De
las cuatro visitas realizadas por Néstor Kirchner a
Venezuela, sin duda que la última ha sido la más rentable.
Aún más: podría decirse que las otras fueron como la
introducción al “golpe” que el mandatario santacruceño
ejecutó durante los días en que, sin alejarse de un área
de 200 kilómetros, se alzó con el primero de 9 pozos que
“su” petrolera estatal Enarsa tendrá en la Faja
Petrolífera del Orinoco, vendió bonos por 758 millones de
dólares de la desahuciada deuda argentina a su principal
prestamista, el estado venezolano, y de ñapa, cerró el
acuerdo mediante el cual, la revolución más generosa que
conoce la historia, le dio un préstamo de salvataje por
135 millones de dólares a una empresa lechera, Sancor, que
no naufragaba, estaba hundida en las frías aguas del río
de La Plata.
Pero también se puso en marcha el llamado Banco del Sur,
manía castrochavista en la cual el neoperonista no pondrá
un solo dólar (a menos que Chávez se lo preste) y que
busca, nada más y nada menos, que sustituir a organismos
multilaterales de crédito como el Banco Mundial y el Banco
Interamericano de Desarrollo en el financiamiento de obras
de infraestructura de la región, en otro intento de
contener, a punta de petrodólares venezolanos, la
influencia del neoliberalismo y el imperialismo en el
subcontinente.
O sea, que otra fantasía, como el Gasoducto del Sur que
Kirchner sabe mejor que nadie es tan imposible e inútil
como construir un puente entre América y Europa, pero que
el otario patagón simula respaldar y todo para sacarle los
últimos morlacos al “gallo desplumao” tropical y caribeño.
Y todo por un pago en retórica prochavista relativamente
barato, pues no se le pidió esta vez a Kirchner
pronunciarse a favor del socialismo del siglo XXI, ni dar
explicaciones sobre las relaciones cálidas y fraternas que
mantiene con los Estados Unidos, ni respaldar de manera
franca y ostentosa a un gobierno que ya transita por el
atajo de la dictadura pura y simple, ni insinuar,
siquiera, que forma parte de una entente o eje con Cuba,
Venezuela, Ecuador y Bolivia “destinada por la
providencia” a restaurar la América latina precolombina,
étnica, unirracial y autárquica.
Claro, eso en público, porque en privado, los dos grandes
caciques del Sur y el Norte, seguro que tuvieron tiempo
para explayarse en temas como las visitas simultáneas que
realizaron en agosto pasado a la ONU, y donde, mientras
Chávez regaba azufre a su alrededor para espantar “al
diablo Bush”, Kirchner cumplía una tenida en Wall Street
para convencer a los magnates de la bolsa de Nueva York
que Argentina seguía siendo, como en los tiempos de Menem
y Cavallo, el mejor país para invertir en América latina y
el mundo.
Además ¿cómo es eso que el ministro de Planificación
Federal, Julio De Vido, el alto funcionario de la
administración kirchnerista que Chávez considera como “un
interlocutor privilegiado” (“Cada día somos más amigos de
la Argentina, De Vido está cada día más sonriente ¿no le
vieron la cara?”), es igualmente un habitué en los
convites del embajador de Washington en Buenos Aires, Earl
Wayne (“Hoy tuve el placer de recibir al ministro, Julio
De Vido, quien vino a mi casa a compartir un almuerzo”) en
los cuales, no solamente se afina el papel del gobierno
peronista en la lucha contra células de Al Qaeda que
presuntamente infestan la región, sino de negocios
contantes y sonantes como la participación de empresas
norteamericanas en la distribución eléctrica tan
importante para paliar el déficit energético que le
carcome los huesos al maltrecho gigante del sur?
Pero sin duda que el asunto más trajinado, tanto en la
cena privada con que Chávez agasajó a Kirchner la noche
del miércoles, como en la sobremesa que se llevó a cabo en
un lugar no identificado, y que según fuentes confiables
se extendió hasta el amanecer del jueves, fue el fallo de
un Juez Federal argentino, Rodolfo Canicoba, solicitando a
las autoridades iraníes la extradición del expresidente,
Alí Hashemi Rasanjani y al excanciller, Alí Akbar Velayati,
como responsables del atentado contra la Asociación Mutual
Israelita Argentina, AMIA, en Buenos Aires, el 18 de julio
de 1994, con un saldo de 84 muertos y 300 heridos.
Y que, según el analista político rioplatense, Joaquín
Morales Solá, constituye un hito en la lucha de la
justicia globalizada contra el terrorismo y el
fundamentalismo, pues ”es, hasta ahora, la única prueba
concreta que existe en el mundo de que Irán es un estado
vinculado al terrorismo”.
