Inicio | Editor | Contáctenos 
 
 

Antonini en su Ferrari
por Manuel Malaver  
miércoles, 15 agosto 2007


La imagen del empresario socialista siglo XXI, Guido Alejandro Antonini Wilson, conduciendo un Ferrari 360 Spider de 300 mil dólares en el último Rally Gumball 3000, sin duda que habla más del origen, naturaleza y destino de la revolución bolivariana que todos los adefesios publicitarios con que los “creativos” del régimen tratan de vender contrabandos como esos de que “Con Chávez manda el pueblo” o “Ahora Venezuela es de todos”.

Y la razón es porque, a diferencia de otras revoluciones, la chavista nació y creció en la apacibilidad y rélax de los cuarteles puntofijistas, entre simplezas como el “Juramento del Samán de Güere” y el “Árbol de las Tres Raíces”, en templetes de canciones protesta, rumbas de salsa, toros coleados y juegos de béisbol, con whisky a discreción y champaña también, sin presos, torturados, ni perseguidos, en aquel clima, en fin, bonchón y permisivo de la Venezuela democrática, saudita y petrolera donde las conspiraciones no solo no se reprimían, se estimulaban

Pero no fue solo eso, sino que cuando Chávez y sus revolucionarios resultaron encarcelados después de rendirse durante la intentona golpista del 4 de febrero del 1992, fueron juzgados en tribunales donde se les respetó el debido proceso y garantizó los derechos humanos, apoyados por personalidades, instituciones y medios de comunicación sin ser acusados de golpistas ni agentes del comunismo, pasitrotando 3 años en prisión no distintos en general de los tiempos en que parrandeaban, bonchaban y faranduleaban en los cuarteles, conspirando, promoviendo la revolución y preparándose para el día en que procederían a propinarle el arrebatón final a la democracia venezolana.

Años de seguridad, confianza y distensión que no podían concluir sino cuando el presidente Caldera dicta un decreto sobreseyendo la causa de los conspiradores, envía a algunos a sus casas para que empiecen a ejercer sus derechos políticos, a otros a los cuarteles para que continúen sus carreras, y barre el camino para que 3 años después Chávez resulte electo presidente de la República.

De modo que no puede extrañar que una vez en el poder Chávez y sus revolucionarios hayan continuado la vida fácil, glamorosa y chispeante que les dio la Venezuela de la Cuarta República, bajo el cobijo de gobiernos con una amplia y eficiente cobertura social que concedía a sus altos funcionarios las ventajas de actuar discrecional e irresponsablemente, reforzadas ahora con un nuevo ciclo alcista de los precios del petróleo que convirtió al estado venezolano en el más rico de América latina.

Y que sus socios sean justamente esta nueva casta de nuevorricos de la cual Antonini el del Ferrari 360 Spider es un conspicuo representante, así como las decenas de contratistas de PDVSA, los cientos de importadores de alimentos y financistas involucrados en la operaciones de compra y venta de los bonos de la deuda Argentina que ya rutilan en las listas de los más ricos de este o los próximos años.

Clase bifronte por lo que tiene de política y empresarial, socialista y capitalista, revolucionaria y contrarrevolucionaria, antiimperialista y proimperialista, que pasa rápidamente del “Empresario global” de Gustavo Cisneros al “Socialismo del Siglo XXI” de Heinz Dieterich, de Bon Jovi a Alí Primera, del Papa Benedicto XVI a Mahmoud Ahmadinejad, del príncipe Alberto II de Mónaco a Pedro Carreño.

Y que no teme compartir con la élite revolucionaria y bolivariana la afición por las marcas premium de carros, yates y aviones, por los clubes, marinas y rallys, mientras cantan “Las casas de cartón” y corean frases como la que gritó Antonini a los agentes de aduana argentinos que quisieron hacerle confesar de donde procedían los 800 mil dólares que llevaba en la famosa maleta: “Yo soy un soldado”.

Pero -todo hay que no reconocerlo- que acepta compartir los riesgos de tan duro oficio, como contrabandear cantidades ingentes de dólares malhabidos por aduanas y fronteras, trasladar armas y quien sabe si agentes encubiertos, guerrilleros heridos e ilegales perseguidos por países y regiones enteras, porque definitivamente, no es lo mismo delinquir en un Ferrari 360 que en una cacharra ensamblada en Cuba, Irán o Zimbawue.      
 

*

  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.