A Elizabeth Burgos…quien anda por ahí.
Si
de algo no puede ser acusado el chavismo, es de su falta
de capacidad para inventar terminejos que no queriendo
decir lo mismo, terminan diciendo exactamente lo que no
querían decir.
Y que se me perdone la cantinflada, pero es que después de
pasar 8 años en el reino del escamoteo, el ilusionismo, la
ambiguedad y el navegar entre dos o muchas aguas, concluye
uno siendo experto del lenguaje de los enésimos o nulos
significados.
Es también una característica del subdesarrollo extremo
que se expresa en violencia verbal, en un no detenerse en
sentidos más, sentidos menos, con tal de tomar la
fortaleza y hacerse con todo el botín.
Sobre todo en circunstancias en que anda suelta por ahí la
justicia global, de que a pesar de que se cuente con el
“partido interno” del magistrado Cabrera y la magistrada
Morales, puede aparecer un togado que mande al violento
tras las rejas.
El caso del difunto Pinochet es ya emblemático, pero
también el de Milosevic, y los de Fujimori y Taylor que
aguardan por la instrucción de sus causas.
Por eso, no se crean, los dictadores también sufren,
pierden el sueño, toman Lexotanil, viven rodeados de
internistas y psiquiatras, cuentan con amanuenses que les
prueban la comida y los tragos y viven rodeados de
guardias, agentes, matones y especialistas de seguridad
que los controlan noche y día y les programan hasta los
más inofensivos pasos.
Pero lo peor es que tienen que cuidar las formas y las
fórmulas, que deben actuar con prudencia, como que pasó el
tiempo en que el oficio se podía ejercer con toda
legalidad e impunidad, de cara a un mundo que los podía
rechazar, pero no evitar, y ello, al fin y al cabo, por la
fuerza de la costumbre, terminaba haciéndolos coexistibles.
De ahí que no sea lo mismo decir “dictadura
constitucional” que “dictadura pura y simple”, “gobierno
revolucionario” que “gobierno militar”, “dictadura
vitalicia” que “dictadura indefinida o continua”,
“gobierno de los ricos” que “gobierno de los pobres” y
así, tantos sesgos para camuflar, disfrazar y enmascarar
al hombre de fuerza que, de otra manera, ya nos tendría a
todos encerrados.
Por eso la reciente aparición ante los medios de doña
Cilia Flores, la dizque presidenta de la Asamblea
Nacional, toda retocada y bien plantada ella, sin nada que
se le pudiera criticar en cuanto a porte, pero decidida a
soltar el abuso que es también un insulto al sentido común
y al DRAE, y de lo más grávida, paciente, abordable,
educada y muerta de la risa.
Como para restregarse los ojos, revisar las hojas del
calendario, confirmar en que siglo estamos, si somos del
país y continente que decimos ser y no de un pedazo de
tierra que llegó vagando por los mares de paisajes remotos
y se nos pegó ahí, en el costado, con su tiempo, espacio,
especies, cultura y lenguajes extraños, muertos y lejanos.
Pero también para despertarnos y volvernos a decir que la
cuestión es más sencilla y que simplemente estamos
coexistiendo con unos marxistas arribados a nuestras
playas después de un naufragio o de una travesía muy
larga, enfermos de escorbuto unos, de anemias otros, de
delirios y fiebres palúdicas los más, pero conscientes de
que se ofrece una oportunidad última de teatralizar
aquella farsa muy conocida en el continente por la que
unos estafadores llegan a un pueblo y comienzan a vender
menjurjes para curar maleficios y picaduras de serpientes,
y no solo arruinan a los enfermos, sino que sus víctimas
los convierten en santeros, santos mismos y dueños de la
iglesia
Pero puede que el final no sea tan “realista mágico”,
benigno ni barroco, y que de acuerdo a otra corriente
literaria muy de moda en el continente, los santeros,
santos y dueños de la iglesia pasen a ser gobernantes, y
de gobernantes a legisladores, y de legisladores a los
dueños de la justicia, la libertad, la propiedad y la vida
y hacienda de los gobernados.
Extremando creo que se podría recordar a aquel Lope de
Aguirre que recaló en las playas de Margarita a mediados
del siglo XVI llegado del Perú, después de atravesar el
río Marañón, el Amazonas y el océano Atlántico con la
intención de tomar Panamá y fundar un reino de su
propiedad desde el cual invadir España y destronar al rey
Felipe II.
