Cualquiera
que oye a Chávez declarando que “su gobierno pronto
iniciará la construcción de una planta nuclear” pensaría
que se trata de un profeta armado que ya ganó varias
guerras convencionales en Venezuela y en el exterior, y se
dirige ahora a ingresar en el exclusivo club cuyos
miembros son 2 potencias mundiales que de verdad tienen el
arma mortífera y capacidad para colocarla donde se les
ocurra, y 3 países tercermundistas que dicen tenerlas,
pero para llamar la atención y con fines extorsivos para
procurarse donaciones en alimentos, combustibles y capital
líquido, dándose, de paso, el lujo de poner a temblar a la
comunidad internacional cada vez que insinúan que podrían
hacer uso de tan detestable artefacto.
En el caso del presidente venezolano, por el contrario, se
trata de un teniente coronel que cada vez que se vio
envuelto en hechos de armas las soltó y salió corriendo
antes de empezar los tiros, se apresuró a refugiarse en
brazos de enemigos a quienes pidió perdón, lloró y rogó
clamando por su vida, y aceptó al final acuerdos verbales
o firmados por los que se comprometió a portarse bien y no
volver a rebelarse contra el orden establecido.
Los testimonios sobre esta característica del
revolucionario socialista y bolivariano abundan, no vienen
exclusivamente de sus adversarios sino también de sus
seguidores, y solo citaría, entre los primeros, uno
reciente del general Fernando Ochoa Antich, quien escribe
en su libro de reciente publicación, “Así se rindió
Chávez” (Los libros de El Nacional. Caracas.2007), “que la
noche del 3, cuando los tanques rodaban de Maracay a
Caracas, el jefe de la intentona golpista se desvió de la
ruta acordada en previsión de que el gobierno, informado
del alzamiento, se dispusiera a obstruir la marcha,
provocando un enfrentamiento armado antes que los
insurrectos atacaran Miraflores y que Chávez a toda costa
trató de evitar”.
Y entre los segundos, hay uno inestimable y es, nada más y
nada menos, que del alcalde del municipio Libertador,
Freddy Bernal, el cual afirmó en un acto celebrado en la
Asamblea Nacional el 11 de abril del 2003 para conmemorar
el primer aniversario del regreso de Chávez al poder, “que
la noche del 11, cuando parecía que todo estaba perdido,
me acerqué a Miraflores para decirle al comandante en jefe
que debíamos resistir y retirarnos a pelear en los
barrios, y me encontré a un Chávez lloroso, diciendo que
se iba a suicidar, que no había nada que hacer, y ahí noté
que tenía una pistola en la mano derecha, siendo que él es
zurdo”.
O sea, que el hombre, no solo no quería pelear, sino que
tampoco se iba a suicidar, pues como dijo Bernal, era
imposible que quisiera hacerlo si la mano en que tenía la
pistola era la inhábil, que es la derecha, tratándose de
un zurdo.
Y así como en los testimonios de Ochoa y Bernal, podríamos
detenernos también en los datos que hablan de la carrera
de un pichón de oficial indisciplinado, marrullero,
tarambana, deportista regular y pésimo declamador y
cantante, malo tanto en la teoría, como en la práctica y
que solo en el clima permisivo de los años crepusculares
de la cuarta república pudo, a duras penas, ascender a
teniente coronel.
Y es aquí donde deben buscarse las razones de por qué
habiendo efectuado en los últimos años un gasto gigantesco
en equipos militares que se acerca a los 15 mil millones
de dólares, por qué regodeándose en su acercamiento a las
llamadas “amistades peligrosas”, por qué diciendo
simplezas como esa de que viajaría a Washington o Santiago
en un Sukhoi-30, o, lo que sería más urticante, anunciando
que pronto dará inicio a la construcción de una planta
nuclear, el muchacho de Sabaneta (Rafael Poleo dixit), no
logra ser tomado en serio y solo cuando pasa por el
bochorno de ser regañado en público como ocurrió
recientemente en la Cumbre XVII Iberoamericana de
Santiago, ocupa los titulares de la prensa mundial.
Una prueba cabal de la orfandad que acosa a todo el que no
teniendo créditos para ser temido trata de hacerlo con
desplantes, la dio recientemente el vicepresidente de los
Estados Unidos, Dick Cheney, cuando al hablar de Chávez
hace tres semanas, lo confundió con el presidente de Perú,
Alán García.
El teniente coronel se puso bravo, muy bravo, llamó a
Cheney “ignorante”, lo cual revela que solo anda en una de
titulares y notoriedad, pues si realmente estuviera
interesado en sus planes de guerra, celebraría -muy en los
principios de la doctrina militar del maestro Sun Tzu que
recomienda en todas las circunstancias de la guerra el
engaño y el camuflage- ser confundido con otro.
Pero no es solo como militar que Chávez no logra concitar
las preocupaciones de aquellos que en sus delirios,
deberían estar concentrados en cómo deshacerse de tamaño
capitán, sino que, como político, Chávez también ha
quedado para que le halen las orejas, y decir después que
si se hubiera dado cuenta le habría mordido la mano al
agresor.
“En las reuniones internacionales nadie se toma en serio a
Hugo Chávez” escribía el viernes en “El Universal” de
Ciudad México, el experto y profesor de la Universidad
Iberoamericana, Rubén Aguilar. “En los pasillos y en los
baños, pero también al interior del recinto donde se
llevan los trabajos, los integrantes de las delegaciones
se burlan de él. Se oye el calificativo de ‘payaso’’.
Ayer también escribía el filósofo español,
Fernando Savater, en la revista “Tribuna” de Madrid,
un artículo que merece citarse por ser un acertadísimo
comentario al último traspiés de Chávez en su búsqueda
insaciable de notoriedad y sensacionalismo mediático:
“Como su retórica exige siempre un imperio opresor para
encubrir la deficiencia de soluciones concretas a los
problemas que señala, en los foros donde no está presente
Estados Unidos -el Satán por antonomasia- revive el
espectro de la España colonial y exterminadora para que no
decaiga la furia tonante que de él espera su afición.
De modo que Aznar no sólo es ya un fascista sino una fiera
sanguinaria de apariencia humana. Esta recuperación de los
dicterios zoomórficos recuerdan los felices tiempos en que
los estalinistas tildaban a Sartre de "hiena dactilógrafa"
y a los demás ni digamos. La verdad es que si alguien
tiene un bagaje biográfico poco adecuado para tildar a
nadie de "golpista" es el señor Hugo Chávez.
Y tampoco está nada claro que le disgusten los aspectos
más absolutistas e irresponsables de la monarquía: a
juzgar por la reforma política que va a someter a
referéndum próximamente (reelección indefinida,
concentración en sus manos de los poderes económicos del
país, plenos poderes para reprimir a la oposición o a los
disidentes, partido único, etcétera), da la impresión de
que aspira a convertirse no ya en un rey al modo
parlamentario europeo actual, sino en un émulo de Luis XIV.
Las recientes imágenes de sus pistoleros en la universidad
persiguiendo a los estudiantes, nos recuerdan a los más
viejos episodios del pasado que desembocaron en la matanza
de Tlatelolco. Ya veremos cómo acaba lo que tan mal camino
lleva”.
Dictamen este último que también vale para el Chávez que
acaba de declarar que “dará inicio a la construcción de
una planta de energía nuclear en Venezuela”, pero no ya
porque la vaya a construir, sino porque será el tema
central de sus alharacas en los próximo meses y años (si
es que sobrevive en su intento de convertir a Venezuela en
una monarquía absolutista), y dará lugar a un incremento
monstruoso de la corrupción con las comisiones y
sobreprecios que se cobrarán y pagarán por la compra de
equipos, con la fuga y venta de información que se
ofrecerá a los enemigos del nuevo socio nuclear y con el
remate del uranio enriquecido al mejor postor que
realizarán los revolucionarios en cuanto sepan que un
negocio tan rentable como el petróleo les ha caído en las
fauces y por obra y gracia de la retórica del teniente
coronel que no llegó a coronel porque fue raspado en todos
los cursos de Estado Mayor.
Y en cuanto a la práctica ni hablar, según ya
testimoniaron el general, Fernando Ochoa Antich y el
Bernal y admiten todos los que lo vieron callar
recientemente en Santiago cuando el rey Juan Carlos de
España le espetó que debía guardar silencio.
De modo que a vigilar, no a Chávez sino a los que se van a
llenar con el proyecto y, ¡por favor! no confundirlo más
con Alán García.