Creo
que a causa de que el estatismo en todas sus variantes es
consubstancial con la corrupción, deviene el efecto de no
tolerar la libertad de expresión.
Claro que un teórico o líder político comprometido con la
estatolatría -sobre todo si es populista o socialista-,
jamás admitiría una relación causa-efecto que barre con
sus fines proclamadamente altruistas y justicialistas,
siendo que los mismos no son más que mamparas para la
formación de una nueva clase y su jefe: el caudillo
redentor.
De ahí que otra de las fórmulas inescapables del populismo
radical, que también se conoce como salvaje; y del
socialismo utópico, que también se conoce como religioso o
borbónico, sea la dictadura ejercida por un único e
incontrovertido líder que igualmente aspira a ser
vitalicio, y, si lo dejan, a fundar una dinastía.
Y todo ello, en medio de un gran ruido de armas, desfiles,
cuarteles, fusiles, ametralladoras, aviones de guerra,
fragatas y flotas de submarinos, pues si la revolución
impuesta por la fuerza, la dictadura y el jefe único se
complementa con los arreos, uniformes y zafarranchos de
combate, entonces suena más credible aquello de “que si no
aceptan lo que yo digo por las buenas, se lo impongo por
las malas”.
Y en todo este teatro, desde luego que estorba, es
intolerable y debe someterse a normas, cierres, cárceles y
exilios la libertad de expresión, ya que aun en la peor de
las rendiciones, siempre van a haber comunicadores y
medios gritando la verdad.
Por eso, la causa del chavismo no es contra ningún
periodista o medio en particular, sino contra la libertad
de expresión en general, como idea, concepto, uso e
instrumento de la sociedad democrática y civil, que
justamente existe para defender valores y principios que
atañen a deberes como la defensa de los derechos humanos,
la independencia de los poderes, la pluralidad y el
control de los ciudadanos sobre la gestión de gobierno y
las instituciones.
De lo cual no se infiere otra cosa, sino que la actual
política de “hegemonía comunicacional” que pregonan
algunos portavoces del Ejecutivo, no se detendrá hasta
alcanzar el Medio Único, a la sola televisión, la sola
radio y el solo periódico, y con la mínima cantidad de
espacios posibles, por cuanto, si la información es poca,
bueno; y si no existe, mejor, buenísimo.
Puede verse en la actual situación de los medios en Cuba,
y, muy en particular, del diario Granma, que sale con 8
páginas, y desde que el convaleciente, Fidel Castro, la
cogió por escribir artículos, ocupa una, y el resto del
espacio disponible, es para comentar favorablemente los
artículos de Castro.
Y así, con bemoles, también fue en la URSS, y en la Europa
del Este, y en China, y en Vietnam, y en Camboya, y en
todos los países donde la estatolatría socialista y
marxista fue practicada, sufrida y enterrada.
Claro, que sin evitar que sus residuos se mantuvieran
activos, alimentados por los náufragos y financiados por
los socialismos sobrevivientes (Cuba y Corea del Norte) y
en espera de que los liderazgos democráticos y los medios
olvidaran las lecciones del siglo XX, para dejarlas pasar
en el XXI.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió en Venezuela, donde
Chávez se disfrazó de socialista democrático, de redentor
que venía a operar con estricto apego a la ley, pero para
ir arponeando por etapas a la democracia y la libertad de
expresión, hasta llevarlas al actual enfrentamiento,
donde, o la comunidad democrática nacional e internacional
ponen fin a sus trampas, o Chávez le infiere un daño
incalculable a la democracia y entierra la libertad de
expresión.
Y ese es el sentido de la gran batalla que llevan a cabo
en este momento estudiantes, periodistas y ciudadanos
democráticos en general: la de defender la libertad de
expresión, mientras le aplican una derrota definitiva a la
nueva forma de estatolatría, que también se llama
populismo salvaje o socialismo religioso o borbónico.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |