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¡Y tú también Niemeyer!
por Manuel Malaver  
miércoles, 31 enero 2007



     No fue grata la noticia de que el más grande arquitecto latinoamericano del siglo XX, el brasileño Oscar Niemeyer, interrumpía el sosiego de sus venerables 99 años para hacer realidad una de las ideas más estentóreas, estrafalarias y alevosas del presidente Chávez: proyectar una escultura de 100 metros a la gloria del Libertador, Simón Bolívar, en la cima del cerro El Ávila ” para que se vea desde el mar y de noche cuando esté iluminada”.

Y cuando digo que la idea es del político y no del artista (según dio a entender Niemeyer en un encuentro con los medios la semana pasada en Río de Janeiro), es porque Chávez el 17 de enero del mes en curso, en un acto celebrado en Caracas, puso empeño en establecer la autoría de la idea y quizá del proyecto, contando cómo en la madrugada de una de sus tantas noches de insomnio, le bajó la iluminación por la que Bolívar podría ser dentro de poco una copia en cemento tan desmesurada, como aplastante.

Pero dejemos al caudillo venezolano relatar su roce íntimo, no ya con el dios de la guerra y los manes de la revolución, sino con las musas que tampoco son extrañas en estos coloquios, cuando en el silencio de las tensas noches tropicales, se larga a viajar por el Empíreo y aun el más allá:

“Yo tengo la idea y yo quiero que se convierta en proyecto” dijo aquella mañana al marcar otra fecha para la historia, pero ahora del arte. “Y quiero que lo hagamos, señor vicepresidente, allá en El Ávila, de hacer un gran Simón Bolívar que se vea desde lejos del mar y que de noche esté iluminada.

Todo el que venga está viendo el frente de Sudamérica, y quien mejor que Bolívar para decirles: ¡Bienvenidos!, con una espada en alto bien grande. Ideas que a uno se le ocurren sobre todo en la madrugada…Podemos hacer hasta un concurso público. Farruco, tú diriges la operación”.

Y ahí es donde, con todo el respeto y devoción que siento por Oscar Niemeyer, debo afirmar que quizá le falló la memoria a la gloria sudamericana y mundial, pues sin corregirse y sin duda que a causa de que le habían ocultado información, sostuvo que la idea se le había ocurrido al recibir a Chávez en su casa de Río Janeiro con motivos de la cumbre del MERCOSUR, insistiendo en que “Chávez no me pidió nada. No lo voy a mostrar a nadie antes que Chávez lo vea, pero creí que sería un buen homenaje”.

Nada extraño, sin embargo, en las relaciones entre los hombres de fuerza y los genios del arte que comulgan con las ideas de revolución social que condujeron al esperpento del realismo socialista y que en tiempos del colapsado imperio soviético perpetraron una hilera de complejos escultóricos y de estatuas conducentes que aun hoy se destruyen dada su extensión, frecuencia, mal gusto y artificiosidad.

Y donde, lejos de exaltar la memoria del glorificado, se grita el poder del glorificador, pues a kilómetros a la redonda, desde el mar, las montañas, los valles, los ríos ¿quién que vea la estatua de 100 metros de Bolívar esculpida por Oscar Niemeyer, no va a pensar en el otro genio, el que la imaginó, concibió e hizo realidad, venciendo cimas de 2000 y más metros, atravesando alturas, pendientes, selvas y quebradas, y privándose de cientos de millones de dólares que bien pudo emplear comprándose otro avión, una nueva residencia, o donándoselos a un nuevo aliado?.

Y todo ello sin calcular el daño inmenso que se le procuraría a los caraqueños y habitantes del litoral central, afectando un pulmón vegetal que los alivia de la presión que sigue a la contaminación del tráfico vehicular y fabril y es un parque nacional de 85.192 hectáreas que existe desde 1958, con decenas de especies de flora y fauna endémicas, o de restringida distribución, sitios históricos coloniales y precolombinos, e incontables e imprescindibles áreas de recreo, deportivas y excursión.

Y con una ecología muy frágil, fragilísima, como que el terreno arcilloso, el régimen pluviométrico y las veintenas de riachuelos y quebradas que se desparraman por toda su geografía, lo convierten en el origen de los deslaves que de manera regular se suceden en la zona desde los tiempos más remotos, el ultimo de los cuales arrasó literalmente con el Estado Vargas en diciembre de 1999, dejando un saldo de más de 10000 fallecidos y ciudades, pueblos y caseríos que desaparecieron del mapa.

Pero nada que perturbe el sueño de Chávez de construirle una estatua de 100 metros a Bolívar en la cima de El Ávila con al complicidad de Oscar Niemeyer, seguramente que presumiendo que con semejante aval sea más difícil desaparecerla el día en que por respeto a la auténtica gloria de Bolívar y de Niemeyer, a la historia, la ecología, el arte y la salud mental de los venezolanos y los latinoamericanos, haya que hacerla añicos.

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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