No
deja de ser una hábil jugada política que el presidente
Chávez participe en un rol casi estelar en la negociación
que busca un acuerdo entre las FARC y el gobierno de
Álvaro Uribe Vélez para el canje de 700 secuestrados en
poder de las guerrillas y 400 insurgentes presos en
cárceles colombianas.
Nudo que ya le procuró al expresidente, Andrés Pastrana,
más de la mitad del descrédito que lo presenta como uno de
los peores jefes de Estado colombianos de todos los
tiempos, y para el presidente Uribe Vélez ha resultado un
calvario tan difícil de sobrellevar y superar que
prácticamente lo ha convertido en otro rehén de la
guerrilla.
Pero tampoco las FARC escaparon al costo de la poca
voluntad demostrada para desenredar la compleja trama de
los rehenes, pues si bien durante los últimos años han
sido la única garantía que evitó que el reforzadísimo
Ejército neogranadino fuera a una confrontación final,
también le ha desvelado un lado oscuro de crueldad,
vesania y absoluto irrespeto por los derechos humanos que
contribuye de manera eficiente a que ya sean pocos los que
dudan que se trata de una “organización terrorista”.
En cuanto al presidente, Chávez, es evidente que, antes de
que Álvaro Uribe y Manuel Marulanda lo aceptaran en su rol
de mediador, era un maltrecho líder subcontinental aun
acosado por las iras del cierre de RCTV, y la tartamudez
de no ofrecer una explicación plausible en el caso en qué
un grupo de funcionarios de la estatal petrolera PDVSA
viajaban en el mismo avión donde un empresario venezolano
quiso introducir 800 mil dólares de contrabando en
Argentina, y por tanto, ansioso de que otra oportunidad,
de que otro turno al bate, le permitiera relanzarse para
aparecer no, como jefe autoritario sino pacifista, no como
promotor de la guerra, sino de la paz.
Y es incuestionable a 5 días de iniciado el proceso que lo
logró, pues sobre la imagen del líder militar y
militarista, del revolucionario violento y colectivista,
priva ahora la sombra, el espejismo del buen hermano
grancolombiano que es capaz de liberar a 44 paramilitares
que cruzaron la frontera para matarlo, para que allá, en
el Palacio de Nariño y en el Putumayo aprendan la lección
y se sienten a negociar los hombres de los cuales depende
la recuperación de la paz colombiana.
Pero igualmente Chávez ha fortalecido a las fuerzas
políticas del país vecino que lo apoyan, a gente como
Gustavo Petro y Piedad Córdoba que abogan por una salida
electoral para la toma del poder, a la par que reuniéndose
con una delegación de las FARC en Bogotá e invitando a
Manuel Marulanda en Miraflores está contribuyendo como
nadie al status de fuerza beligerante del grupo
guerrillero para que, tanto en lo interno, como lo
externo, se la empiece a ver como el otro gobierno, el
otro poder colombiano.
La gran pregunta es: ¿Pero pasará Chávez de ahí, logrará
que Marulanda acepte canjear los 700 rehenes por los 400
guerrilleros como un primer paso para un acuerdo macro que
conduzca a que gobierno y guerrilla se reconcilien y
agencien algún programa de convivencia y reinserción de
los insurgentes en la vida civil y democrática?
Y ahí es donde pienso que tanto Chávez, como Uribe, pueden
estar siendo víctimas de un espejismo de una fantasía,
pues para las FARC y Marulanda los rehenes, no solo son
instrumentos de presión política, sino de protección y
defensa militar, ya que hasta ahora han resultado unos
escudos ideales para evitar una confrontación con el
Ejército que tendrían todas las probabilidades de perder.
De modo que para entregarlos, Marulanda exigiría garantías
extremas como serían el reconocimiento del estado de
beligerancia, el despeje de dos municipios para negociar
el acuerdo y un compromiso del gobierno colombiano de
aceptarlos y respetarlos como fuerza política legítima,
sea en el campo o la ciudad, armada o desarmada, nacional
o internacionalmente.
¿Y está Álvaro Uribe en capacidad de dar tales garantías,
de llegar a un acuerdo donde más allá de los rehenes y los
presos no le quedaría dentro de 4 años sino retirarse a su
hacienda de Antioquia como se retiro Pastrana un día a un
cargo diplomático en el exterior?
No lo creo y ello me lleva a pronosticar que seguramente
vamos a ver una negociación que se va a prolongar en el
tiempo más allá de la vida mortal de Marulanda, del
gobierno de Álvaro Uribe… y quién sabe si hasta el de Hugo
Chávez.
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Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |