Que
Chávez abandonara por 15 días Sudamérica para ir a
fregarle la paciencia a rusos, bielorrusos e iraníes es
sin duda un regalo que no sabemos si agradecer a Dios o al
hábil liderazgo brasileño que hizo lo imposible para que
“el ultimo castrista” se despechara y fuera a llorar sus
penas en brazos de Putin, Lukachenko y Ahmadinejad.
La oportunidad vino por el lado de los ataques que hizo
Chávez al senado carioca a raíz de la condena al cierre de
RCTV y de la decisión de los parlamentarios de no aprobar
el ingreso de Venezuela al MERCOSUR a menos que “el líder
de la revolución continental y mundial” se disculpara,
dando lugar a un reguero de dimes y diretes que alcanzó su
clímax cuando Chávez le declaró a una agencia de prensa
española que “el ingreso al MERCOSUR ya no era una
prioridad para su gobierno”.
Pero entonces ¿ a dónde dirigirse, si ya lo habían echado
( o “se” había echado) del ALCA, la CAN, del “Grupo de los
3”, y del “Grupo de los 8”, aparte de hacerle fo en el
CARICOM, la UE y de cuanto organismo multilateral cae en
cuenta de sus antiguallas y anacronías, de su manía de que
lo importante es reordenar política y no económicamente el
mundo, de su empeño en dividir la comunidad internacional
en países capitalistas y socialistas y del regreso a los
caducos y atrasados ideales de revolución y liberación,
tal cual fueron planteados por Marx, Engels, Lenin, Stalin,
Mao, el Che Guevara y Fidel Castro en el curso de los
últimos dos siglos?.
¿Quizá al sur de África, donde “el compadre” Mugabe aplica
la receta del finado pero inolvidable Idi Amín Dadá, pero
con añadidos de Mobuto y Charles Taylor; o a Asia Oriental
donde “el hermano” Kim Jong Il adelanta un programa de
fabricación de armas nucleares con marchas y
contramarchas, pero no sin antes sacarle miles de millones
de dólares de la cartera a surcoreanos, japoneses, chinos
y gringos, en el primer caso de chantaje nuclear extorsivo
que se conoce en la historia?
Pues no… ni tan lejos ni hacia áreas tan confusas e
impresentables… siendo que un poco más allá del
vecindario, a menos de 10. 000 kilómetros de distancia y
sin bajarse del Air Bus, ni dejar de disfrutar las
delicias que ofrece su hotel 5 estrellas volante, aguardan
“los hermanos” Putin, Ahmadinejad y Lukachenco.
Los dos primeros, presidentes de poderosos petroestados, y
el tercero, subsidario del primero, pero con agallas para
ser reconocido como miembro del club, como que audazmente
se agrega a una nueva estirpe de dictadores nacida del
auge desmesurado e incontrolable de los precios del
petróleo, y a causa del cual, se puede odiar la libertad y
la democracia, violentar leyes y constituciones, violar
derechos humanos y tratados internacionales, y sin que los
países de la comunidad internacional se den por aludidos,
pues, si se ponen cómicos, no queda más remedio que
cerrarles el grifo y obligarlos a alumbrarse con energía
eólica, desechos, estiércol, leña, carbón y etanol...si se
consigue.
Y, lo que es más importante de acuerdo a la visión
apocalíptica y desintegrada del poder que padece Chávez,
inmersos “los tres” en el gran juego que desafía imperios,
rediseña mapas de países y continentes, habla de
conquistas, armagedones y guerras nucleares y vuela a
restituir al mundo la gloria perdida con la caída del muro
de Berlín y el colapso del imperio soviético y por el que
dos grandes fieras, el águila y el oso, se paseaban por el
mundo picoteándose, arañándose, amenazándose y
confrontándose, pero rodeadas de aguiluchos y oseznos que
gruñían y corrían a protegerse bajo sus alas.
