hasta los 130 dólares el barril, se dilapidan en el delirio prejuvenil, en el sueño loco y neurótico de un presidente cuya única pasión es hacerse un lugar entre los líderes de la revolución mundial, en la galería de sociópatas que de Stalin a Fidel Castro, de Mao a Mugabe, han dado cuenta de la salud económica, social, y política de un grupo de países que en un momento llegaron a contar más de la mitad de los habitantes del globo.

De aquello que se llamó el mundo o sistema socialista, que fue destruido después de 70 años de fracasos por los pueblos a quienes supuestamente conduciría al paraíso terrenal y los cuales, para tratar de recuperar el tiempo perdido, han regresado al paradigma del progreso en libertad, de la igualdad y la justicia que se funda en la inversión social que genera empleo, bienestar, pero sin renunciar a la democracia y el estado de derecho.

Chávez, por el contrario, en una aberración que dará mucho que hablar a los psiquiatras y etólogos del futuro, decidió desandar lo andado, no admitir el fracaso del socialismo que siguen gritando los pueblos que destruyeron a la URSS, a la China de Mao, los países comunistas de Europa del Este y los de Asia y África, y desde entonces lleva a cabo el ridículo sin parangón de negar que alguna vez el comunismo fue pulverizado, o por lo menos, que no lo fue de forma tal como para que él no intente resucitarlo, reconstruirlo y reconducirlo.

Lo grave es que tal desatino no lo está intentando de la única manera que un revolucionario de verdad lo haría, como es empezar de cero, fundar un partido, captar militantes, promover huelgas, insurrecciones, guerra de guerrilla, desafiando el poder y exponiéndose a persecuciones, torturas, cárceles y exilios.

No, nada de eso. Chávez se camufló como militar de carrera durante casi 20 años, la pasó en grande en las filas de un ejército pacifista, tercermundista y petrolero, no conoció las privaciones, los riesgos y los traumas de las organizaciones militares involucradas en guerras civiles y aventuras extranjeras, y puede decirse que de puro aburrido, como teniente coronel, intentó dar un golpe de estado que fracasó estrepitosamente, pero que le procuró la popularidad necesaria para participar en unas elecciones presidenciales que ganó con alguna comodidad por las bondades y virtudes de la democracia.

Pero lo insólito fue que ya como presidente de la República, y sintiéndose a la cabeza de un estado rico y petrolero, se reinventó como revolucionario, marxista, socialista y castrista y ha utilizado la maquinaria gubernamental, primero para desmantelar las instituciones democráticas en el país, y después para intentar desmantelarlas en el continente.

Han sido 9 años en los cuales, además, sacó de lo más perdido de su psiquis unos delirios milenaristas y fundamentalistas que lo han impulsado a imponerle a los venezolanos un sistema socialista que nunca le pidieron ni él prometió, y a cuyo nombre se ha llevado a cabo una destrucción vandálica y depredadora de los recursos nacionales.

Pero lo peor es que rechazado, debilitado, y en minoría, como se reveló en las elecciones del pasado 2 de diciembre, el teniente coronel insiste en su empeño y sin dar síntomas de que los primeros resultados del socialismo endógeno que no pueden ser otros que miseria, desabastecimiento, inflación, inseguridad, deterioro de los servicios y corrupción, lo desvíen de su atajo.

Y aquí es donde la rebelión del Henry Falcón que se negó a que Chávez le impusiera a los larenses una candidatura a la gobernación de su preferencia, e impuso la suya, cobra todo su significado, porque, definitivamente, devuelve a las bases del chavismo el coraje para nombrar sus candidatos, aislando a los burócratas y exponiéndoles al desprecio público.

Gesto que ya había asumido el candidato a la gobernación de Barinas, diputado Wilmer Azuaje, al denunciar y oponerse a las corruptelas de las familia Chávez en el estado natal del comandante-presidente, y Ramón Martínez en Sucre y Didalco Bolívar en Aragua, que sin ser militantes del partido oficial, si eran aliados de la llamada revolución, y se apartaron en cuanto percibieron que no era más que el pretexto para encumbrar la más corrupta, incompetente y cínica satrapía que conoce la historia republicana del país.

Pero que seguirán multiplicándose en las próximas semanas y meses y serán la continuación del deslave que se inició el 2 diciembre y culminará con la derrota irremisible que sufrirá el chavismo en las elecciones de noviembre.

 
 

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