Inicio | Editor | Contáctenos 
 
 

El macartismo-stalinismo enfila contra los medios impresos
por Manuel Malaver  
domingo, 5 agosto 2007


          Se había tardado el castrochavismo en arremeter contra los medios impresos, y debió ser porque hasta hace muy poco figuras influyentes del periodismo oficialista ocuparon puestos relevantes en los altos mandos de la revolución.

Desde luego que hablamos, por sobre todo,  del exvicepresidente y ex ministro, José Vicente Rangel, quien pensando en los tiempos en que dejaría la burocracia y regresaría a las salas de redacción, pudo interponer alguna influencia para que la profesión a la cual le debía tanto no pasara a ser  un simple capítulo del pasado.

Claro, ello no impidió que reporteros y fotógrafos fueran enfrentados a palo limpio en marchas, mitines y concentraciones revolucionarias y oficialistas, con el correspondiente saldo de traumatizados física, moral, ideológica y psicológicamente.

Sin contar los que fueron sencillamente ultimados como Jorge Tortoza, y Jorge Aguirre, colegas que encontraron la muerte en circunstancias tumultuarias que permitieron a sus asesinos escabullir sus responsabilidades o lograr que fiscales y tribunales complacientes les aplicaran penas menores, casi írritas.

Fue una demostración cabal del nuevo modus operandi de represión que vino con el castrochavismo y que consiste en que las agresiones las ejecutan, no policías con chapas y porras, ni  militares uniformados de pistola y fusil,  sino bandas de civiles armados que no portan identificación alguna y  enfrentan a los manifestantes de oposición en el papel de militantes políticos fanatizados  que “enloquecen” en defensa de la revolución y su jefe,

Como se puede ver, nada nuevo si recordamos las “Camisas Pardas” de Hitler,  las “Camisas Negras” de Mussolini, los CDR de la Cuba castrista y las Mano Negra” que aparecerían en América latina cada vez que los militares querían asaltar el poder, o defender una dictadura, pero de efectos letales en sociedades democráticas acostumbradas a protestar sin otra consecuencia que no sea la normada en las leyes.

En el clásico “Los orígenes del totalitarismo” escribe Hannah Arendt: “Nada resulta más característico de los movimientos totalitarios en general, y de la calidad de la fama de sus dirigentes en particular, como la sorprendente celeridad con la que son olvidados, y la sorprendente facilidad con que pueden ser reemplazados”.

Y tan escalofriante verdad vale en particular para sus siniestras formas de lucha, que nunca varían en sus manifestaciones y objetivos, pero siempre cuentan con el elemento sorpresa, como que siempre son “olvidadas, y por tanto “reemplazadas” en un ritornello en el que siempre hay las mismas víctimas y los mismos victimarios.

Por eso  la represión contra los reporteros y trabajadores de los medios impresos, vino  acompañada también de la agresión a los medios impresos mismos, que no pocas veces fueron sitiados y vandalizados por manifestantes oficialistas, como fueron los casos de “El Nacional” y del desaparecido “Así es la Noticia”.

Pero a pesar de ello, no puede negarse que los medios impresos escaparon al control riguroso de la ley que puso un dogal al cuello del ejercicio del periodismo en los medios audiovisuales, la llamada Ley Resorte, que cerca con multas, cierres y sanciones penales a los comunicadores de oposición que violen sus disposiciones.

Subrayo lo de “comunicadores de oposición”, porque si es atropellada por los “comunicadores revolucionarios” que trabajan en canales de televisión y radios oficialistas, entonces, no es solo que no se les sanciona, sino que nadie se da por aludido.

Situación que no aplicaba para los periódicos y revistas, donde el ejercicio de la profesión se hacía sin atenerse a otra norma que la estipulada en la Constitución y la establecida en la “Ley de Ejercicio del Periodismo”.

Creo, sin embargo, que tal ventaja o dispensa llegará a su fin con la puesta en vigencia de la nueva constitución que en estos momentos redacta de su puño y letra el caudillo Chávez, que sin duda contendrá las “órdenes” por las que se extreman las leyes de desacato, se restringe la libertad expresión hasta la simulación de las críticas a la revolución y su gobierno  y  estimula la censura y la autocensura.

Pero por si tal mecanismo contiene vacíos o no se aplica con la eficacia que esperan los impacientes, entonces ya el diputado, Luís Tascón,  está proponiendo desde la Asamblea Nacional una reforma a la actual Ley de Ejercicio del Periodismo donde, so pretexto de defender la honorabilidad e integridad de las personas, los periodistas de impresos quedan con las manos atadas, mientras que los altos y medianos funcionarios públicos y sus relacionados, vía contratos con la administración pública, salen con “licencia para delinquir”.

Es importante recordar que tal inspiración a favor de los altos y medianos funcionarios públicos y relacionados y contra el ejercicio del periodismo independiente, surgió de una investigación que hace en este momento la Comisión de Medios de la AN por una presunta extorsión llevada  a cabo por un periodista contra un empresario bolivariano.

Pero que en ningún caso se ha limitado a investigar la extorsión, que era lo pautado en el acuerdo de la asamblea, sino que rápidamente se convirtió en el pretexto para que Tascón se iluminara y descubriera que lo que procedía era modificar la ley de los tiempos en que se podía ser “periodista e independiente” y sustituirla por una ley chavista.

Pero otra vez hubo que adelantarse a la posibilidad de que la ley reformada no viniera con todo el sentido punitivo que se requería, y la comisión, con Tascón a la cabeza, decidió abrirle un juicio político “por traición a la patria” a un grupo de periodistas por el delito de haber recibido en fechas no determinadas invitaciones de parte del gobierno de los Estados Unidos para viajar a Washington a participar en seminarios o giras de trabajo por por toda Norteamérica.

Ya se conoció que la denunciante, una abogada norteamericana que milita en las filas de la revolución, pero de clara filiación macartista (una variante gringa del stalinismo), presentó una lista de hasta de 33 infractores que, según su especial celo revolucionario, deben ser investigados, juzgados y condenados.

Petición que fue secundada por otro macartista, pero de origen nacional, el conductor de un tribunal inquisidor que pasa por programa de televisión, “La Hojilla”, en demostración de que la identidad entre macartismo y stalinismo es de tal fuerza que arrasa con diferencias de razas, credos, sexos y nacionalidades.

Y que ya estaba movilizando a los diputados de la Comisión de Medios de la AN para transfigurarse en aquel comité que presidió el tristemente célebre senador, Joseph McCarthy,  y a Luís Tascón en el senador Mccarthy mismo, sino hubiera sido porque la diputada y periodista, Desireé Santos Amaral, alertó sobre el ridículo y la vergüenza a que se exponía la comisión.

Y es que seguramente, Santos Amaral, tiene que saber que los periodistas invitados a Washington, así como a países de Europa, Asia y África, ya fueran del mundo socialista o capitalista, se cuenta de a miles, que entre los mismos no es descabellado que figuren ella, Eleazar Díaz Rangel, Jesús Romero Anselmi, Wladimir Villegas, Maripili Hernández, Willian Lara y otros y citarlos hubiera sido consumir la sesiones de la Comisión de Medios por los próximos 10 años.

Menos  Eva Gollinger y Mario Silva que no son periodistas-inquisidores, sino inquisidores puros y simples, puesto que la primera es abogada y el segundo publicista, creo.

 
 

© Copyright 2006 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.