Que
el clientelismo es el sello característico del socialismo
del siglo XXI y que su principal promotor es el presidente
Chávez, quedó demostrado el miércoles pasado en un acto
celebrado en Fuerte Tiuna con 5 mil oficiales y donde, el
jefe de Estado, no solo afirmó “que la reforma
constitucional elevará los niveles de vida de la tropa a
través de mejor seguridad social, buen nivel salarial,
planes de vivienda y abastecimiento de equipos y
adiestramiento militar”, sino que prometió “estar
pendiente todos los años de los sueldos, porque como
ustedes no tienen sindicato, yo soy su sindicato”.
En otras palabras, que toma y dame más pesetero y
descarado no encontraríamos siquiera en las etapas más
críticas del puntofijismo tardío, cuando la premonición de
que el final estaba cerca, tentaba al liderazgo político a
pactar con el militar por ventajas materiales puras y
simples.
En todo lo que en la historia se conoce como
pretorianismo, pues es imposible no concluir que tal
cambalache convierte a los partidos e instituciones
democráticas en rehenes de la organización militar.
Orden de cosas que ya existe en Venezuela y que
inevitablemente se reforzará con la autodesignación de
Chávez como jefe de reclamos del sindicato castrense, pues
no solamente lo veremos transformado en portavoz de las
aspiraciones salariales de los “afiliados”, sino
igualmente en el patrón de cuya disponibilidad fiscal,
estado de ánimo e inclinación para recompensar apoyos
dependerá el bienestar de la FAN.
Relación tanto más proactiva y retroactiva, cuanto que en
el mismo acto en que pidió respaldo para la reforma
constitucional a los 5 mil oficiales presentes en el acto
de Fuerte Tiuna, Chávez los instó a “que discutan y
aporten propuestas para la fortalecer la nueva doctrina y
organización militar”.
“He propuesto en la reforma la creación de milicias
militares…vamos a transformar todo…yo pido que ustedes
participen…que aceleremos la revolución dentro de la
institución armada y nos acoplemos a las nuevas
realidades”.
Y acto seguido invitó a los oficiales “a investigar cómo
fue que los pueblos de Vietnam e Irak lograron organizarse
para resistir la invasión imperial”.
O lo que es lo mismo: que al conectar reforma
constitucional, clientelismo e invasión imperial, Chávez
está pensando en el problema estratégico central del
gobierno que al parecer no es otro que una invasión del
territorio nacional por parte de los Estados Unidos.
Y la pregunta es: ¿cómo se concilia esta promesa a los
oficiales de mejor nivel vida, aumentos salariales y
planes de vivienda con el llamado a que se preparen para
una invasión norteamericana y que el ejemplo a investigar
y seguir para resistir la invasión imperial es el de los
pueblos de Vietnam e Irak?
¿Cree acaso el presidente Chávez de que en caso de tal
eventualidad podrán los oficiales disfrutar del “mejor
nivel vida, seguridad social, buen nivel salarial y los
planes de vivienda” que ofrece la reforma, y no verán sus
existencias disparadas, por el contrario, a situaciones
límites frente a las cuales lo importante no es entrenarse
para la buena, sino para la mala vida?
Porque una de dos: o el presidente cree en serio que el
futuro de la revolución es el bienestar material, y en
consecuencia, lo de la invasión imperial es pura paja; o
cree en la invasión imperial y lo que queda es ofrecer a
los soldados un presente y futuro de “sangre, sudor y
lágrimas” que es lo que permitiría entrenarlos para
derrotar la invasión.
Y es aquí donde resulta imposible que el líder de la
revolución continental y mundial sea tomado en serio y no
se le perciba como un adolescente tardío que llegó por
carambola al poder y se fabricó unos juguetes para no
aburrirse: la reforma constitucional continua, el
socialismo del siglo XXI, la revolución y la invasión
imperial.
Todo lo cual no niega, sino que reafirma su alta
peligrosidad, pues no han nadie más terrorífico en el
mundo que un adolescente con una ametralladora.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |