Creo
que hay algo de inmunología en la insistencia del
presidente Chávez de presentar a Jesús, el Cristo, como el
primer predicador y auténtico fundador del socialismo.
Y es que si lo hiciera a nombre de quienes con toda razón
podrían reclamar la autoría de tan colosal fracaso, los
alemanes Carlos Marx y Federico Engels en la teoría; y los
rusos, Vladimir Lenin, y Josif Stalin en la práctica,
entonces es seguro que se vería rodeado de ambulancias y
paramédicos para llevarlo al manicomio más cercano.
Chávez, en consecuencia, es el primer socialista
vergonzante de la historia, ya que, queriendo restaurar el
sistema político y económico que estrenó los
totalitarismos del siglo XX, no lo hace rescatando la
escolástica marxista-leninista, sino renegando de ella.
Pasa entonces a realizar una vulgar operación de
contrabando con los Evangelios y la palabra del Señor
Jesús, citando versículos fuera de contexto,
extrapolándolos la generalidad de las veces y sin
relacionarlos con otros versículos que son los que le
confieren su auténtico significado.
Así, por ejemplo, al citar y comentar El Sermón de la
Montaña ( Mateo:5), el exégeta bolivariano escamotea el
hecho de que más que referirse a la pobreza material e
histórica (que también debe ser remediada), Jesús habla de
una condición espiritual por la que el ser humano es
empujado a la minusvalía, a una perdida de su dignidad y
centralidad, de la que solo puede ser rescatado por la
eficacia de la palabra divina.
Y sin duda que el mejor vehículo para tal logro, es partir
de la pureza de alma, de la humildad y modestia que
prospera sobre todo entre los de limpios de corazón,
cuerpo y espíritu.
De ahí que en los versículos del Sermón de la Montaña hay
copiosas referencias a los “mansos”, a los
“misericordiosos”, y “humildes”, a todos aquellos que solo
cuentan con el amor, la paz y el perdón para combatir el
mal.
Por eso se dice también en el versículo 9:
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán
llamados Hijos de Dios”.
O sea, que el mal, si lo hay, se combate con la paz, el
amor y el perdón, y no con el odio, la guerra, y la
condena que es como vemos que se comporta a diario el
profeta bolivariano.
Sigamos a este respecto lo que dice Jesús, según el
Evangelio de Mateo, en el Capítulo 5 de los versículos 38
y 39: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: “Ojo por ojo,
y diente por diente. Más yo os digo: No resistáis el mal;
antes a cualquiera que os hiriere en la mejilla diestra,
vuélvele también la otra”.
Y más adelante en los versículos 43 y 44: “Oísteis que fue
dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.
Más yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los
que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad
por los que os ultrajan y persiguen”.
O lo que es lo mismo: que si bien en los primeros
versículos del Sermón de la Montaña se alude a una
condición de pobreza que puede ser material y/ o
espiritual, en el capítulo completo queda claro que no es
por la espada, la guerra y el odio como debe ser corregida
y superada, sino encontrándose los fieles en el amor de
Díos que es la paz, el perdón y la reconciliación.
Y en esta enseñanza palpita la esencia del cristianismo:
el bien, como el mal, en cualquiera de sus
manifestaciones, no son absolutos, ya que su realización
son cedidas por Dios al hombre a través del libre
albedrío, y por eso al pecar, el hombre responde a la
naturaleza de Dios, que también es perdón.
Libre albedrío que igualmente funda la libertad, pues
confiere la decisión de elegir entre el bien y el mal, en
un proceso que crea la individualidad que es responsable
de sus actos ante Dios y los hombres.
De ahí que ni estado protector ni colectivismo, ni
teocracia ni fundamentalismo, están entre los presupuestos
del cristianismo, pues Cristo instituyó la libertad, el
individualismo, la democracia, la pluralidad y el
laicismo, como vías para resistir a quienes, escamoteando
las escrituras, toman el camino que conduce a la dictadura
y el despotismo.
Y es por todo eso que se me ocurre pensar: o que Chávez no
leyó los Evangelios, o que no leyó a Marx, pues si lo
hubiera hecho es seguro que habría caído en cuenta que son
inconciliables.
Aunque es posible que no haya leído a uno ni a otros, y
que por ahí venga el voluntarismo, la aventura y la
pesadilla que está a punto de arrastrar a los venezolanos
a la más grande catástrofe de su historia.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |