No
esperó el candidato a presidente vitalicio, Hugo Chávez,
por los resultados de la segunda discusión que llevará a
cabo la Asamblea Nacional para aprobar la Reforma
Constitucional; tampoco por el parlamentarismo de calle
que según el alto mando revolucionario es la única
instancia donde se puede opinar sobre la constitución
reformada; y mucho menos por la sanción refrendaria de la
carta que lo convertirá en el primer presidente vitalicio
de la historia republicana de Venezuela, para expulsar de
su reino a un “revolucionario” que fue hasta hace poco uno
de sus seguidores más obsecuentes, un soldado y militante
que lo acompañó desde la intentona golpista del 4 de
febrero del 92 y figuró con suerte varia en la
construcción del poder autocrático, populista y excluyente
del que ahora lo acusa de “hablador de pistoladas”,
“recolector de firmas”, “desobediente” y “conspirador”.
Su nombre: Francisco Ameliach Orta. Su grado: Mayor “R”
del Ejército de la promoción “Juan Gómez Mireles” del año
84. Su pecado: Haber sugerido que “de no inscribirse el
PSUV en el CNE para las elecciones de alcaldes y
gobernadores del próximo año, se hacía inevitable
desenterrar el MVR”.
Afirmación que, sin otros agregados que la hicieron
potencialmente explosiva, pasaría como una más de las
muchas que surgen en el contexto del éxodo que conduce a
la militancia chavista y socialista “de la mejor
constitución del mundo” a otra que los hará súbditos de un
presidente que aspira a gobernar a perpetuidad, apenas
habría merecido algún jalón de orejas como los que a veces
se les suministra a “irreverentes” como Luís Tascón, Iris
Varela o Lina Ron.
Lo de Ameliach, sin embargo, era diferente y ello no vino
a conocerse sino cuando se filtró que la sugerencia del
mayor retirado buscaba sinuosamente la promoción de un
documento que recién se había hecho llegar al presidente
Chávez con la firma de 140 diputados y en el cual, no solo
se sostenía la inexistencia legal del PSUV, sino que era
una auténtica fantasía que no había pasado de las bravatas
de Jorge Rodríguez, Mario Isea, Cilia Flores y Diosdado
Cabello.
Y aquí ardió Troya, porque era destrozar la política
unificadora que había justificado la expulsión de las
filas revolucionarias de aliados como “PODEMOS”, el PPT y
el PCV, deslegitimando, de paso, un supuesto apoyo
mayoritario con el que se pretende imponerle al país una
constitución de presidencia vitalicia, monárquica y
dinástica.
Pero lo peor fue que la honestidad, eficiencia y solvencia
del grupo de dirigentes responsables de la creación,
organización, lanzamiento y legalización del PSUV quedaba
en tela de juicio, de funcionarios como el vicepresidente,
Jorge Rodríguez, el gobernador, Diosdado Cabello, y el
asambleísta Mario Isea, reos de vender estafas para darle
vuelo a su ascenso burocrático y empujar a Chávez y su
gobierno a una crisis de la cual, si no sale fuera del
poder, resulta lo suficientemente debilitado para
continuar al servicio de la camarilla.
No puede extrañar entonces que tan pronto se conociera la
apostasía, Ameliach fuera objeto de una desesperada
cacería que comenzó el sábado antepasado en un mitin
celebrado en el Poliedro de Caracas donde el mismísimo
comandante en jefe en persona, el hombre al cual dedicó el
mayor retirado más de la mitad de su vida, lo acusó de
“hablador de pistoladas”, “recogedor de firmas” y
“conspirador”, y exigiendo que el inexistente PSUV
constituyera un Comité Disciplinario Provisional para
estudiar su caso y expulsarlo.
Y con Chávez la maquinaria presidida por los dos mini
jefes a los cuales señaló Ameliach de estar cifrando su
futuro ascenso en el cuento chino del PSUV, Jorge
Rodríguez y Diosdado Cabello, quienes han convocado dos
reuniones, la primera, para sugerirle al mayor que
“renuncie” a sus responsabilidades directivas en la
estructura partidista; y la segunda, para destituirlo de
sus cargos como miembro de la Comisión de Defensa de la AN
y Coordinador del Bloque Parlamentario Socialista.
Porque es que, además, en el breve pero estrepitoso curso
de la primera purga del Socialismo del Siglo XXI, de la
constitución reformada y del caudillo vitalicio por la
gracia del pueblo y de la historia, se ha descubierto que,
aparte del documento, Ameliach había sostenido reuniones
con un grupo de generales de Brigada de su promoción y de
la Guardia Nacional que le elevaron su protesta porque
rechazaban la disolución de ese cuerpo y su dispersión en
la milicia y la reserva con el nombre de Guardia
Territorial.
Pecado capitalísimo tratándose de militares, que ya
recibió una condena del supercaudillo que también le
reclamó al mayor en el mitin del Poliedro “reunirse con
militares sin consultarme, ni participarme” y que prendió
las luces en cuanto a que Ameliach podría estar tras las
protestas que, tanto en los cuarteles del Ejército, como
de la Guardia Nacional, vienen suscitándose desde que
Chávez anunció que la milicia popular se incorporaba a la
FAN como nuevo componente y en la perspectiva de coparla
puesto que ya cuenta con un millón de milicianos.
