Yo
sabía que el presidente Chávez venía por el lado de crear
su propio modelo de socialismo y que cuando menos se
pensara asombraría al mundo anunciando que una nueva
corriente de pensamiento y acción nacía para cubrir los 93
años que restan del siglo XXI.
Lo que no sospecha era que
optara por lo convencional, rutinario y costumbrista y,
sin revelar un átomo de creatividad, saliera el domingo
pasado a decirnos que había descubierto “el socialismo
petrolero”.
O sea, que hubiera sido más
refrescante inventar algo así como el “social-indigenismo
siglo XXI”, o el “socialismo mágico
castrochavista” y no recurrir a un sustantivo
adjetivado que evoca las peores anticipaciones para
quienes no gustan de las arepas con salmón ahumado o de
vivir en calles de tierra surcadas por
Hummer,
Rolls-Royce, Alfa
Romeo, Lexus y BMW.
Pero es evidente que el oro
negro y la utopía de laboratorio creada por un par de
barbudos cascarrabias del siglo XIX, ejercen una
atracción fatal e irresistible sobre el teniente coronel
venezolano, y no podía perder la oportunidad de
emulsionarlos, juntarlos, fusionarlos, y, sentarse, cual
chamo con juguete nuevo, “a ver como funcionan”.
Es un
ragú donde concurren Carlos
Marx y Nelson Rockfeller,
el viejo; Henry Ford y Juan
Vicente Gómez; Churchill y el
general Medina Angarita; el
Shá de Irán y Juan Pablo Pérez
Alfonso; Rómulo Betancourt y Fidel Castro; Carlos Andrés
Pérez y el Jeque Yamani.
Todos y cada uno causas
eficientes en el milagro por el que la economía no será
más la economía, ni la condición humana la condición
humana, si Chávez demuestra que lo que le faltó a la URSS,
a China, la Europa del Este, Cuba y Corea del Norte fue
bastante petróleo “pa
gozá”.
Pero sobre todo él, el
beisbolista frustrado de un pueblito del interior de
Venezuela, el candidato a general que apenas llegó a
teniente coronel, el estratega militar con dos golpes de
estado fracasados entre pecho y espalda, el presidente de
chiripa por la bondad de unos demócratas representativos y
legalistas que salieron a reconocerle el triunfo, porque y
que “había aceptado las reglas de juego”.
Pero ahora halagado,
aplaudido, celebrado, respetado, temido, pues tan pronto
asumió la presidencia los precios del petróleo se fueron
por las nubes, el mundo industrializado se hundió en una
crisis de energía, los líderes de los países consumidores
comenzaron a pedirle audiencias y ahora es el dueño de una
gigantesca fortuna con la que se comporta como uno de esos
tycoon de corporaciones que
solo tienen tiempo para repartir lo que tienen.
Pero con una aplastante
ventaja, pues ni Bill
Gates, ni
Warren Buffet, ni Carlos Slim,
ni Yngvar
Kamprad cuentan con ejércitos de 100 mil hombres
sobre las armas, ni cuerpos policiales, ni embajadores, ni
publicistas, ni filósofos de la historia, ni aliados como
Mahmoud
Ahmadinejad y Kim
Jong-ill
que cualquier día amanecen de malas pulgas y con el indio
atravesao y arrastran al mundo
a una guerra nuclear.
Y por todo eso ¿cómo no
estarle agradecido al petróleo, a la riqueza fácil,
omnipresente en el país desde hace casi un siglo y sin
cuyos altísimos precios Chávez sería otro presidente
tropical y caribeño clamando porque le condonen la deuda y
le concedan nuevos préstamos a bajos intereses?
Un Néstor
Kirckner cualquiera, en fin, convertido en furioso
anticapitalista porque hay que reconocerle los haberes a
miles de pequeños ahorristas, pensionados y jubilados de
América y Europa, que salieron a comprar bonos de la deuda
argentina porque creyeron que los líderes de la patria de
Perón, Evita, Isabelita, López Rega
y Maradona eran gente seria.
Pero sobre todo ¿cómo no
prenderle velas y tener siempre presente en las oraciones
a venezolanos como Gumersindo Torres, Rómulo Betancourt,
Juan Pablo Pérez Alfonso, Rafael Alfonso
Ravard, Hugo Pérez La Salvia,
Aníbal Martínez, Carlos Andrés Pérez, Gustavo Coronel,
Humberto Calderón Berti,
Alberto Quirós Corradi, Andrés
Sosa Pietri, Luís
Giusti y tantos otros, tantos
miles y cientos de miles de otros que hicieron posible que
Venezuela tuviera por docenas de años una de las
industrias petroleras más eficientes del mundo, que fuera
hasta los 70 el primer país exportador de crudos y una de
las economías de mayor crecimiento, inflación cero,
inversión productiva y estabilidad monetaria de este y
otros continentes?
Pero no, eso no, eso nunca,
eso jamás, el que funda una nueva escuela filosófica y de
pensamiento revolucionario y transformador, como el
socialismo petrolero, no solo debe ser el autor de su
parto intelectual, sino de los agentes, factores y
condiciones que hicieron posible el parto intelectual.
Eso, por lo menos, es lo que
establece el manual cuando ordena que el líder
revolucionario debe ser el
dueño del equipo, el manager, el cuarto bate, el novio de
la madrina y el único árbitro sobre el terreno.
Y por eso, Chávez descubrió el
petróleo, perforó el primer pozo, instaló el primer
taladro, y se echó al hombro el primer barril producido
para llevarlo a los mercados mundiales.
Y si no lo quieren creer, lean
la “Verdadera Historia del Petróleo Venezolano” de
Heinz
Dieterich, Ignacio Ramonet,
Eduardo Galiano, Marta Harnecker
y Luís Brito García, con prólogo de
Saramago y de próxima aparición.
* |
Artículo
publicado en el vespertino
El Mundo. |