Se
había tardado el castrochavismo
en arremeter contra los medios impresos, y debió ser
porque hasta hace muy poco figuras influyentes del
periodismo oficialista ocuparon puestos relevantes en los
altos mandos de la revolución.
Desde
luego que hablamos, por sobre todo, del
exvicepresidente y ex
ministro, José Vicente Rangel,
quien pensando en los tiempos en que dejaría la burocracia
y regresaría a las salas de redacción, pudo interponer
alguna influencia para que la profesión a la cual le debía
tanto no pasara a ser un simple capítulo del pasado.
Claro,
ello no impidió que reporteros y fotógrafos fueran
enfrentados a palo limpio en marchas,
mitines y concentraciones revolucionarias y
oficialistas, con el correspondiente saldo de
traumatizados física, moral,
ideológica y psicológicamente.
Sin
contar los que fueron sencillamente ultimados como Jorge
Tortoza, y Jorge Aguirre,
colegas que encontraron la muerte en circunstancias
tumultuarias que permitieron a sus asesinos escabullir sus
responsabilidades o lograr que fiscales y tribunales
complacientes les aplicaran penas menores, casi
írritas.
Fue una
demostración cabal del nuevo modus
operandi de represión que vino
con el castrochavismo y que
consiste en que las agresiones las ejecutan, no policías
con chapas y porras, ni militares uniformados de pistola
y fusil, sino bandas de civiles armados que no portan
identificación alguna y enfrentan a los manifestantes de
oposición en el papel de militantes políticos fanatizados
que “enloquecen” en defensa de la revolución y su jefe,
Como se
puede ver, nada nuevo si recordamos las “Camisas Pardas”
de Hitler, las “Camisas
Negras” de Mussolini, los CDR
de la Cuba castrista y las Mano Negra” que aparecerían en
América latina cada vez que los militares querían asaltar
el poder, o defender una dictadura, pero de efectos
letales en sociedades democráticas acostumbradas a
protestar sin otra consecuencia que no sea la normada en
las leyes.
En el
clásico “Los orígenes del totalitarismo” escribe
Hannah
Arendt: “Nada resulta más característico de los
movimientos totalitarios en general, y de la calidad de la
fama de sus dirigentes en particular, como la sorprendente
celeridad con la que son olvidados, y la sorprendente
facilidad con que pueden ser reemplazados”.
Y tan
escalofriante verdad vale en particular para sus
siniestras formas de lucha, que nunca varían en sus
manifestaciones y objetivos, pero siempre cuentan con el
elemento sorpresa, como que siempre son “olvidadas, y por
tanto “reemplazadas” en un ritornello
en el que siempre hay las mismas víctimas y los mismos
victimarios.
Por eso
la represión contra los reporteros y trabajadores de los
medios impresos, vino acompañada también de la agresión a
los medios impresos mismos, que no pocas veces fueron
sitiados y vandalizados por
manifestantes oficialistas, como fueron los casos de “El
Nacional” y del desaparecido “Así es la Noticia”.
Pero a
pesar de ello, no puede negarse que los medios impresos
escaparon al control riguroso de la ley que puso un dogal
al cuello del ejercicio del periodismo en los medios
audiovisuales, la llamada Ley Resorte, que cerca con
multas, cierres y sanciones penales a los comunicadores de
oposición que violen sus disposiciones.
Subrayo
lo de “comunicadores de oposición”, porque si es
atropellada por los “comunicadores revolucionarios” que
trabajan en canales de televisión y radios oficialistas,
entonces, no es solo que no se les sanciona, sino que
nadie se da por aludido.
Situación
que no aplicaba para los periódicos y revistas, donde el
ejercicio de la profesión se hacía sin atenerse a otra
norma que la estipulada en la Constitución y la
establecida en la “Ley de Ejercicio del Periodismo”.
Creo, sin
embargo, que tal ventaja o dispensa llegará a su fin con
la puesta en vigencia de la nueva constitución que en
estos momentos redacta de su puño y letra el caudillo
Chávez, que sin duda contendrá las “órdenes” por las que
se extreman las leyes de desacato, se restringe la
libertad expresión hasta la simulación de las críticas a
la revolución y su gobierno y estimula la censura y la
autocensura.
Pero por
si tal mecanismo contiene vacíos o no se aplica con la
eficacia que esperan los impacientes, entonces ya el
diputado, Luís Tascón, está
proponiendo desde la Asamblea Nacional una reforma a la
actual Ley de Ejercicio del Periodismo donde, so pretexto
de defender la honorabilidad e integridad de las personas,
los periodistas de impresos quedan con las manos atadas,
mientras que los altos y medianos funcionarios públicos y
sus relacionados, vía contratos con la administración
pública, salen con “licencia para delinquir”.
Es
importante recordar que tal inspiración a favor de los
altos y medianos funcionarios públicos y relacionados y
contra el ejercicio del periodismo independiente, surgió
de una investigación que hace en este momento la Comisión
de Medios de la AN por una presunta extorsión llevada a
cabo por un periodista contra un empresario bolivariano.
Pero que
en ningún caso se ha limitado a investigar la extorsión,
que era lo pautado en el acuerdo de la asamblea, sino que
rápidamente se convirtió en el pretexto para que
Tascón se iluminara y
descubriera que lo que procedía era modificar la ley de
los tiempos en que se podía ser “periodista e
independiente” y sustituirla por una ley
chavista.
Pero otra
vez hubo que adelantarse a la posibilidad de que la ley
reformada no viniera con todo el sentido punitivo que se
requería, y la comisión, con Tascón
a la cabeza, decidió abrirle un juicio político “por
traición a la patria” a un grupo de periodistas por el
delito de haber recibido en fechas no determinadas
invitaciones de parte del gobierno de los Estados Unidos
para viajar a Washington a participar en seminarios o
giras de trabajo por por toda
Norteamérica.
Ya se
conoció que la denunciante, una abogada norteamericana que
milita en las filas de la revolución, pero de clara
filiación macartista (una
variante gringa del stalinismo),
presentó una lista de hasta de 33 infractores que, según
su especial celo revolucionario, deben ser investigados,
juzgados y condenados.
Petición
que fue secundada por otro macartista,
pero de origen nacional, el conductor de un tribunal
inquisidor que pasa por programa de televisión, “La
Hojilla”, en demostración de que la identidad entre
macartismo y
stalinismo es de tal fuerza
que arrasa con diferencias de razas, credos, sexos y
nacionalidades.
Y que ya
estaba movilizando a los diputados de la Comisión de
Medios de la AN para transfigurarse en aquel comité que
presidió el tristemente célebre senador, Joseph
McCarthy, y a Luís
Tascón en el senador
Mccarthy mismo, sino hubiera
sido porque la diputada y periodista,
Desireé Santos Amaral,
alertó sobre el ridículo y la vergüenza a que se exponía
la comisión.
Y es que
seguramente, Santos Amaral,
tiene que saber que los periodistas invitados a
Washington, así como a países de Europa, Asia y África, ya
fueran del mundo socialista o capitalista, se cuenta de a
miles, que entre los mismos no es descabellado que figuren
ella, Eleazar Díaz Rangel,
Jesús Romero Anselmi,
Wladimir Villegas,
Maripili Hernández,
Willian Lara y otros y
citarlos hubiera sido consumir la sesiones de la Comisión
de Medios por los próximos 10 años.
Menos
Eva Gollinger y Mario Silva
que no son periodistas-inquisidores, sino inquisidores
puros y simples, puesto que la primera es abogada y el
segundo publicista, creo.