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Chávez tras una nueva derrota
por Manuel Malaver  
miércoles, 3 diciembre 2008


No es que hubiese dudado un solo instante desde que Chávez inventó aquello de “la democracia participativa y protagónica” que se trataba de una argucia que pariría el día menos pensado al dictador venezolano y latinoamericano de siempre, sino que creí que lo haría con un poco más recato, disimulo y decencia y solo después que una especie de apoteosis originada en el crescendo sin fin de los precios del petróleo le brindara la oportunidad de decir que no era él quien tomaba la corona, sino el pueblo que se la ofrecía.

Por el contrario, Chávez, ha esperado precipitarse por su ya inevitable desalojo del poder para acometer el imposible de hacerse elegir presidente vitalicio y ha tomado la vía de convocar reforma constitucional tras reforma constitucional, que ya fue derrotada una vez, y lo seguirá siendo las veces que se le ocurra presentarlas.

Apuesto, sin embargo, que la próxima será la más tropical, carnavalesca, caribeña, sancochera y patética, pues continúa a su escandalosa derrota en las elecciones del 23 de noviembre pasado, y le sobreviene como una fiebre infecciosa de decirse a si mismo y a los suyos que, aun muerto, sigue ganando batallas.

De ahí que al otro día de enterarse que había perdido la mayoría de las alcaldías del Área Metropolitana y 5 de las 7 gobernaciones más importantes del país, la ha cogido por vociferar que necesita otra reforma, que nadie le puede quitar su presidencia vitalicia y que ocurra lo que ocurra, y llámenlo como lo llamen, será el primer monarca con sucesión dinástica de Venezuela y América latina.

Son espectáculos que recomiendo no perderse a turistas con deseos de apreciar la diversidad de la fauna criolla, a psiquiatras ansiosos de explorar los abismos más escabrosos de la psicopatología del poder y a simples buscadores de talento para nutrir las franquicias de los reality show que hacen su agosto por los canales de la televisión global.

Un material sin pérdida, igualmente, para estructurar lo que sucede en la mente de un enano ególatra que se creyó gigante y descubrió un día que su talla era, apenas, de centímetros a ras del suelo.

Circunstancia para patalear, gritar, bramar, aturdir, vociferar, gruñir, y también para terminar de ver como se hunde la minúscula pequeñez que le quedaba.

Será, sin duda, lo que le sucederá en la derrota de la próxima reforma constitucional que convoque, ya que, aparte de no ser diferente a la primera en cuanto a resultados, será única en lo que se refiere a no dejarle hueso sano para inventar otra extravagancia.

Pero eso si en realidad la convoca, y si una vez convocada, la oposición acepta participar, pues se trata de un evento extremadamente ilegal, pues la constitución vigente, explicita que una reforma rechazada en un referendo no puede ser presentada en el mismo período y debe esperar por otro presidente que quiera proponerla.

Y como Chávez agota sus dos períodos de gobierno en el 2012, entonces debe esperar por otra vida, por otra reencarnación para alegrar a otros públicos con sus espectáculos prorreformas constitucionales.

Que ya los venezolanos de hoy día –y quizá hasta los que vivan durante el siglo XXI- están hartos de sus trapacerías, ridiculices, niñerías, idioteces, dobleces, simulaciones, de su empeño en no tomarse por quien es y mal vivir en el empaque de un falso héroe que ni siquiera se hizo credible cuando el petróleo estaba a 120 dólares el barril.

O sea, que ahora cuando no le quedan petrodólares para comprar sonrisas, gestos y palabras que intenten parecer verdad a la mentira, todo se le irá en desgastarse en desplantes, en frases y aspavientos, en codearse con iguales que cada día serán menos por cuanto sale de la órbita de sus intereses, y queda reducido a un jefecillo que empezará a vivir del apoyo de otros jefecillos del tamaño de los Ortega, Correa y Morales.

 

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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