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Chávez ingresa al exclusivo club nuclear
por Manuel Malaver  
domingo, 18 noviembre 2007


Cualquiera que oye a Chávez declarando que “su gobierno pronto iniciará la construcción de una planta nuclear” pensaría que se trata de un profeta armado que ya ganó varias guerras convencionales en Venezuela y en el exterior, y se dirige ahora a ingresar en el exclusivo club cuyos miembros son 2 potencias mundiales que de verdad tienen el arma mortífera y capacidad para colocarla donde se les ocurra, y 3 países tercermundistas que dicen tenerlas, pero para llamar la atención y con fines extorsivos para procurarse donaciones en alimentos, combustibles y capital líquido, dándose, de paso, el lujo de poner a temblar a la comunidad internacional cada vez que insinúan que podrían hacer uso de tan detestable artefacto.

En el caso del presidente venezolano, por el contrario, se trata de un teniente coronel que cada vez que se vio envuelto en hechos de armas las soltó y salió corriendo antes de empezar los tiros, se apresuró a refugiarse en brazos de enemigos a quienes pidió perdón, lloró y rogó clamando por su vida, y aceptó al final acuerdos verbales o firmados por los que se comprometió a portarse bien y no volver a rebelarse contra el orden establecido.

Los testimonios sobre esta característica del revolucionario socialista y bolivariano abundan, no vienen exclusivamente de sus adversarios sino también de sus seguidores, y solo citaría, entre los primeros, uno reciente del general Fernando Ochoa Antich, quien escribe en su libro de reciente publicación, “Así se rindió Chávez” (Los libros de El Nacional. Caracas.2007), “que la noche del 3, cuando los tanques rodaban de Maracay a Caracas, el jefe de la intentona golpista se desvió de la ruta acordada en previsión de que el gobierno, informado del alzamiento, se dispusiera a obstruir la marcha, provocando un enfrentamiento armado antes que los insurrectos atacaran Miraflores y que Chávez a toda costa trató de evitar”.

Y entre los segundos, hay uno inestimable y es, nada más y nada menos, que del alcalde del municipio Libertador, Freddy Bernal, el cual afirmó en un acto celebrado en la Asamblea Nacional el 11 de abril del 2003 para conmemorar el primer aniversario del regreso de Chávez al poder, “que la noche del 11, cuando parecía que todo estaba perdido, me acerqué a Miraflores para decirle al comandante en jefe que debíamos resistir y retirarnos a pelear en los barrios, y me encontré a un Chávez lloroso, diciendo que se iba a suicidar, que no había nada que hacer, y ahí noté que tenía una pistola en la mano derecha, siendo que él es zurdo”.

O sea, que el hombre, no solo no quería pelear, sino que tampoco se iba a suicidar, pues como dijo Bernal, era imposible que quisiera hacerlo si la mano en que tenía la pistola era la inhábil, que es la derecha, tratándose de un zurdo.

Y así como en los testimonios de Ochoa y Bernal, podríamos detenernos también en los datos que hablan de la carrera de un pichón de oficial indisciplinado, marrullero, tarambana, deportista regular y pésimo declamador y cantante, malo tanto en la teoría, como en la práctica y que solo en el clima permisivo de los años crepusculares de la cuarta república pudo, a duras penas, ascender a teniente coronel.

Y es aquí donde deben buscarse las razones de por qué habiendo efectuado en los últimos años un gasto gigantesco en equipos militares que se acerca a los 15 mil millones de dólares, por qué regodeándose en su acercamiento a las llamadas “amistades peligrosas”, por qué diciendo simplezas como esa de que viajaría a Washington o Santiago en un Sukhoi-30, o, lo que sería más urticante, anunciando que pronto dará inicio a la construcción de una planta nuclear, el muchacho de Sabaneta (Rafael Poleo dixit), no logra ser tomado en serio y solo cuando pasa por el bochorno de ser regañado en público como ocurrió recientemente en la Cumbre XVII Iberoamericana de Santiago, ocupa los titulares de la prensa mundial.

Una prueba cabal de la orfandad que acosa a todo el que no teniendo créditos para ser temido trata de hacerlo con desplantes, la dio recientemente el vicepresidente de los Estados Unidos, Dick Cheney, cuando al hablar de Chávez hace tres semanas, lo confundió con el presidente de Perú, Alán García.