Y frente al cual, la administración Kirchner se ha
mostrado particularmente activa a través de INTERPOL,
dando origen a un impasse diplomático que llevó, incluso,
a citar al encargado de negocios de la República Islámica,
Moshen Maharvand, a la cancillería rioplatense.
De modo que decisión del poder judicial, e iniciativa del
poder ejecutivo por hacerla cumplir, más
pronorteamericanas no pueden ser, como quedó demostrado en
el relanzamiento, a raíz del fallo, de las relaciones
entre las patrias de Washington y San Martín, desatando
una serie de visitas de altos funcionarios en los dos
sentidos que ya no hablan sino de los tiempos en que
Carlos Menem decía que las relaciones entre USA y
Argentina eran de “hermanos mellizales”.
Recientemente, por ejemplo, el Subsecretario de Estado
para Asuntos Políticos de USA, Nicholas Burns, de visita
en Buenos Aires, señalaba: “Para nuestro país Argentina es
el socio más fuerte en la región en temas de no
proliferación de armas nucleares y terrorismo; la
Argentina, junto con USA, es el líder en la no
proliferación de armas nucleares y en los temas
relacionados con Irán”.
Pero con Burns, también llegaron a Buenos Aires, Tom
Shanon, Subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos,
y después el Secretario de Justicia, Alberto Gonzales, y
todos en la tónica de agradecer a la administración
Kirchner la manera cómo había colaborado para producir una
decisión que le ha quitado el sueño a los ayatolahs que
tanto admira y protege, Hugo Chávez.
De modo que entre sorbos de mate argentino, de te de coca
boliviano, o café venezolano (los neopopulistas no toman
bebidas alcohólicas en público, sino encapillados, y mucho
menos en reuniones que tengan que ver con los aliados del
Medio Oriente coránico), y mientras se ordenaba subir el
aire acondicionado para mitigar el calor de casi 40 grados
que brota de la confluencia del Orinoco y el Caroní, es
posible que Chávez pensara: “Bueno, ¿pero con quién está
este hombre, conmigo o con Bush, con el socialismo o con
el capitalismo, con la revolución o la contrarrevolución?
¿Y cómo es posible que se prestara a una maniobra tan
sucia contra los hermanos iraníes? ¿Y si después nos
aplica una igual o parecida? ¿Y con qué cara voy yo a
justificar haberle regalado 5 mil millones de dólares que
no son míos sino de la revolución bolivariana? ¿Y si se
trata de un farsante, de un hipócrita redomado de esos que
suenan tanto en los tangos de Gardel?
Y es posible que adivinándole el pensamiento, el argentino
se adelantara a contestarle al venezolano: “Presidente
Chávez, usted sabe como son los dribblings de la política,
que no siempre, o casi nunca, se pueden anotar goles del
centro de la cancha, pues todo es cuestión de pases,
alguna que otra patada, este o cual empujón, y al final la
gloria del gol. Porque más allá de la AMIA, Nicholas Burns,
Tom Shannon o el Juez Canicoba, está una relación
histórica que pasa también por el Astillero Río Santiago,
y la exportación de carne y leche en polvo en las
cantidades que precise, y tractores y autobuses, el
respaldo a su candidatura para el próximo premio Nóbel de
la Paz, y el empeño mío, y de nadie más, de que la
selección venezolana esté en los primeros lugares de la
Copa América y nuestros respaldo, total y definitivo, a
que Venezuela se provea de tecnología nuclear.
Y aquí Chávez se tomó el último sorbo del tercer termo de
café de la noche: “Ok, presidente, estamos de verdad muy
cansados para discutir y ponernos de acuerdo sobre tema
tan espinoso. Pero tiempo es lo que sobra. Seguramente no
ya en esta visita suya a Venezuela, pero si en la próxima
que haré a Buenos Aires. Vamos reposar aunque sea una hora
para terminar de cumplir la agenda”.
Pero Kirchner no volvió a reposar durante las horas que le
quedaban en Ciudad Guayana, y mucho menos en esta primera
del día jueves, cuando, tratando de conciliar el sueño,
tuvo una pesadilla con Chávez despotricando, insultando y
hablando sapos y culebras de Vicente Fox, de Alán García,
Felipe Calderón, Oscar Arias, y de todos aquellos que
creyó una vez eran sus amigos, y salieron después a tomar
distancia con él, y a decir que era un militar
autoritario, y un populista irresponsable y que solo por
la riqueza petrolera tenía votos en Venezuela y respaldos
en Latinoamérica.
¿Qué no le pasaría entonces a un “hermano” como Kirchner
que lo ha esquilmado sin piedad, usa las reservas
internacionales venezolanas como si fueran suyas, y sale
ahora a prestarse a una cacería contra los hermanos
iraníes y a servir de tonto útil del imperialismo y el
sionismo?
Y aquí despertó el presidente patagón y santacruceño, y de
verdad que desde ese día no ha vuelto a conciliar el
sueño.