De ahí que para Chávez, el que hace unas semanas apenas
Putin desafiara a Bush en la reunión del “Grupo de los 8
más industrializados” en Alemania, a raíz del empeño del
segundo de instalar un sistema defensivo de misiles en
Europa Oriental; o Ahmadinejad siga negándose a un acuerdo
con la UE y la ONU para el desmantelamiento de su reactor
nuclear; o que Lukachenco, sin tener petróleo ni gas,
maneje las llaves de los oleoductos y gasoductos por los
que viaja la energía rusa a Europa, no podía ser más
excitante, y olvidándose de compromisos previos para
asistir a la reunión del MERCOSUR en Asunción, o de no
perderse en Venezuela algunos de los partidos estelares de
la Copa América, se fuera a los rincones más alejados,
pero más peligrosos, del mundo occidental, y no
precisamente “a turistear”, sino “a guerrear”.
De modo que otra oportunidad que ni pintada para decirles
a sus socios del subcontinente, a “los hermanos” Lula,
Kirchner, Vásquez y Duarte que no son otra cosa que puros
y simples mercachifles, preocupados por minucias como la
reducción de la pobreza, el combate contra la corrupción,
y los esfuerzos por ponerle fin a los aranceles y
enfrentar las asimetrías, siendo que lo que hay es estar
en el gran juego, dando demostraciones de la auténtica
vocación de grandeza y entre los grandes poderes, entre
quienes decidieron enfrentar al capitalismo, el
imperialismo y la economía global, al Gran Satán que debe
de una vez por todas recibir el castigo que decidieron el
Destino, Dios y los Cielos.
Y para demostrarlo al llegar a Moscú, Chávez sacó de una
vez la chequera -la famosa petrochequera-, y se compró de
un tirón 10 submarinos 636 y MUR, aparte de encargos para
nuevos aviones, helicópteros y cantidades no especificadas
de fusiles Kalhasnikov; y en Minks, la capital de
Bielorrusia, se hizo de un sistema de vigilancia aérea
para aviones de ataques y defensa que nadie se explica por
qué no lo compró en Moscú siendo que se trata del mismo
sistema TOR de facturación rusa, sin contar camiones,
tanques, lanchas y toda suerte de cachivaches con
tecnología pre Segunda Guerra Fría que solo sirven para
acumular polvo y moho.
Menos conocido fue el shoping por los centros comerciales
convencionales y nucleares de la industria de guerra
iraní, aunque sería bueno que consejeros militares caídos
en desgracia como Fernando Altuve Febres (presuntamente
detenido en su casa a raíz de un oscuro asunto de
comisiones por la compra de los aviones Sukhoi-30), le
cuente de la guerra que perdió el Irán de los ayatolas con
asistencia militar soviética durante los 80, con las
huestes de Saddam Huseein armadas por los Estados Unidos,
y cómo el reactor nuclear iraní es producto de los
desechos que dejó la caída el imperio soviético y su
conversión en lastimosa chatarra.
Pero no son detalles que interesen al guerrero petrolero y
saudita llegado de los trópicos, y para el cual, muy en la
onda postmoderna, la guerra se hace y se gana, no en la
realidad sino en los medios, no en los campos de batalla
sino en los discursos, no en la esencia sino en la
apariencia de cubrirse de símbolos, disfraces y aprestos
para gritar que los tiempos son llegados, el Mesías ya
apareció o está a punto de aparecer y lo que queda es
rendírsele, aceptarlo, alabarlo y obedecerle.
Y entretanto allá, en Asunción, Paraguay, un grupo de
jefes de Estados preocupados por la situación de pobreza,
desigualdad e injusticias que aun reina en sus países se
queman las pestañas para reducir asperezas, limar
diferencias, solucionar la crisis energética y salir con
la buena nueva de que mejorara el crecimiento, aumentara
el intercambio y las expectativas de que más y más
ciudadanos dejarán el círculo de la pobreza y se
incorporaran a la vida civilizada, en bienestar y
libertad.
Eso sí, cuidándose de terminar cuanto antes y de que no
aparezca “el líder de la revolución continental y
mundial”, el mismo que se presenta como “libertador de los
pobres y salvador de la humanidad”, el que dice que lo
importante es la política y no la economía y se declara,
por más señas, “hermano” de Putin, Lukachenko y
Ahmadinejad.