Proyecto que, pensándolo bien, no estaba mal, si no
hubiera sido porque antes de llegar a Panamá, El Tirano
-que es como se le conoce desde entonces-, pasó por los
aun no completamente fundados pueblos de Margarita y la
Tierra Firme de Venezuela y literalmente los arrasó, los
anegó en sangre, asesinando colonos y nativos sin piedad
ni fórmula de juicio y sembrando tal espanto que todavía
en mi infancia insular los niños nos dormíamos temiendo si
no oiríamos en la noche el trote del caballo del también
llamado “Peregrino” rozando el empedrado y despertándonos
con su grito de: “Garrote vil, horca y cuchillo”.
Insisto en que estoy recordando una situación extrema y
sin pensar en comparar nada con nada, ni nadie con nadie,
pero que es inevitable asome en la penumbra de un paisano
de Margarita y de mi generación para quien redención,
fundación de reinos y derrota de imperios se hizo
sinónimo, desde su más temprana infancia, de muerte,
destrucción y violaciones gigantescas de los derechos
humanos.
Y no quiero decirse con esto que haya que convenir con las
injusticias, y cruzarse de brazos ante los imperios y los
poderes que niegan la igualdad ante la ley y la defensa de
los derechos humanos, sino que al luchar contra ellos, no
hay que permitir que la lucha de lugar a poderes más
torvos, siniestros e incontrolables, y más “legitimados”
en cuanto fundan la tiranía a nombre de la justicia, la
igualdad y el bien.
Este y otros pálpitos puede confirmarlos cualquiera que
haya tenido oportunidad de viajar por la Cuba castrista, o
si conoció, aunque fuera de pasada, a la Unión Soviética y
a los países socialistas de la Europa del Este, o por
postales a la China de Mao o la Corea de los dos Kim, con
sus paisajes humanos y geográficos destruidos por la
doblez y la ausencia de iniciativa, la muerte de la verdad
y del libre albedrío, por la prohibición de la práctica de
derechos humanos de primera generación como ir donde a uno
le plazca y pensar y decir lo que nos viene en gana.
Del mundo que se nos viene encima con los intentos de la
presidencia de la Asamblea Nacional, Cilia Flores, de
explicarnos por qué no es lo mismo “dictadura indefinida”
que “dictadura continua”, por qué la primera quiere decir
que dura hasta que Chávez quiere que dure, y la segunda
que dura aunque Chávez no quiera que no dure.
O sea, que mejor exposición de neopupulismo, neosocialismo
y neototalitarismo no puede haber, sistema que ya puede
definirse como el arte de tirar la piedra y esconder la
mano, puesto que su esencia consiste en hacer lo que
hicieron los viejos populistas, socialistas y
totalitarios, pero diciendo que se les detesta, que
resultaron un fiasco, y se les perseguirá, denunciará y
encarcelará si intentan repetir sus fórmulas.
Pero ¿cómo si las fórmulas están siendo aplicadas
rigurosamente por los neo, si son ellos los propietarios
de la patente, de la franquicia y de los títulos de
propiedad, si son ellos quienes se declaran abiertamente
los herederos y portadores de la piedra filosofal que
trasmuta la democracia en dictadura, la propiedad
individual en colectiva y los derechos humanos en motivo
para construir leyes restrictivas, de desacato, rejas y
cárceles?
¿Chávez detenido por Chávez, Carreño acusado por Carreño,
Maduro sustituido por Maduro y Rangel mandado al exilio y
extrañado del país por Rangel?
Pues no se rían, porque ya Chávez se autoderrocó una vez,
se encerró en una cárcel, estuvo 3 días en manos de sus
enemigos, y también se hizo un paro petrolero, un
referendo revocatorio y ha estado siempre dispuesto a
abandonar el poder, pero siempre que sea por motu propio y
de mentira.
Es una desmesurada que jamás se le hubiera ocurrido a
Stalin y a Mao, y aun al mismo Fidel Castro.
Ah, pero ni Stalin ni Mao habían nacido en los trópicos, y
Castro es de los trópicos, pero no llanero.
De ahí que no puede extrañar que Chávez, no solo tomara el
atajo de la dictadura, sino que diga que el pueblo, en su
infinita sabiduría, se le apareció en sueños, se hizo
verbo, el verbo se hizo carne, le pidió que asumiera la
dictadura, y él, como siempre, obedeció humilde.
O sea, que Konrad, Zamiatin, Wells, Orwell y Borges
juntos, pero en el Caribe mágico y tropical donde los
caudillos republicanos encontraron la fórmula para hacer
eterna la monarquía y la colonia… o más bien: la
conquista.