Una
consecuencia de la ola de estatizaciones que, según
declaraciones de altos funcionarios de la administración
chavista, apenas comienza con las compras de CANTV y
ELECAR, es que en poco menos de un año la nómina del
Estado podría alcanzar hasta los 4 millones de empleados.
O sea, una cantidad que se acercaría al total de
trabajadores formales e informales de la economía privada,
pero situándose en la perspectiva de que, a la vuelta de
un año, o quizá dos, la planta de empresas industriales,
de manufacturas, comercio y servicios pase a ser
constituida por puros y simples burócratas.
Ciudadanos que con un pésimo control de su actividad
productiva (porque la empresa ahora no es capitalista,
sino socialista y de justicia); sin actualización
tecnológica, profesional, laboral ni de ningún tipo
(porque esos son puros inventos imperialistas); y sobre
todo, sin estímulos materiales como mejoras en los
salarios, prestaciones sociales y calidad de vida (porque
Lenin, Mao, Fidel y el Che dijeron que eso es vil metal y
cochino egoísmo), verán sus días transformarse en una
agobiante rutina, donde, sin otra preocupación que ir a
retirar 15 y último lo que les toque de la cada día más
menguada renta petrolera, solo tendrán tiempo para ver,
impotentes, como se apaga el brillo y encanto de la vida.
Claro, todo eso sí no están inscritos en la nómina de las
cadenas de trueque de las empresas de producción social,
las cooperativas y fundos zamoranos, pues entonces no
tendrían tiempo de nada, ya que los días se les escaparían
acarreando cochinos para un lado, y trayendo pollos y
gallinas para otro.
Productos de la dieta diaria o básica que cada día estarán
más caros y escasos, ya que los camaradas que debían
producirlos, como estaban hartos de comer cochinos los
unos, y pollos y gallinas los otros, pues este año se las
echaron al hombro y ahora habrá que esperar que mejoren
los precios del crudo a ver si se pueden importar de
Brasil, Uruguay y Argentina.
¿Y a quién quejarse y cómo, si los antes aguerridos y
terribles camaradas sindicalistas, se reconvirtieron en
mansos corderos que dicen que protestar es una desviación
burguesa y que hay que apoyar y seguir en todo a quienes
desde arriba, por puro amor, nos programan hasta los
detalles más nimios e insignificantes del día a día?
Pura rutina, conformidad y desidia solo interrumpidas
cuando hay que ir a un mitin, manifestación, caravana, o
marcha a protestar contra el imperio que después de 15
años insiste e invadir la patria socialista y no entiende
que sin luz eléctrica, sin comunicación telefónica, ropas,
medicinas, comida, pero mucho trueque, aquí hay un pueblo
digno y heroico que les propinará una fulminante derrota.
Entonces, digamos, que en cuestión de minutos, de
segundos, es como si se soltara un resorte o dispositivo,
y sin que se sepa cómo ni cuándo, los millones de
soñolientos, los que tenían meses sin venir a trabajar,
los enfermos, los descontentos, los indiferentes, se ponen
en movimiento y ahora son una masa enardecida que grita
sin parar: “Chávez seguro, a Rangel dale duro”, o “Cilia,
traidora, Hilary es tu señora”, o “Jesse, bandido, eres
nuestro enemigo”.
Aclaramos que estos nombres ahora tan vilipendiados,
fueron hasta ayer no más los amados del líder, pero dicen
que fueron comprados por el imperio, y, al parecer, se
pasaron a sus filas.
“Si vos hubierais estado conmigo en Utopía…Serías el
primero en admitir que jamás habías visto un país tan bien
organizado”, se lee en “Utopía” de Tomás Moro, y la verdad
es que por muchas cosas se podrá condenar la sociedad que
quiere legarnos el presidente Chávez, pero jamás por su
incapacidad para trasladar millones de personas de un
estado a otro, de una ciudad a otra, de un pueblo a otro,
digamos a votar, manifestar, o participar en maniobras y
ejercicios militares para derrotar al enemigo.
Después, claro, hay que volver a la rutina, a ver pasar
los días, a sentir el acecho de los millones de burócratas
cuyo deber sagrado es programar a los ciudadanos,
contarlos, chequearlos, movilizarlos, amenazarlos,
castigarlos, premiarlos y pagarles sus 15 y último.
Mejor dicho: a fingir que les pagan, mientras ellos, por
su parte, fingen trabajar.
Es el resultado de la hiperinflación, el trueque, el
desabastecimiento, de la ruina creciente, inevitable y
total de la economía… que es la vida.
* |
Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |