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Patria, socialismo y Hummer
por Manuel Malaver  
miércoles, 25 abril 2007



Cada revolución socialista tiene su carro emblemático y sin duda que el del socialismo del siglo XXI es un rústico norteamericano fabricado por General Motors con la extraña, pero eufónica etiqueta de Hummer.

Por eso en cuarteles y ministerios, en misiones y consejos comunales, en gobernaciones y alcaldías los chuscos en que es tan rica la política venezolana de todas las Repúblicas, cambian a todo dar la consigna patibularia y cubanoide de “Patria, socialismo o muerte”, por la risueña y más venezolana de “Patria, socialismo y Hummer”.

Y no es que todas las fichas de tan extensa fronda burocrática tengan su Hummer, sino que jefes muy connotados de la nomenclatura ya accedieron a tan preciado bien, y los que no, no hacen sino pensarlo, soñarlo, acariciarlo.

Un amigo oficial del Ejército habitué a los berrinches que el líder máximo de la revolución latinoamericana y mundial arma a troche y moche en Fuerte Tiuna, me trajo al otro día el rumor de que si se pela el oído lo que se oye entre los miles de soldados y cientos de oficiales que son conminados por el comandante en jefe a corear el pavoso dicho, sí bien es la muletilla de origen castrista y guevarista, viene entrecruzada, confundida y matizada con la que el ingenio venezolano hace más cónsona con un socialismo que nada en petrodólares y se siente más cerca de los príncipes sauditas que de los guerrilleros caribeños de los 60.

Y la verdad es que he parado la oreja, que he grabado los zaperocos de Chávez para captar una y otra vez la mortuoria consignita y…y si no me atrevería a confirmar la información del oficial, tampoco me atrevería a negarla.

De ahí que me conformaré por ahora con describir el fenómeno que es el comentario obligado entre oficialistas y oposicionistas, revolucionarios y contrarrevolucionarios, emeverristas y pepetistas, chavistas y didalquistas y que no es otro que la atracción fatal que existe entre la Hummer y los líderes de la revolución bolivariana o bonita.

Una máquina, como ya dije, norteamericana, salida de las cadenas de ensamblaje de GM, estrenada en la “Operación Tormenta del Desierto” que dio cuenta en cuestión de semanas del invasor de Kuwait y asesino de los pueblos kurdo e iraní, Saddam Hussein, de diseño entre civil y militar y para mi gusto obtusa, ambigua y sin encanto, pero que está cumpliendo a cabalidad la misión en que fracasaron por lo menos 4 embajadores estadounidenses en Caracas, 3 subsecretarios de estado para América latina, y analistas y periodistas de diversos rango y género: ablandar a lo más granado y combativo del liderazgo bolivariano no más ve pasar, o tiene en frente, este ícono del capitalismo gringo más salvaje, consumista y agresivo .

El mismo amigo oficial del Ejército me cuenta que, frente a una Hummer, al revolucionario bolivariano más “patria o muerte” le entra algo así como una calambrina, se le caen las medias, entra en estado de trance, se medio paraliza, enmudece y solo después de minutos despierta a la fría y cruel realidad de no tenerla, de no poseerla.

Lo demás es deambular durante días, semanas y meses tras el espejismo, y por supuesto, hacer los trámites, las conexiones, los barajos para buscar los cobres que lo eleven a tal clase de status.

Porque es bueno señalar que no se trata de un vehículo como aquel Lada que al parecer intentó fabricar Stalin para los obreros soviéticos, ni tampoco el Wolkswagen con el que Hitler fundó una dinastía automovilística tratando de que el pueblo alemán tuviera su automóvil, sino de una nave que supera en costo y suntuosidad los oscuros pero legendarios Cadillac de los 50, y aun a leyendas contemporáneas como el Ferrari, el Alfa Romeo y el Masserati.

Porque es que para pavonearse en una Hummer se necesitan algo así como 350.000.000 millones de bolívares, y un adicional de 100 millones para el seguro, el blindaje y los accesorios que para un carro tan caro, tienen también que ser muy caros.

O sea, un total de 210.000 dólares al cambio oficial de 2150 bolívares x dólar que incluso un magnate de las finanzas, un capitán de empresa de este o cualquier país del Tercer Mundo, dudaría en tirar en dos pares de ruedas.

Y con los cuales puede construirse un consultorio médico, una escuela primaria, un campo deportivo, un parque infantil y tantas necesidades que va dejando, no solo un gobierno que es una fábrica de pobres, sino que los deja a la deriva mientras auspicia los lujos típicos de la “high society”.

La gran pregunta es: ¿Dónde y cómo pueden hacerse los revolucionarios del socialismo del siglo XXI con tanto dinero? ¿Acaso en inversiones de la bolsa de Nueva York, o quizá de la misma GM, o tal vez de empresas petroleras que se echan de Venezuela, pero se apoyan cuando la codicia indica que pueden redituar jugosos y crecientes beneficios? ¿ Y por qué no de una forma más simple, líquida y efectiva : la corrupción?

Preguntas cuyas respuestas dejamos al comandante en jefe, Hugo Chávez, si es que en su próximo berrinche de Fuerte Tiuna tiene tiempo de recordar que en cada Hummer viaja también la negativa a darle a los pobres de Venezuela más educación, más salud, más entretenimiento, más deportes y más caminos vecinales.
 

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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