Ahora
no es solo que el “líder máximo de la revolución
continental y mundial” será el primer presidente vitalicio
de la historia republicana de Venezuela, sino que también
será el único, el solo funcionario electivo que en los
próximos 50 años podrá acceder a tamaño privilegio.
Pero eso en el caso de que Chávez no decida trasmitirle el
carisma a hermanos, hijos y nietos, pues, en esa
situación, lo veremos gobernando por el resto del siglo.
Es lo que se vio en Cuba con la sucesión de Fidel Castro
por su hermano Raúl, en Corea del Norte con la de Kim Il
Sung por su hijo, Kim Jong-il, y seguramente habríamos
visto en otros países comunistas si los pueblos a los que
se les llevó justicia, igualdad, prosperidad y felicidad
no se sacuden el comunismo y optan por la democracia, la
libertad y el capitalismo.
De modo que el sistema económico, político y social que
fundó la única utopía en experimentarse con rigor en los
últimos 1000 años -o quizá en la historia-, el comunismo
marxista, solo sirvió para retrotraer la sociedad a la
época en que los reyes absolutos se sucedían en Europa con
estricto apego al mandato divino, la herencia y la sangre.
Aunque quizá seamos injustos con tantos monarcas que en
medio de sus despotismos, vesanias y ejercicio sin límites
del poder, fundaron los estados nacionales, desarrollaron
la economía global y dieron origen a la sociedad donde
después creció la pluralidad, la laicidad y el estado de
derecho, en tanto que las dictaduras totalitarias que
proliferaron durante las dos terceras partes del siglo
pasado, dejaron más bien el sabor de que se había
regresado a la Edad Media, a la Alta Edad Media.
Teocracia había a través de una organización religiosa
laica y atea que establecía el único pensamiento que debía
ser aceptado sin plazos ni dudas, autoridad vitalicia,
única, continua, infalible y dinástica también y cuerpos
policiales y represivos como la Inquisición que se
encargan de vigilar, controlar, promover y, castigar si
era el caso, la práctica de la fe.
Pero sobre todo había miseria, atraso, hambrunas, pestes,
igualdad en la pobreza y en el miedo a la muerte, pues las
vidas que no cobraran las extremadamente precarias
condiciones de vida, las cobraba la Inquisición que
consolaba a sus víctimas diciendo que no se preocuparan
“porque sus sacrificios serían compensados en el cielo”.
Este fue el mundo con el que se tropezaron los primeros
críticos del comunismo soviético, los historiadores Arnold
Toynbee, Jacob Burckhardt y Alan Bullock y los novelistas,
Eugeni Zamiatin, Arthur Koestler y George Orwell, quienes
no dudaron en alertar que una edad oscura, extraña y
enigmática se cernía sobre la humanidad.
Pero que descifraron las cientos de miles de víctimas de
los Juicios de Moscú, los millones de muertos en las
hambrunas de Ucraina, los prisioneros de las cárceles y el
Goulag, las víctimas de las guerras, y en conjunto cuantos
han padecido y siguen padeciendo en Cuba, Korea del Norte
y China.
Y empiezan a descifrar los venezolanos con el partido
único, los concejos comunales, la ideologización de los
niños en las escuelas, el fin de la autonomía
universitaria y de la libertad sindical, el cierre de RCTV
y el acoso porque desaparezca la libertad de expresión
para que haya un solo canal, una sola radio, un solo
periódico y un solo locutor.
Con la reelección continua, única y vitalicia en fin, que
es el ingreso al primer gobierno dinástico de los 500 años
de historia venezolana, con su cauda de ridiculeces,
tropicalismos, etnicismo, milenarismo y redencionismo que
es también la marca de las dictaduras más torvas y
siniestras que ha conocido el continente.
Un general Müller Rojas que a pesar de haber sido
destituido, ninguneado y maltratado por el jefe dice, no
obstante, que está dispuesto a morir por él, y el obrero
que fue regañado, desmentido, y acusado de
contrarrevolucionario por el jefe en cadena de radio y
televisión, son señales en esa dirección.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |