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Ahmadinejad en la Universidad de Columbia
por Manuel Malaver  
miércoles, 26 septiembre 2007


No las tuvo todas consigo el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, en su reciente intervención en la Universidad de Columbia, pues, primero se encontró con un rector como Lee Bollinger que no tuvo empacho en aclarar en sus palabras de presentación lo que piensa del petrodictador, y segundo, con un auditorio de estudiantes y profesores en absoluto seducido por el exotismo de un autócrata que predica la destrucción de la sociedad laica, plural y defensora de los derechos humanos como vía para establecer el reino de Dios en la tierra.

Oferta esta última que encuentra eco y credibilidad justamente en los predios universitarios de todo el mundo y es la causa de que sea en las casas del saber donde las utopías y su consecuencia más atroz, el colectivismo y la dictadura, sean comprendidas, estimadas y hasta apoyadas.

De ahí que no es peregrino suponer que fuera el equipo responsable de la gerencia de imagen de Ahmadinejad el que le sugirió que diera el paso de acercarse a la Columbia University como alternativa para procurarse los aplausos que le iban a faltar en el discurso que pronunciaría en la ONU y las ruedas de prensa que programó para la ciudad de Nueva York.

Y por el desastre de lo sucedido frente a la frialdad del auditorio no habría sino que esperar que la opinión neutral, si no favorable, que pescan los más feroces enemigos de la libertad, la democracia, la justicia social y la igualdad en las casas de estudio porque prometen que sus intenciones son “salvar a la humanidad”, empiecen a tornarse en su contrario, en actitudes de protesta y rechazo que no pongan en duda la objetividad, ética y utilidad del conocimiento.

Es posible, sin embargo, que lo sucedido a Ahmadinejad en la Universidad de Columbia no sea sino producto de lo extremadamente intragable que resulta un dictador que, aparte de ser un fanático religioso, insiste en proveerse de un arma nuclear cuyos fines pueden determinarse por su empeño en borrar del mapa al Estado de Israel, sin contar su apoyo convicto y confeso a grupos terroristas como Hezbolá, y la represión despiadada que sufren en Irán los partidos y grupos de oposición, las mujeres que se niegan a aceptar las rígidas e inhumanas prescripciones religiosas y las minorías de kurdos, judíos, cristianos y homosexuales.

Pero habría que añadir igualmente que Ahmadinejad encarna en casi todos sus atributos el modelo del petrodictador, que es el último ejemplar de la especie, típico producto de la crisis energética mundial y del alza desmesurada de los precios del petróleo, y cuyo patrón de conducta consiste, no en dirigir los inmensos recursos que les procura tal suerte a aliviar los agudos problemas de pobreza, salud, educación, inseguridad, infraestructura y corrupción que viven sus países, sino emplearlos en una suerte de delirio por el que van a cambiar el mundo, hacerlo a su imagen y semejanza, invadir países, destruir imperios y pasar a convertirse en una suerte de autócratas totales y globalizados.

En otras palabras, psicópatas de extrema peligrosidad en quienes ya las tendencias a destruir, chocar, desajustar y confundir, adquieren perfiles galácticos.

Un fenómeno del siglo XXI que intenta cubrirse con señuelos ambiguos, polivalentes y simpáticos, pero que esconden un tipo nuevo de dictador y dictadura que, si bien tiene su origen en los totalitarismos del siglo XX, aparece repotenciado con la revolución en las comunicaciones de las últimas décadas que los dota de armas que jamás soñaron Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet y Mao Tse Tung.

Segregado en definitiva por el auge irracional y desmesurado de la economía mundial, que no solo está arrasando con el medio ambiente y las posibilidades de vivir en un planeta sano y confortable, sino poniendo a prueba la democracia y la libertad frente a fuerzas de un nivel de disolvencia y destrucción como no previeron San Juan de Patmos y Nostradamus.

De ahí que sea tan trascendente y remarcable la decisión de la Universidad de Columbia de poner en su sitio a Mahmoud Ahmadinejad, sin duda que trazando una raya entre quienes se esfuerzan porque el mundo sea cada vez más libre, democrático, justo, laico y plural y quienes pretenden convertirlo en pasto de odios, divisiones y violencias como vía para instaurar sus crueles, abominables y feroces dictaduras.      
 

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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