A este respecto habría que recordar que fue el mayor
Ameliach el primer dirigente político en protestar cuando
el general activo, Alberto Muller Rojas, fue postulado por
el presidente Chávez como asesor en la fundación del PSUV,
alegando que era una decisión que violaba disposiciones
expresas de la Carta Magna vigente.
Pero tanto, o más significativo que el “incidente Muller”,
fue un extraño discurso pronunciado por Ameliach en la
Asamblea Nacional con motivo de la primera discusión de la
Reforma Constitucional que terminó con esta frase
sibilina:
“Voy a hacer propaganda a nombre de mi promoción.
Ascendieron a 20 generales en julio; de ellos 17 fueron a
comandar brigadas, uno es jefe de la Casa Militar, otro
director de la Academia Militar y uno de la Escuela
Superior del Ejército. Yo me reúno con ellos y hay una
convicción: la guerra es ideológica y el arma de
destrucción masiva que el imperio apunta contra la
humanidad es el capitalismo global”.
“Anjá”, pudieron decir en la Sala Situacional de
Miraflores, o en el supercomando de inteligencia dirigido
por el G-2 cubano que le reporta directamente a Chávez, “y
cómo es eso que siendo Ameliach un dirigente político se
muestra tan interesado en los problemas del Ejército en
general y de su promoción en particular, y cómo sabe dónde
están todos y cada uno de sus miembros, sus puestos de
comando, y funciones y cómo es eso que discuten de
política y dicen que la guerra es “ideológica” y no
“militar”?.
Y si es así ¿cómo queda la Reforma Constitucional en la
FAN, con su nueva Geometría del Poder, la doctrina de la
confrontación interna y externa, la incorporación de la
reserva a la estructura castrense como nuevo componente
bajo las órdenes de un general en jefe que sólo le rinde
cuentas a Chávez y la disolución de la GN para dispersarla
en un cuerpo paramilitar que llama la Guardia Territorial?
¿Y este Ameliach no es el mismo que junto a Pedro Carreño,
y la familia Chávez de Barinas, hizo causa común con el
defenestrado exmagistrado, Luís Velásquez Alvaray, cuando
denunció que la justicia penal venezolana había quedado en
manos de un gang que llamaban la “Banda de los Enanos” y
que el misma era controlado por el exvicepresidente José
Vicente Rangel, el gobernador Diosdado Cabello, el
ministro Jesse Chacón y el asambleísta, Nicolás Maduro?
E igualmente ¿no estaba Ameliach tras de aquellas
investigaciones de corrupción que se emprendieron desde la
Comisión de Contraloría de la AN en tiempos que la
presidía el actual ministro del MIJ, Pedro Carreño y que
conoció el caso del CAAES, y ya se preparaba a investigar
las denuncias sobre los escándalos de FONDAFA, los
centrales azucareros y el Banco Industrial cuando desde
arriba mandaron a detener las pesquisas y que se olvidaran
del asunto?
¿Y cómo se lleva Ameliach con los diputados Luís Tascón,
Iris Varela y el gobernador de Táchira Ronald Blanco La
Cruz? ¿No es cierto que a los primeros les pasa datos
sobre la corrupción en PDVSA y al segundo lo respalda en
el tema del Ejército, la milicia y la Guardia Nacional?
¿Y si estuviéramos ante un nuevo 11 de abril del 2002, si
desde el gobierno, el frustrado PSUV, el Ejército, la GN y
la oposición se estuviera gestando un movimiento de
protesta y rebelión fundamentado en la
inconstitucionalidad de la Reforma Constitucional y el
atropello de imponerle a Venezuela una dictadura con
presidencia vitalicia y un sistema político y económico
que arrasaría con lo que resta de democracia, libertad y
estado de derecho?”
Y es frente a estas preguntas que afirmamos que, tanto la
prisa, como el acorralamiento contundente de Ameliach, no
son sino señales de que se inicia una purga preventiva
contra un futuro y previsible alzamiento cívico-militar y
que la misma comenzará en el gobierno, el partido oficial
y la Fuerza Armada Nacional.
Pero sobre todo en esta última institución que centra toda
la energía de Chávez para convertirla en un apéndice de la
milicia y la reserva, y donde las protestas contra una
futura disolución, como se demostró en el caso de la GN,
pueden revelarse incontrolables.
De modo que ¡ay de los generales de brigada que se
reunieron con Ameliach para discutir y convenir que la
guerra era “ideológica” y no “militar”; ¡ay de los 140
diputados que escribieron una carta a Chávez diciendo que
el PSUV no existía!; ¡ay de quienes en las investigaciones
resulten sospechosos de estar armando grupos, disintiendo
y creyendo que el socialismo del siglo XXI es diferente
del que implementó los Juicios de Moscú, la Revolución
Cultural China y la Confesión de Heberto Padilla.
¡Ay de quienes, en fin, después de diciembre próximo
piensen de dentro y fuera del gobierno, de dentro y fuera
de la revolución, de dentro y fuera del PSUV hay espacio
para disentir, para rebelarse y no ser incluido en las
purgas que seguirán a la de Francisco Ameliach.