El teniente coronel se puso bravo, muy bravo, llamó a Cheney “ignorante”, lo cual revela que solo anda en una de titulares y notoriedad, pues si realmente estuviera interesado en sus planes de guerra, celebraría -muy en los principios de la doctrina militar del maestro Sun Tzu que recomienda en todas las circunstancias de la guerra el engaño y el camuflage- ser confundido con otro.

Pero no es solo como militar que Chávez no logra concitar las preocupaciones de aquellos que en sus delirios, deberían estar concentrados en cómo deshacerse de tamaño capitán, sino que, como político, Chávez también ha quedado para que le halen las orejas, y decir después que si se hubiera dado cuenta le habría mordido la mano al agresor.

“En las reuniones internacionales nadie se toma en serio a Hugo Chávez” escribía el viernes en “El Universal” de Ciudad México, el experto y profesor de la Universidad Iberoamericana, Rubén Aguilar. “En los pasillos y en los baños, pero también al interior del recinto donde se llevan los trabajos, los integrantes de las delegaciones se burlan de él. Se oye el calificativo de ‘payaso’’.

Ayer también escribía el filósofo español, Fernando Savater, en la revista “Tribuna” de Madrid, un artículo que merece citarse por ser un acertadísimo comentario al último traspiés de Chávez en su búsqueda insaciable de notoriedad y sensacionalismo mediático:

“Como su retórica exige siempre un imperio opresor para encubrir la deficiencia de soluciones concretas a los problemas que señala, en los foros donde no está presente Estados Unidos -el Satán por antonomasia- revive el espectro de la España colonial y exterminadora para que no decaiga la furia tonante que de él espera su afición.

De modo que Aznar no sólo es ya un fascista sino una fiera sanguinaria de apariencia humana. Esta recuperación de los dicterios zoomórficos recuerdan los felices tiempos en que los estalinistas tildaban a Sartre de "hiena dactilógrafa" y a los demás ni digamos. La verdad es que si alguien tiene un bagaje biográfico poco adecuado para tildar a nadie de "golpista" es el señor Hugo Chávez.

Y tampoco está nada claro que le disgusten los aspectos más absolutistas e irresponsables de la monarquía: a juzgar por la reforma política que va a someter a referéndum próximamente (reelección indefinida, concentración en sus manos de los poderes económicos del país, plenos poderes para reprimir a la oposición o a los disidentes, partido único, etcétera), da la impresión de que aspira a convertirse no ya en un rey al modo parlamentario europeo actual, sino en un émulo de Luis XIV. Las recientes imágenes de sus pistoleros en la universidad persiguiendo a los estudiantes, nos recuerdan a los más viejos episodios del pasado que desembocaron en la matanza de Tlatelolco. Ya veremos cómo acaba lo que tan mal camino lleva”.

Dictamen este último que también vale para el Chávez que acaba de declarar que “dará inicio a la construcción de una planta de energía nuclear en Venezuela”, pero no ya porque la vaya a construir, sino porque será el tema central de sus alharacas en los próximo meses y años (si es que sobrevive en su intento de convertir a Venezuela en una monarquía absolutista), y dará lugar a un incremento monstruoso de la corrupción con las comisiones y sobreprecios que se cobrarán y pagarán por la compra de equipos, con la fuga y venta de información que se ofrecerá a los enemigos del nuevo socio nuclear y con el remate del uranio enriquecido al mejor postor que realizarán los revolucionarios en cuanto sepan que un negocio tan rentable como el petróleo les ha caído en las fauces y por obra y gracia de la retórica del teniente coronel que no llegó a coronel porque fue raspado en todos los cursos de Estado Mayor.

Y en cuanto a la práctica ni hablar, según ya testimoniaron el general, Fernando Ochoa Antich y el Bernal y admiten todos los que lo vieron callar recientemente en Santiago cuando el rey Juan Carlos de España le espetó que debía guardar silencio.

De modo que a vigilar, no a Chávez sino a los que se van a llenar con el proyecto y, ¡por favor! no confundirlo más con Alán García.

 
 

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