Cinco
años para precisar el significado exacto de la más grande
manifestación popular de la historia política de
Venezuela, y la verdad es que a pesar de los ríos de tinta
derramada y de las miles de horas-hombre fatigadas en
espacios de radio y televisión, pareciera temprano para
descubrir que pasó, y por qué pasó lo que pasó aquel
misterioso día.
Era claro ¿se acuerdan?, fresco, alegre; y no obstante
estar precedido de la crisis que llevó a Hugo Chávez a
intentar defenestrar a la gerencia de PDVSA, parecía que,
aparte de una manifestación de protesta convocada el día
anterior, no traspasaría los discursos y las condenas ya
usuales en estos casos.
Hora y media después, sin embargo, según arrancaban los
primeros grupos de la Plaza Francia de Altamira y se
robustecían con los miles de ciudadanos que venían de
todas las direcciones y de todos los caminos, se hizo
claro que la historia se había puesto en movimiento y que
acontecimientos no previstos ni calculados tatuarían el 11
de abril del 2002 para siempre.
Y aquí son pertinentes las preguntas que aún rondan en las
mentes, estudios y libretas de analistas políticos,
historiadores y comunicadores: ¿Qué hizo posible que un
día aparentemente de rutina se transfigurara en una fecha
sin posibilidad de desalojo de la memoria colectiva, y
quiénes fueron los responsables de que de repente se
nutriera de la carga que por el solo hecho de estar, de
ser, produjo la salida de Chávez de Miraflores?
Para comenzar por la última: Fue el pueblo, la sociedad
civil, los ciudadanos (o como quiera que se les llame)
quienes produjeron la decisión de arreglar cuentas de una
vez con una situación que a partir de diciembre se les
volvió intolerable; y regresando a la primera: la lucha
por la libertad había nacido, acababa de nacer, y ya en la
calle era imposible que volviera a recogerse.
Y fueron estos dos valores de la ecuación los que
concluirían en el choque de Puente Llaguno, en la tragedia
que significaría la ruptura entre las dos Venezuela que
desde entonces hablan sin oírse y se desplazan en un
péndulo que de repente pareciera sacar de juego, ya a una,
ya a la otra.
Son 5 años en el aula de la cátedra de política viva más
compleja de la historia contemporánea de Venezuela, pero
que aún no ofrece todos sus misterios, todas sus
sorpresas, todas sus opciones.
Y con muchos 11 de abril del 2002 en perspectiva, como que
las luchas por la libertad son inagotables y también los
tiranos que surgen de la nada, parecen de repente
remontarse a las nubes, pero solo para caer como si nunca
hubieran existido.
Para solo hablar de los más próximos: Pinochet, Milosevic,
Taylor, Fujimori, Hussein, Mariam, unos condenados, otros
enjuiciados, otros fugitivos, pero todos victimados por el
desprecio de quienes no les perdonan su intento de ser los
únicos, los solos, los omnipotentes, los todopoderosos.
“El totalitarismo no es una tendencia política, es una
enfermedad” decía recientemente el psiquiatra, hombre de
letras, y amigo cercano, Franzel Delgado. Y solo tendría
que agregar que es una enfermedad contagiosa, por lo que
la profilaxis, antes y después de la propagación, es una
responsabilidad que incumbe a toda la sociedad, a todos
los hombres y mujeres incompatibles aun con la existencia
in vitro del virus.
El 11 de abril del 2002 fue, por tanto, la primera
vacunación masiva y casa por casa de la sociedad civil
contra la pandemia totalitaria, por ponerse al abrigo del
contagio del flagelo, por aislarlo, debilitarlo,
derrotarlo, e inmunizarse para regresar a la vida donde
todos somos iguales porque decidimos serlo y no porque nos
lo manda, nos lo ordena, nos lo impone un mandamás.
Y si bien es verdad que la inmunización no llegó a todos,
sí alertamos a los contaminados y por contaminarse de su
malignidad.
Pero lo que es más importante: más de la mitad de los
venezolanos se puso a resguardo de la peste y hacen los
esfuerzos necesarios para que toda Venezuela recupere la
salud en un contrato social donde haya igualdad ante la
Ley, independencia de los poderes, pluralidad, tolerancia,
diversidad e instituciones que se hagan respetar.
De todo lo que quiso promover y rescatar la más grande
manifestación popular de la historia política de
Venezuela, aquel 11 de abril del 2002 que todavía está
rodando, gritando, sangrando.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |