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Chávez se pone la burka
por Manuel Malaver  
miércoles, 24 enero 2007


No lo pudo decir mejor el cantautor brasileño, Caetano Veloso, quien declaró en una entrevista al diario “O Globo” el sábado pasado: “Chávez es como una burka. La burka es una cosa antigua y medieval, pero no deja de ser una novedad… Chávez sabe jugar con elementos que entran en el imaginario colectivo…Socialismo del siglo XXI…Es como una burka. Uno habla de una burka y de inmediato viene una imagen que se tornó típica en tiempos pasados. Chávez también es así”.

Ahora bien, con todo lo inspirada que resulta esta afirmación del poeta, músico y cantor de canciones eternas como “Coraçao Vagabundo”, “Ñao identificado” y “Cajuina”, no hay duda que se trata de la impresión visual de un ciudadano de los escenarios del mundo que, no obstante su lucidez, no cala cabalmente en toda la extensión del anacronismo que tiene de cabeza a los venezolanos y a buena parte América latina.

Para los hombres y mujeres de Venezuela, por el contrario, Chávez es una presencia que traspasa lo visual, impresivo y aparente, y en un sentido, no precisamente simbólico, se hace un todo con la prenda de vestir femenina del Islam medieval que aún entre los musulmanes evoca la opresión, la oscuridad, el atraso y el mandato de que la realidad es peligrosa si no se percibe parcial, sesgada, interferida y fragmentariamente.

Es la insignia de los fundamentalistas de todos los credos, de los que desde el mundo laico o religioso no tienen multilateralismo, extensión, ni profundidad y son inaptos para comprender que la existencia es un fenómeno maravillosamente diverso y cambiante y reacio a transigir con los fundamentos.

O sea, de los que se imponen por el puño, a los trancazos y a rajatabla, y no aceptan otra verdad que aquella que piensan bajó de los cielos.

Pero la burka se propone también aislar a los individuos de la tentación de decidir, de los pecados y caídas, de ese universo del riesgo, la libertad, el placer y la sensualidad que debilita la voluntad que solo debe dirigirse a la reingeniería de los fines con que el Supremo pretende reconstruir la sociedad

Por eso es imperativo que en estos días en que ya es inevitable que Chávez asuma el poder total y vitalicio, los impuros derrochadores, contaminados y descarriados que disfrutan de los altos sueldos que en mala hora recibieron de las políticas equivocadas del proceso, empiecen a rebajárselos hasta un 500 por ciento, que aprendan a vivir cual cartujos, que anden descalzos y vistan en la indigencia, y tomen los bienes que acopiaron en los días en que reinó la impunidad, la inmoralidad y la indecencia y los repartan entre los pobres.

Pero sobre todo, que se pongan su burka mental y no vean más allá de sus narices, que sacralicen cuanto se les trasmite, admitan que no existe otra realidad que la que se les impuso, y estén dispuestos a entregar sus vidas para que las pesadillas del Único marchen a paso de vencedores.

Es un andar en las tinieblas o con un mapa que no es el suyo, porque alguien se tomó el cuidado, la preocupación y la solicitud de trazárselo y solo camine, retroceda, pierda o salve por donde el Gran Arquitecto decidió.

Eso sí, a pie, y lejos de esos carros de lujo que también pervierten, de esas “camionetotas” que, al par de incitar la envidia de los demás, son la marca de los soberbios, de los orgullosos y de los diferentes.

Una sociedad uniforme y cuartelaria, monástica y en olor de santidad entonces, ganada para la obediencia y la pobreza, para el ayuno y la castidad, como que solo de tal arcilla puede salir la tropa que acompañará al jefe a conquistar y regenerar a la humanidad.

A seguir pues el ejemplo que viene de arriba, de las alturas, como que Chávez es el campeón de las privaciones, como que todo lo reparte entre los pobres, anda siempre a pie y por eso se le ve por todos los caminos de Venezuela, y las pocas veces que viaja al exterior lo hace en líneas áreas comerciales y en clase turística.

También es un jefe de estado sin guardaespaldas, y podría decirse que solitario, pobre de solemnidad y que en los países que es obligado a visitar pela por la chequera, reparte petróleo, dólares y donativos y regresa a Venezuela sin un centavo y a entregarse de nuevo al sufrimiento, los ayunos y cilicios que voluntariamente se ha impuesto.
 

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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