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Reforma, clientelismo e invasión imperial
por Manuel Malaver  
miércoles, 10 octubre 2007


Que el clientelismo es el sello característico del socialismo del siglo XXI y que su principal promotor es el presidente Chávez, quedó demostrado el miércoles pasado en un acto celebrado en Fuerte Tiuna con 5 mil oficiales y donde, el jefe de Estado, no solo afirmó “que la reforma constitucional elevará los niveles de vida de la tropa a través de mejor seguridad social, buen nivel salarial, planes de vivienda y abastecimiento de equipos y adiestramiento militar”, sino que prometió “estar pendiente todos los años de los sueldos, porque como ustedes no tienen sindicato, yo soy su sindicato”.

En otras palabras, que toma y dame más pesetero y descarado no encontraríamos siquiera en las etapas más críticas del puntofijismo tardío, cuando la premonición de que el final estaba cerca, tentaba al liderazgo político a pactar con el militar por ventajas materiales puras y simples.

En todo lo que en la historia se conoce como pretorianismo, pues es imposible no concluir que tal cambalache convierte a los partidos e instituciones democráticas en rehenes de la organización militar.

Orden de cosas que ya existe en Venezuela y que inevitablemente se reforzará con la autodesignación de Chávez como jefe de reclamos del sindicato castrense, pues no solamente lo veremos transformado en portavoz de las aspiraciones salariales de los “afiliados”, sino igualmente en el patrón de cuya disponibilidad fiscal, estado de ánimo e inclinación para recompensar apoyos dependerá el bienestar de la FAN.

Relación tanto más proactiva y retroactiva, cuanto que en el mismo acto en que pidió respaldo para la reforma constitucional a los 5 mil oficiales presentes en el acto de Fuerte Tiuna, Chávez los instó a “que discutan y aporten propuestas para la fortalecer la nueva doctrina y organización militar”.

“He propuesto en la reforma la creación de milicias militares…vamos a transformar todo…yo pido que ustedes participen…que aceleremos la revolución dentro de la institución armada y nos acoplemos a las nuevas realidades”.

Y acto seguido invitó a los oficiales “a investigar cómo fue que los pueblos de Vietnam e Irak lograron organizarse para resistir la invasión imperial”.

O lo que es lo mismo: que al conectar reforma constitucional, clientelismo e invasión imperial, Chávez está pensando en el problema estratégico central del gobierno que al parecer no es otro que una invasión del territorio nacional por parte de los Estados Unidos.

Y la pregunta es: ¿cómo se concilia esta promesa a los oficiales de mejor nivel vida, aumentos salariales y planes de vivienda con el llamado a que se preparen para una invasión norteamericana y que el ejemplo a investigar y seguir para resistir la invasión imperial es el de los pueblos de Vietnam e Irak?

¿Cree acaso el presidente Chávez de que en caso de tal eventualidad podrán los oficiales disfrutar del “mejor nivel vida, seguridad social, buen nivel salarial y los planes de vivienda” que ofrece la reforma, y no verán sus existencias disparadas, por el contrario, a situaciones límites frente a las cuales lo importante no es entrenarse para la buena, sino para la mala vida?

Porque una de dos: o el presidente cree en serio que el futuro de la revolución es el bienestar material, y en consecuencia, lo de la invasión imperial es pura paja; o cree en la invasión imperial y lo que queda es ofrecer a los soldados un presente y futuro de “sangre, sudor y lágrimas” que es lo que permitiría entrenarlos para derrotar la invasión.

Y es aquí donde resulta imposible que el líder de la revolución continental y mundial sea tomado en serio y no se le perciba como un adolescente tardío que llegó por carambola al poder y se fabricó unos juguetes para no aburrirse: la reforma constitucional continua, el socialismo del siglo XXI, la revolución y la invasión imperial.

Todo lo cual no niega, sino que reafirma su alta peligrosidad, pues no han nadie más terrorífico en el mundo que un adolescente con una ametralladora.      
 

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  Artículo publicado en el vespertino El Mundo.

 
 

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