No
es fácil explicarlo, pero mientras más reflexiono sobre la
reforma constitucional que implementa el presidente Chávez
desde que la Asamblea Nacional le aprobó la mega Ley
Habilitante, más me convenzo que estamos frente a un
replay de aquel superdecreto con el que Pedro Carmona
borró de un plumazo, en pocas horas y sin que le quedará
nada por adentro, los 350 artículos de la constitución
vigente.
Y miren cómo han criticado Chávez y sus adláteres aquel
“crimen” del más efímero de los presidentes venezolanos de
todos los tiempos, cómo han fatigado calificativos,
insultos, y decisiones judiciales para condenar al que
juzgan un reo de lesa patria porque se atrevió tocar el
texto sagrado que había sido aprobado dos años antes para
refundar la república y crear las bases que conducirían a
su liberación definitiva.
Pero solo para imitarlo y superarlo de la manera más audaz
y conspicua, pues si la “derogatoria” de Carmona se hizo
para convocar una constituyente que redactara una
constitución más democrática, libertaria y que respetara
la independencia de los poderes, y los derechos y
garantías ciudadanas, Chávez se dejó de remilgos y pasó a
redactar el mismo un nuevo texto, en el mayor secreto y
sin consultar nadie, pues ya había decidido que la jugada
era para convertirlo en el primer monarca nacional de
origen vernáculo, totalitario y revolucionario.
Fíjense si no, en la disposición que establece la
reelección indefinida en un país donde los miembros del
CNE y del TSJ proclaman que son gobierneros y militantes
del partido oficial, así como los artículos que barren o
mediatizan la descentralización, la elección de
gobernadores y alcaldes y la independencia del movimiento
sindical.
Y sin contar, que en estos mismos días Chávez está creando
un partido único, el PSUV, que seguramente será consagrado
en la Carta Magna como el único partido oficial,
socialista, honesto y revolucionario, dando inicio al
proceso que partirá la sociedad civil venezolana entre
quienes se someten al caudillo y pasan por tanto a
disfrutar las migajas del estado, y los rebeldes que serán
marginados, controlados, perseguidos y forzados al exilio.
Cierto es que se podría alegar que la “derogatoria” de
Carmona se resolvió en un conciliábulo carente de
legalidad y legitimidad, pero, de igual manera ¿una
Asamblea Nacional monocolor que se limitó a “carmonizar” a
Chávez dándole facultades para tachar 110 artículos de la
bolivariana y sustituirlos por otros tantos de su
inspiración, es legal, es legítima?
Porque okey, Pedro Carmona estaba urgido por darle una
salida constitucional a una situación de facto y realmente
no podía, ni confiar en una asamblea con mayoría chavista,
ni convocar otra en un fin de semana ¿pero Chávez no podía
llamar a “sus” asambleístas a legislar y darles el
consuelo de que al menos simularan que eran ellos y no
organismos ni individualidades infacultas las que asumían
tamaña responsabilidad?
Y aquí es donde concluimos que la aspiración autocrática
de Chávez no tolera siquiera un poder legislativo de
papel, y que, así como la nueva constitución podría
perfectamente intercambiar con la vieja los calificativos
de “bolivariana” por “chavista o chaviana”, también habría
que prepararse para que las próximas leyes y
constituciones a aprobarse (las revoluciones son fecundas
en el ramo) sean producto de la genialidad de tan
calificado legislador.
Tal cual hacían conquistadores como Napoleón, y
libertadores como Bolívar, que no era solo que dirigían
grandes ejércitos y derrotaban países e imperios, sino que
fundaban repúblicas y las normaban de acuerdo a
constituciones de su propia inspiración.
¿Será el próximo paso en la carrera meteórica del Centauro
de Sabaneta? …Quién sabe…Pero que se preparen Cuba,
Nicaragua, Ecuador y Bolivia.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |