No
lo pudieron pensar mejor los tácticos del socialismo del
siglo XXI: mulas pero no para cargar drogas sino dólares,
y sin nada que ver con las caras aterradas y en situación
de pobreza crítica de los desamparados que día a día vemos
detener en los aeropuertos con kilos o dediles de cocaína
o morfina, ya en sus estómagos, ya en sus equipajes, ya en
sus maletines.
Y que ahora empiezan a sufrir los rigores de una
competencia desleal y feroz, la de estos poderosos
empresarios magnates de la industria, el comercio y las
finanzas que deciden de repente arriesgar vida, libertad y
bienestar con tal de estampar su rúbrica en la historia
del proceso que, cual suicidas de la guerra asimétrica,
los empuja a la ruina total.
Y vaya qué vida, qué libertad, qué bienestar, cifrada en
el caso de Guido Alejandro Antonini Wilson -el venezolano
detenido el sábado de la semana antepasada en un
aeropuerto de Buenos Aires cuando trataba de introducir
ilegalmente en Argentina 800 mil dólares y que como única
explicación de su ilicitud lanzó el grito de guerra de :
“Yo soy un soldado”- en la propiedad de una mansión en el
exclusivo Ocean Club de Miami valuada en 5 millones de
dólares, un Ferrari 360 Spider de otros 300 mil de los
verdes con el que compitió en el último rally Gumball 3000
de Rumania, un Porche Boxter de lujo y precios parecidos,
un Chesna N700SAO y activos y pasivos que dan cuenta de
los cambios vertiginosos y asombrosos en la escala de
antivalores que promueve la revolución socialista siglo
XXI y postmoderna.
Y todos adquiridos de la noche a la mañana y en razón de
la casualidad de haberse arrimado a empresas del Estado
como PDVSA y MERCAL, a ministerios como MINDEFENSA y el
MIJ, y a gobernaciones y alcaldías, dotados todos de
cuantiosas e ilimitadas chequeras con las que proceden a
ejecutar las gigantescas importaciones de armas y equipos
de guerra, implementos de lucha antimotines, cientos de
miles de toneladas métricas de alimentos, casas
prefabricadas y fábricas llave en mano para realizar el
sueño chavista de construir un modelo político, económico
y social alternativo, endógeno y bolivariano que se
proponga y logre derrotar al capitalismo, al
neoliberalismo y al imperialismo, y sea la pradera desde
donde se prenda la chispa que salve y libere a la
humanidad.
De todo lo que el jefe máximo y líder de la revolución
continental y mundial llama el socialismo petrolero, como
primera fase de un proceso en el que los países altamente
industrializados que son los que consumen más petróleo,
terminen pagando la factura de la liberación de los
pobres.
Danza de los millones, o de ingreso a la mítica y soñada
cueva de Alí Babá como no se vio siquiera en ninguna de
las satrapías petroleras del Medio Oriente y que solo en
los tiempos del Sha de Irán se acercó a algo parecido,
mucho menos en la Rusia minera de Vladimir Putin donde la
única herencia legada por el comunismo es la existencia de
mafias privadas que comparten con el sector público el
Producto Interno Bruto, y en absoluto en la China de Hu
Jintao que con un crecimiento sostenido del 11 por ciento
anual y volando a convertirse en la segunda economía del
mundo, importa cuanto se le ponga de frente, pero cuidando
de que traders y brokers no se den festines con
sobreprecios y comisiones o desaparezcan los bienes
importados pura y simplemente.
En Venezuela, por el contrario, tales especímenes tienen
hoteles de su uso exclusivo y personal, son protegidos por
escoltas de los ministerios, gobernaciones y alcaldías,
exhiben su riqueza en clubes, restaurantes, desfiles de
moda, subastas de arte y marinas, son famosos por los
gastos que se disparan en matrimonios, bautizos y
cumpleaños con que celebran los acontecimientos familiares
y por las compras de empresas que, castigadas por la
rígidas políticas revolucionarias y anticapitalistas de la
administración chavista, son adquiridos a precios de
gallina flaca.
El caso de Antonini Wilson viajando en una colita a Buenos
Aires en un avión privado contratado por la petrolera
estatal argentina, Enarsa, y en compañía del presidente de
Enarsa, Ezequiel Espinoza, del exviceministro de
Planificación Federal, Claudio Uberti, y de Daniel
Uzcátegui Spetch, hijo del vicepresidente y jefe de la
oficina de PDVSA en Argentina, Diego Uzcátegui, es
emblemático en este orden de ideas, pues nos sitúa en el
típico concurso para delinquir donde participan altos
funcionarios de las estatales petroleras de ambos países y
de un personaje como Uberti que era el responsable de
coordinar los acuerdos comerciales entre los gobiernos de
Hugo Chávez y Néstor Kirchner que ya rondan los 5 mil
millones de dólares anuales.
Y que era imposible no conocieran quién era “el Gordo”
Antonini Wilson, cuál era la finalidad de su viaje y el
uso que le daría a los 800 mil dólares que trató de pasar
ilegalmente en un maletín por la aduana del Aeroparque
Jorge Newberry de Buenos Aires.
Porque es que en lo “improvisado” de la colita, más la
oportunidad de viajar con dos funcionarios del gobierno de
Kirchner casi con facultades discrecionales, más los
gigantescos negociados que a nivel público y privado se
fraguan actualmente entre los dos países, se siente la
necesidad de aprovechar que la operación luzca blindada y
por eso intentan cometer el ilícito con todo y casi a
plena luz del día.
Exposición máxima y atrevida de las mulas del socialismo
del siglo XXI, develamiento de una de los camuflajes más
siniestros de las redes del crimen organizado
internacional, y por el cual, una claque capitalista,
comercial, industrial y financiera, armada por la voluntad
de un poderoso estado petrolero, comparte su afición por
los autos, yates y aviones de lujo, por las mansiones de
más de 5 millones de dólares, por la haute cuisine y la
haute couture, mientras se sumerge en las atrocidades de
la guerra asimétrica que promueve los enfrentamientos y la
confrontación que generalmente terminan en revoluciones y
guerras civiles.
Personajes como calcados de un opúsculo de Fernando
Pessoa, “El banquero anarquista”, y en el cual se cuentan
las peripecias de un anarquista de la mejor estirpe que
decide destruir el estado burgués y su soporte, la
economía capitalista, llevando a cabo desde la presidencia
de un banco tal cantidad y clase de corruptelas,
ilegalidades e infamias que no pueden más que conducir a
un levantamiento general.
Pero que el socialismo del siglo XXI ha convertido en
personajes de carne y hueso, bien sea conformando una
burguesía roja que desde el poder político, no es más que
un complemento del poder político mismo, y presta, en
consecuencia, su concurso para la destrucción del estilo
de vida al cual deben celebrity cuerda floja, protagonismo
económico y páginas sociales.
Pero cuya “época dorada” puede estar llegando a su fin,
según las autoridades del otro país sede de sus
operaciones, los Estados Unidos de Norteamérica, comienza
a percibir la diabólica quintacolumna que está penetrando
sus finanzas, su comercio, sus clubes, condominios,
cielos, autopistas, mientras gritan en noches rociadas de
Moët & Chandon, Royal Salute, Romani Conti y Vega Sicilia:
“¡We are soldiers!” (“¡Somos unos soldados!”).