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Chávez como jefe de campaña de
la oposición

por Manuel Malaver  
miércoles, 30 abril 2008


Si de algo no debe quejarse la oposición, es de no contar con un jefe de campaña eficientísimo y que trabaja día y noche, y sin descanso, para procurarle los votos con los que ganará la mayoría de las gobernaciones y alcaldías en las elecciones de noviembre próximo.
Me estoy refiriendo, por supuesto, al comandante-presidente, Hugo Chávez, estratega que cansado tal vez de imponerse en tan continuos y numerosos comicios, decidió jugar a perdedor y experimentar qué se siente cuando lenta o abruptamente llega la orden de abandonar Miraflores y dedicarse a otra cosa.

Si no, cómo se explica que día a día y noche a noche, Chávez salte de una política impopular a otra, que se esmere en repetir los errores que durante 9 años le horadaron el apoyo con el que pretendió hacer una revolución que no comienza ni termina y hoy sea un seudo líder político que, no solo no es amado ni temido: es odiado y despreciado.

Para probarlo, lo que está pasando con el PSUV, plataforma con la que quiso empuñar el país, después de haber empuñado los suyos, y solo devino en un acto fallido donde lo único claro es que ya Chávez no puede dar órdenes en la calle, porque ni siquiera es obedecido en su casa.

La multitudinaria manifestación de los habitantes de la ciudad de Barinas el sábado pasado a favor de la candidatura del diputado disidente, Wilmer Azuaje, para la gobernación de ese estado, no deja dudas en ese sentido, así como las rebeliones de las militancias chavistas en estados como Guárico, Yaracuy, Lara y Zulia ante el intento centralista y caudillista de imponerles políticas y candidatos que virtualmente los borran como entidades humanas, históricas, ciudadanas y autónomas.

Y apenas es el comienzo, ya que las próximas semanas y meses harán historia por la proliferación de candidaturas que, no es que vengan con la idea de poner fin a la revolución y a su jefe, sino de ignorarlos.

Pero por si tremendo aporte por el triunfo de la oposición en noviembre no fuera suficiente, Chávez no pierde día para anunciar estatizaciones, expropiaciones e invasiones que, no solo son un boleto sin retorno al recrudecimiento del desabastecimiento y la inflación que ya hacen estragos entre los más pobres, sino que igualmente garantizan que la corrupción y la incompetencia colgarán como un sambenito del revolucionario a quien no le han bastado el Caaez, Fondafa, Venepal, Invetex, Inveval, el hato El Charcote y los fundos zamoranos para convencerse que la economía socialista es tan inviable, como corruptora y depredadora.

Por lo visto, necesita más, mucho más y ya sumó Cemex, Sidor, Industrias Lácteas Los Andes y el Hato El Frío que para el próximo año ocuparán sus stands en la inmensa chivera o parque chatarra donde el comandante-presidente se ha gastado la bicoca de 10.000 millones de dólares.

Tendríamos que citar también para que no queden dudas que Chávez es una fábrica de votos opositores, la forma cómo se burla de los 4 millones y medio de venezolanos que votaron en diciembre contra la reforma constitucional y los 3 millones de chavistas que se abstuvieron porque tampoco la apoyaban y ven ahora como el comandante en jefe se burla de unos y otros al tratar de desconocer la voluntad que expresaron a través del voto.

O sea, 7 millones y medio de votos que ya pueden contarse como seguros en el estruendoso caudal noviembrino que acercará más a los venezolanos al momento en que Chávez sea un recuerdo, un mal recuerdo.
De modo que pueden seguir los líderes opositores mirándose el ombligo, peleándose a dentelladas por la alcaldía de Guachizón o la gobernación de las dependencias federales, por decidir si es pertinente pasar de gobernador a alcalde, o de alcalde a presidente.

Eso no da ni quita votos, los votos los consigue Chávez, quien además se encargará de llevarlos a las mesas para que muy pocos electores se queden sin votar contra sus candidatos.
 

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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